Título: Palabras de Vida I (1943-1990)

Autor: Chiara Lubich

Editorial: Ciudad Nueva

En el centenario del nacimiento de la fundadora del Movimiento de los Focolares u Obra de María la Editorial Ciudad Nueva publica una primera recopilación de sus comentarios a las “Palabras de Vida” destinados a un amplio público, y que aparecieron siempre en hojitas modestas, escritos con un lenguaje al alcance de todos, incluidas las personas más humildes. Más que un comentario del Evangelio, es una lectura carismática de este, una intuición, un destello de luz, un brinco de alegría, un decidido impulso a ponerlo en práctica, por vivirlo. No obstante su sencillez, la iniciativa de la fundadora del Movimiento de los Focolares contribuyó notablemente a redescubrir la Palabra de Dios en el mundo cristiano del siglo XX.

Como se explica en la introducción del libro, esta experiencia, o al menos esta tensión constante, ha caracterizado a la Iglesia desde la Antigüedad. El anuncio del kerigma, la catequesis, el catecumenado, la liturgia, la atención a los pobres, todo giraba en la Iglesia primitiva en torno a la Palabra, que se anunciaba, se explicaba, se oraba y se vivía. Atanasio cuenta que en el Concilio de Nicea, los Padres “respiraban la Escritura”. Al menos en cinco de los ocho concilios ecuménicos de Oriente, se colocaba el Evangelio en medio de la asamblea, en un trono, para mostrar la presencia viva de Cristo: ¡Evangelium Christus est!

Este anhelo de permanecer en contacto vital con la Palabra hasta convertirla en el alimento natural de la vida espiritual ha sido una constante a lo largo de la historia de la Iglesia, al menos en los santos. Sin embargo, desde el final de la Edad Media se advirtió un distanciamiento progresivo entre la vida espiritual y las Sagradas Escrituras. Es verdad que la Iglesia Católica ha vivido siempre de la Palabra de Dios, pero, habiéndose reservado su uso y su contacto a los clérigos y a los especialistas, se había consumado de hecho una situación en la que la centralidad de la Palabra estaba ofuscada y desenfocada respecto a las tradiciones eclesiásticas.

Al finales del siglo XIX y comienzos del XX, Carlos de Foucauld toma la Palabra de Dios como su única guía: “Hay que tratar de impregnarse del espíritu de Jesús leyendo y releyendo, meditando y volviendo a meditar sin descanso sus palabras y sus ejemplos. Que estos actúen en nuestras almas como la gota de agua que cae y vuelve a caer sobre una losa de piedra, siempre en el mismo lugar”. Al despuntar el siglo XX se percibe un despertar progresivo en la Iglesia Católica, la cual se mueve en dos líneas directrices: el retorno a las fuentes de la fe y de la experiencia cristiana, y la tendencia a una mayor apertura hacia el mundo contemporáneo. El gran movimiento de renovación se expresa en diversos movimientos, como el litúrgico, el patrístico y el ecuménico. También se afirma cada vez con mayor decisión un “movimiento bíblico” con el propósito de volver a las fuentes primigenias.

En este contexto histórico los nuevos carismas eclesiales del siglo XX nacen impregnados del movimiento bíblico. En el caso del carisma de la unidad de Chiara Lubich desde una experiencia muy significativa: bajo los bombardeos de la segunda guerra mundial sobre la ciudad de Trento, ella y otras jóvenes que la siguen, en los refugios tras cada alarma de peligro, a la luz de una vela leen el evangelio. Apenas les da para leer en cada ocasión a un pequeño fragmento. No hay tiempo que esperar. Es necesario, se proponen juntas, vivir la Palabra a partir de esa sentencia evangélica. Todos los textos invitan al amor concreto, pero acentuando aspectos diferentes y novedosos. Así comenzó una experiencia que años después haría surgir grupos de la Palabra de Vida por todo el mundo, donde con la ayuda de una breve explicación catequética, se vive cada palabra de la Palabra, y se comparte la experiencia mes a mes de esta vivencia.