La Palabra de Dios nos muestra en la fiesta litúrgica de la Inmaculada Concepción de María la realidad del pecado, posible por el misterio de la libertad, borrable por el misterio de la libertad.
- “La serpiente me engañó y comí”: es la respuesta de Eva a su Hacedor. Desde el primero de los pecados no ha cambiado nada: el maligno (la serpiente), la mentira (me engañó), y la fragilidad (y comí).
- Pero la Historia de la Salvación no termina aquí, en el pecado del hombre, sino en la victoria del bien sobre el mal, por la misericordia y la fidelidad de Dios con su pueblo, como hemos cantado con el salmo 97.
- Además, como nos dice San Pablo en su himno cristológico de la Carta a los Efesios: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de creación el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”.
- Frente al pecado de Adán y Eva, esta la obediencia a Dios de su Hijo eterno y de María, a la que contemplamos en el Evangelio diciendo: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”
En la fiesta que hoy celebramos, ponderamos una de las tres prerrogativas únicas que el Padre dio a María para su plan de Salvación:
- si al final de su vida terrena fue “Asunta al cielo” sin conocer la corrupción,
- fue por haber sido “Madre de Dios”.
- Pero para ello también, fue Inmaculada en su concepción.
Es decir, si siendo libre nunca conoció el pecado personal, tampoco conoció nunca, a diferencia de todos nosotros, el pecado original.
Pero, se preguntarán no pocos, en este día, al vernos venir a misa y celebrar esta fiesta, ¿y creer en esto, de qué sirve?
- Interesante pregunta porque los dogmas de fe no sirven para nada, si por servir para algo los comparamos con un móvil o con una batidora.
- Pero ya lo creo que sirven, si por servir entendemos que nos son de gran valor para entender la vida y conducirnos por la vida.
Este dogma nos dice de María que ni siquiera heredó el pecado de nuestros primeros padres, el pecado original. Explico a los chicos en la catequesis que el pecado original es -permitidme este comparación- como un bote cerrado al vacío: En cuanto se abre, ya entra el aire, y aunque lo vuelva a cerrar, ya la conservación de su interior no es la misma.
- Cuando nuestros primeros padres optaron por primera vez en la historia dar la espalda a Dios, abrieron el corazón del hombre al pecado…
- Con nuestro bautismo fuimos liberados del pecado original, pero siempre que damos la espalda a Dios resuena en nosotros la herida de ese primer pecado…
Respecto al pecado personal, decía Benedicto XVI que:
- pesa sobre todos nosotros, también los cristianos, la sospecha de que una persona que no peca para nada, en el fondo, es aburrida; que le falta algo en su vida”. Y nos decía el Papa sabio que quien “se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad (…) Lo vemos en María. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres.
La fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich,
- Preguntó al Señor un día en oración: ¿Por qué habiendo ideado un modo de encontrarte siempre presente, en la eucaristía, como no han hecho para poder tener siempre presente a María? Y sintió en su corazón la respuesta: porque quiero verla en ti, y en todos los cristianos: aunque no seáis inmaculados, mi amor os hace poder ser “otra María”.
- Celebrar la Inmaculada Concepción de María nos debe llevar a reavivar el deseo de alcanzar, como María, tres cosas, tres metas fantásticas:
- Ser sencillos ante Dios,
- Ser dóciles a su voluntad,
- Ser revestidos de su Palabra…
- para poder conquistar, al menos un poco, esa mirada de paz de María.
- Le preguntaban a Nelson Mandela al salir de la cárcel donde estuvo 27 años: ¿Cómo se siente al recobrar la libertad?. Él contestó: “yo no he dejado nunca de ser libre”. Hombre de Dios y de Paz sabía que, estando en paz con Dios, ni el pecado de nuestros padres, ni el pecado propio, ni el pecado de los demás, es capa de quitarnos la libertad.
- Y en esa libertad que sólo Dios puede dar, como reza el himno Invictus, que tanto le ayudó recitar en la cárcel, todos podemos con él decir: “soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.