Infomadrid.- Santiago Tedeschi-.

La parroquia de San Juan de la Cruz acogió ayer la primera sesión del X Ciclo de Conferencias para Evangelizadores, organizado por varias delegaciones episcopales de la Archidiócesis de Madrid. La ponencia, titulada «La Iglesia, misterio de comunión», fue impartida por Gabriel Richi Alberti, catedrático de Teología Sistemática (Eclesiología) y coordinador del Bienio de Teología Dogmática en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD).

Durante su intervención, el profesor Richi subrayó la importancia de redescubrir la profundidad del término comunión, una expresión que, según advirtió, corre el riesgo de perder fuerza a fuerza de repetirse sin detenerse en su significado más hondo.

Para ello, propuso un recorrido teológico a partir de tres textos clave: la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe La noción de la comunión (1992), la relación final del Sínodo de los Obispos de 1985 y la exhortación apostólica Christifideles Laici (1988) de san Juan Pablo II.

«El concepto de comunión —recordó citando el primer documento— expresa el núcleo profundo del misterio de la Iglesia y puede ser una clave de lectura para una renovada eclesiología católica». A la vez, insistió en la necesidad de integrar esta categoría con otras como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y sacramento, para evitar visiones parciales o incompletas.

El ponente explicó que la eclesiología de comunión, propuesta por el Concilio Vaticano II y reafirmada por el Sínodo de 1985, muestra la Iglesia como un misterio que nace del don de la vida trinitaria y se manifiesta en la historia como sacramento universal de salvación. «No somos cristianos por seguir unas doctrinas o normas morales —afirmó—, sino por el encuentro con una Persona, con Jesucristo. Eso es lo que significa que la Iglesia sea sacramento: el lugar histórico del encuentro con Él».

Richi articuló su exposición en torno a tres preguntas fundamentales: quién es la Iglesia, para qué existe y cómo acontece. A la primera respondió recordando que la Iglesia «no es ante todo una institución, sino un sujeto formado por los fieles cristianos». A la segunda, que su misión es «ser el signo y el instrumento del encuentro de todos los hombres con Cristo». Y a la tercera, que la Iglesia acontece precisamente «como comunión», un don que brota del mismo Dios y que «no se construye, sino que se recibe y se custodia».

«La comunión —añadió— tiene su fuente en la vida trinitaria y se nos comunica por la Palabra y los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana». Por eso, custodiar la comunión «es cuidar el don que nos precede y que nunca desaparece del todo, aunque pueda ser herido».

Finalmente, el teólogo destacó que esta comunión se traduce en la vida concreta de la Iglesia como una trama de relacionesentre los fieles, vivida en participación y corresponsabilidad. No se trata, dijo, de cuestiones organizativas, sino del modo en que la gracia recibida en los sacramentos se convierte en comunión real entre los creyentes. El ponente concluyó señalando dos actitudes esenciales para cuidar la vida de comunión: una estima a priori por el otro, y una permanente disponibilidad a la conversión hacia «el testimonio más verdadero de Cristo que vive entre nosotros».

El Ciclo de Conferencias para Evangelizadores continuará el próximo jueves, 30 de octubre, con la segunda sesión, titulada «El desafío de la comunión en la Iglesia», que será impartida por Antonio García Rubio, coordinador de la Comisión Diocesana de Comunión Eclesial.