VIGILIA PASCUAL, ESTARÉ EN PIE, O ME TENDRÉ QUE ARRODILLAR

Génesis 22,1-18; Éxodo 14,15-15,1; Ezequiel 36,16-28; Romanos 6,3-11; Marcos 16,1-7

HABLA LA PALABRA: Las cuatro liturgias

Cada una de las cuatro liturgias de la Vigilia Pascual constituye una oportunidad para encontrarse, personal y comunitariamente, con el Resucitado.

  • Con la primera liturgia, la de la luz, tenemos la oportunidad de disipar las oscuridades del alma, disipadas con Cristo Luz representado en el Cirio Pascual.
  • La segunda liturgia, la de la Palabra, nos da la oportunidad de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la verdad de la historia como historia de la Salvación: desde la creación, pasando por la liberación del Pueblo elegido, hasta la venida en carne del Hijo de Dios, su vida, pasión, muerte y Resurrección, en la memoria del encuentro de la tumba vacía y las apariciones del Resucitado.
  • Con la tercera liturgia tenemos la oportunidad de morir y resucitar con el Resucitado, o de renovar que un día lo hicimos, por el Bautismo.
  • Con la cuarta y última liturgia tenemos la oportunidad de celebrar, como los testigos de la Resurrección, la fracción del Pan, donde Jesús se hace presente.

HABLA EL CORAZÓN: No se quedaron a la puerta

  • Como explica la profesora María del Pilar Siveira, “cada pascua es una invitación a pasar de situaciones de muerte en la que nos vemos implicados por el ejercicio de nuestra libertad, a situaciones de vida, que nos hacen mejores personas”.
  • Por eso “aquellas mujeres discípulas la mañana de la resurrección nos demuestran que entrar en la tumba es una decisión personal (cfr. Mc. 16, 1-8). Podemos quedarnos en la puerta paralizados por el miedo y elucubrando situaciones ficticias, o avanzar, dar un paso venciendo el miedo y entrar para comprobar lo que había dentro, lo que sucedió, que en este caso ellas testificaron que el cuerpo de Jesús muerto no estaba allí”.
  • Y, “en la oscuridad y en el silencio de la tumba se produce un acontecimiento de vida, la resurrección (…) Las mujeres fueron las primeras testigos de este acontecimiento y a una mujer, Marta, Jesús le revela su identidad: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá y quien vive y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11,25-26).
  • Por eso, “para vivir esta experiencia en nuestra situación actual, sigamos los pasos de las discípulas que con amor y fe decidieron entrar en la tumba, tocar lo que había allí y comprobar que es posible pasar de la muerte a la vida”.

HABLA LA VIDA: Puedo imaginarme

“La canción de mi padre” (2018) es una película sobre la necesidad de ser amados y descubrir el amor de Dios, que es eterno. Esta basada en la historia real de Bart Millard, el vocalista del grupo de música de Estados Unidos MercyMe, que escribió la canción «I can only imagine» (“Puedo imaginarme”), sobre la conversión de su padre, su muerte y la esperanza en el Cielo. Ninguna otra canción cristiana ha tenido tanto éxito como ésta. Bart Millard dice que la melodía le costó diez minutos, y la letra otros diez, pero fue el fruto de toda una vida.

Bart Millard sufrió mucho de niño, porque su padre se portaba mal tanto con él como con su madre. Esconderse a escuchar esa música fue una fuente de paz para Bart, un refugio para cuando su madre abandone el hogar. Bart crece y busca su lugar. Una lesión le bloquea el mundo del deporte. Cuando llega a la Universidad le invitan a formar parte del coro, llegando un día a preguntarse: «¿esperan que cante ‘aleluya’?» No sabía entonces que lo más importante en su vida iba a ser una canción que canta el aleluya. Bart se sintió acogido por otros jóvenes cristianos, incluyendo su grupo pequeño de oración. También por grupo muscial, MercyMe, que combina canciones mundanas de rock con algunas canciones cristianas, de rock o balada. Su primera canción fue “Never alone” (“Nunca solos”), en la que canta que sólo Dios puede llenar ese deseo de plenitud y curar las heridas.

El padre de Bart se convierte a Cristo y confiesa: “veo que, si Dios puede perdonar a otros, me puede perdonar a mí. Es Bart al que le cuesta perdonar, lo entenderá cuando vea que el tiempo que les queda va a ser limitado”.

Al final, Bart, no sólo perdona a su padre, sino que, a partir de su fallecimiento, tras sufrir un cáncer, encuentra su esperanza en la promesa de Jesús: Dios nos tiene preparado un lugar en el cielo: Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros (Jn. 14, 1-3). Por eso canta: Rodeado de tu gloria, que sentirá mi ser. Danzaré por ti mi Cristo, o en silencio quedaré. Estaré de pie en tu gloria, o me tendré que arrodillar. Cantaré Aleluya, quizás aun ni pueda hablar.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid