En el 60 aniversario de la apertura del Vaticano II, Francisco presidió una Misa en la Basílica de San Pedro, redescubriendo su actualidad: «¿Cuántas veces hemos preferido ser ‘fans de nuestro propio grupo’ en vez de servidores de todos, progresistas y conservadores en vez de hermanos y hermanas. El Señor no quiere que seamos así”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – 10 de octubre 2022.-  Evitar la tentación de «anteponer nuestras agendas al Evangelio» y volver a mirar a la Iglesia «con ojos enamorados de Dios». Este es el legado del Concilio Vaticano II que hoy  la Iglesia está llamada a vivir, superando las polarizaciones, afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa que presidió esta tarde en la basílica de San Pedro, en memoria de la apertura del Concilio que hace exactamente 60 años -el 11 de octubre de 1962- reunió a los obispos de todo el mundo convocados por san Juan XXIII.

Para hablar sobre el Concilio, el Papa Francisco partió de su fuente, que es precisamente la pregunta que Jesús le hace a Pedro después de su Resurrección: ¿me amas? (Juan 21:15). “El Concilio Vaticano II -explicó- fue una gran respuesta a esta pregunta.  Fue para reavivar su amor que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.

“Ni el progresismo que se adapta al mundo ni el tradicionalismo que añoran un mundo pasado -prosiguió- son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen sus propios gustos y sus propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús le pidió a Pedro”. Por eso el Papa Francisco ha pedido volver «a las fuentes límpidas del amor del Concilio», reencontrar «la pasión del Concilio y por el Concilio», conscientes de que «una Iglesia enamorada de Jesús no tiene tiempo para conflictos, venenos y polémicas. Dios nos libre de ser críticos e intolerantes, amargados e iracundos”.

Pero Jesús también le dice a Pedro: «Apacienta mis corderos». “Le asigna un nuevo oficio -observó el pontífice- el de pastor, que nunca había ejercido. Y es un punto de inflexión, porque mientras el pescador toma para sí, atrae hacia sí, el pastor vive con su rebaño, alimenta a las ovejas, se encariña con ellas. No está arriba, como el pescador, sino en medio”. Y esta es precisamente la segunda mirada que enseña el Concilio: “estar en el mundo con los demás y sin sentirnos nunca por encima de los demás; llevar la buena noticia del Evangelio a la vida y en las lenguas de los hombres, compartiendo sus alegrías y sus esperanzas”. “Qué actual que es el Concilio -añadió el Papa-, nos ayuda a rechazar la tentación de encerrarnos entre las paredes de nuestras comodidades y convicciones, para imitar el estilo de Dios”. Porque «la Iglesia no ha celebrado el Concilio para contemplarse a sí misma, sino para entregarse». Se trata, entonces, de volver al Concilio “que redescubrió el río vivo de la Tradición sin estancarse en las tradiciones; que ha reencontrado la fuente del amor no para quedarse en la cima, sino para que la Iglesia descienda hacia el valle y sea canal de misericordia para todos. Volvamos al Concilio para salir de nosotros mismos y vencer la tentación de la autorreferencialidad”.

“Apacienta – prosiguió Francisco – le repite el Señor a su Iglesia; y apacentando, supera las nostalgias del pasado, el lamento por la importancia perdida, el apego al poder, porque tú, santo Pueblo de Dios, eres un pueblo pastoral: no existes para apacentarte a tí mismo, sino para apacentar a los demás, a todos los demás, con amor Y, si es justo dedicar una atención especial, que sea a los predilectos de Dios: a los pobres, a los descartados”.

Y el último aspecto fundamental de esta herencia: Jesús le pide a Pedro que apaciente «mis corderos», «no se refiere sólo a algunos, sino a todos». Porque la Iglesia no puede ceder «a la tentación de la polarización». “Cuántas veces, después del Concilio – recordó Francisco – los cristianos se han esforzado por elegir a una parte de la Iglesia, sin darse cuenta de que están desgarrando el corazón de su Madre. Cuántas veces los cristianos se empeñaron por elegir una parte en la Iglesia, sin darse cuenta que estaban desgarrando el corazón de su Madre. Cuántas veces se prefirió ser “hinchas del propio grupo” más que servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas, “de derecha” o “de izquierda” más que de Jesús; erigirse como “custodios de la verdad” o “solistas de la novedad”, en vez de reconocerse hijos humildes y agradecidos de la santa Madre Iglesia.. El Señor no nos quiere así, nosotros somos sus ovejas, su rebaño, y sólo lo somos juntos, unidos”.