CUARTO DOMINGO DE PASCUA: IGLESIA DE JESÚS

Hechos 13,14.43-52; Apocalipsis 7,9.14b-17; Juan 10,27-30

HABLA LA PALABRA: ¿Qué es la Iglesia?

  • Iglesia de valientes: En los Hechos de los Apóstoles vemos “como se les gastaban” los primeros cristianos: lo anunciaban tanto en las Sinagogas a los judíos que no aceptaban a Jesús como el Mesías, como a los gentiles, sufriendo persecución por ello, pero llenos de alegría. Como nos ha dicho el Papa Francisco, “no le tenían miedo ni a nada ni a nadie”.
  • Una muchedumbre gloriosa: Lo veremos al final de los tiempos como lo ve san Juan en el Apocalipsis: una muchedumbre inmensa, de toda raza y nación, vestidos con las vestiduras blancas que nos pusieron en nuestro bautismo, provenientes de la tribulación del mundo, por luchar por la paz y la justicia; y triunfantes en el Reino de Dios, donde Dios mismo enjugará las lágrimas de nuestros ojos (¡Tal vez esta lectura en nuestro mundo lleno de aparentes satisfacciones no nos emocione mucho, pero si vierais como en ella encuentran los empobrecidos fuerza y esperanza para luchar!)
  • Un pueblo, un rebaño: En el salmo 99 hemos dicho sin rubor dos cosas que chirrían a muchos: que somos un pueblo, no una mera agrupación. Y que somos un rebaño: no porque no tengamos dignidad, libertad y autonomía personal (los valores que se suelen presentar contrarios al símil bíblico del Pastor y su rebaño), sino porque buscamos juntos las fuentes de nuestra vida y el camino de Dios para con nosotros, y porque Cristo Jesús es, como nos dice el Evangelio, nuestro buen Pastor: un Pastor vigilante que nos protege de todo mal, que nos conduce a las fuentes de la vida, que no dejará que nadie nos arrebate de su comunión. El Pastor de un rebaño de hombre libres, que escuchan su voz y le siguen. Nadie esta obligado a seguirle ni a formar parte de esta comunión. Pero por libre, sin ella, sin el rebaño, no podemos seguirle.

HABLA EL CORAZÓN: ¿Cómo ser Iglesia?

  • En la Iglesia todos participamos también de la misión pastoral de la Iglesia, es decir, ayudamos a Cristo a ser nuestro Pastor: los obispos, los sacerdotes, por ministerio sagrado… los laicos, como co-responsables de la comunidad cristiana, especialmente en el ejercicio del servicio de la maternidad y la paternidad, de la educación y de la catequesis.
  • Para todos nosotros, como pueblo de Dios, seguir al Buen Pastor comporta unas opciones vitales muy precisas:
  • Amar a la Iglesia. Amarla con pasión, con sus grandezas y sus méritos, que no son pocos; con sus pecados y miserias, que son los de todos nosotros; pero sabiendo que es el barco seguro para no perecer en la tribulación, en las tormentas de la vida, y llegar al buen puerto de Dios.
  • Estar unidos al Papa, al obispo, al párroco: a su magisterio y a su solicitud por la Iglesia: ellos, como el Buen Pastor, están, como le gusta decir al Papa Francisco, delante nosotros, para guiarnos, a nuestro lado, para que no nos perdamos, y detrás, para seguirnos…
  • Vivir la experiencia concreta de la comunidad cristiana: en la Parroquia, en el Movimiento Eclesial, donde sea… pero en comunidad. Libres pero no por libre.

HABLA LA VIDA: ¿Cómo saber que somos Iglesia? 

San Ignacio de Antioquía fue discípulo directo de San Pablo y San Juan. Segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía; El primero en llamar a la Iglesia «Católica». Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio el año 107, en tiempos del emperador Trajano. En su viaje a Roma, escribió siete cartas, dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana.

San Ignacio de Antioquía nos lo explicó con dos recomendaciones muy sencillas y muy hermosas: “Cuando frecuentemente os reunís en común, queda destruido el poder de Satanás, y por la concordia de vuestra fe queda aniquilado su poder destructor (…) Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y a los presbíteros, como a los apóstoles…. El que honra al obispo, es honrado de Dios. El que hace algo a ocultas del obispo, rinde culto al diablo: todo con el obispo, nada sin él”.