VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B): INCÓMODOS

Números 11,25-29; Santiago 5,1-6; Marcos 9,38-43.45.47-48

HABLA LA PALABRA: Conversión, oración, humildad, y coherencia

La Palabra de Dios, una vez más, nos habla de la misión profética del cristiano, y nos explica que identifica a los profetas:

  • Profetas son aquellos de los que se sirve el Eterno Padre para decirnos verdades como puños, como el Apóstol Santiago, que anuncia la desgracia para aquellos que acumulan riquezas corruptibles, vestidos apolillados, y oro y plata herrumbrados.
  • Profetas son aquellos que, como el salmista, libres de toda arrogancia, saben que “la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma”, y la proclaman con su palabra y con su vida, porque “el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante”.
  • Y profetas son también todos aquellos que, aunque no encajen para nada en los cánones establecidos, nos incomodan, como Josué le hace ver a Moisés (en la primera lectura del libro de los Números), o Juan a Jesús (en el Evangelio de Marcos). Cuando tanto Moisés como Jesús coinciden en reconocerlos, porque “el que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

HABLA EL CORAZÓN: Escándalo malo, escándalo bueno

De hecho, vemos que, en el Evangelio de hoy, aunque no les atribuya explícitamente estos adjetivos, Jesús nos habla de dos tipos antagónicos de escándalo: el escándalo bueno, y el escándalo malo.

  • El escándalo malo es el de los que viven de un modo totalmente contrario a lo que predican (los falsos profetas), por lo que “más le valdría que les encajasen una piedra de molino y los echasen al mar”.
  • El escándalo bueno, en cambio, es el de los profetas que nos escandalizan porque desmontan nuestras contradicciones. No son los que nos recuerdan que erramos en aquello que sabemos y admitimos que erramos, sino que nos muestran que erramos en aquello de lo que ni de lejos estamos dispuestos a reconocer que erramos.
  • El escándalo bueno es el que desmorona nuestras seguridades y
    • nos hace dudar de nuestras certezas,
    • cuestiona nuestros hábitos,
    • desvela nuestras miserias,
    • despierta nuestras conciencias.

HABLA LA VIDA: Santa Catalina de Siena

  • Catalina de Siena nace en Siena en 1347. A los reyes les recordaba que debían mantener “la santa y verdadera justicia”, haciéndose “padres de los pobres”. Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales. Ante el escándalo de su anti-testimonio, ella respondió con el escándalo que para aquel entonces suponía que una mujer les corrigiese.
  • Aviñón era residencia de los Papas desde hacía 67 años. Las guerras intestinas en Europa, y especialmente en Italia, llevaron al pontífice a huir de Roma para pedir protección al rey de Francia. Cuando, a la muerte de Gregorio XI, fue elegido Urbano VI, los cardenales huyeron de Roma. Se reunieron de nuevo en cónclave y eligieron por unanimidad antipapa al cardenal Roberto de Ginebra, primo del rey de Francia. Tomó el nombre de Clemente VII y partió para Aviñón.
  • Europa se dividió en la obediencia a dos Papas. La gente no sabía a quién de los dos obedecer. Incluso algunos santos, como san Vicente Ferrer, se adhirieron a Aviñón. Allí, en 1376, una joven dominica se presenta a las puertas exigiendo ver al Papa. Se había hecho preceder por cartas en las que pedía, con un dulce descaro, al Santo Padre que regresara a la diócesis de Pedro, a Roma.
  • La religiosa reprochaba al Sumo Pontífice que mantuviera el Papado en el exilio. Lo hacía con la fuerza de la ternura: “Yo os digo, dulce Cristo en la tierra, de parte de Cristo en el Cielo…” Así comenzaba siempre sus misivas en las que exigía a Gregorio XI el mayor sacrificio que podría pedirle en su vida: regresar a Roma.
  • Catalina de Siena fue entonces el único nexo de diálogo entre todas las partes. Desde la cátedra de sus innumerables cartas exigió a unos y a otros la unidad por encima de todo. Cuando murió Catalina de Siena en 1380, la Iglesia seguía desgajada. Sin embargo, el diálogo que emprendió culminaría más tarde con la reunificación.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.