PARA EL DOMINGO VII DE PASCUA CICLO C (17 MAYO 2015)

1.- En el Domingo de la Ascensión del Señor, escuchamos su mandato más acuciante: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio. Es un mandato que adquiere tonos especiales para la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

2.- En las lecturas que hemos escuchado se nos explica como el Reino de Cristo, sentado a la derecha del Padre, tiene que ver con nosotros:

  • En los Hechos de los Apóstoles queda bien claro que el Reino de este mundo menguará ante el Reino de Dios, y que aunque no nos toque a nosotros saber el día y la hora en el que el cambio de un reino por otro sea completo, si que nos toca ser testigos del nuevo Reino, porque para ello hemos recibido la fuerza del Espíritu Santo.
  • Y en el relato de la Ascensión, los Hechos de los Apóstoles nos dejan una sentencia que ha acompañado siempre la conciencia del cristiano tentado de sustituir el compromiso cristiano (transformar el mundo según la ley del cielo) por la devoción (quedarse sin más mirando al cielo).
  • En el salmo 46 se nos muestra la fuerza del Reino de Cristo, que reina sobre todas las naciones.
  • Pero mucho más aún en la Carta de San Pablo a los Efesios, donde se nos dice que sentado a la derecha del Padre, quedan aplastados bajo sus pies todos los principados, potestades, y dominios de este mundo.
  • El Evangelio de Marcos nos revela cual es nuestra misión en la implantación de su Reino, la del anuncio de Cristo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Una proclamación que va unida:
  • Al testimonio de la caridad (curar a los enfermos de toda dolencia)
  • Y la batalla con los poderes del maligno (echar demonios en su nombre). Si el Reino de Dios es reino de justicia, de amor y de paz, es obvio que estamos llamados a echar los demonios de la injusticia, el desamor, y la violencia.

3.- Hoy celebramos la 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (única jornada impuesta por el Concilio Vaticano II en su decreto Inter Mirifica). El mensaje del Papa Francisco de este año lleva por título “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”, el Santo Padre hace una reflexión sobre la llamada que todos tenemos a comunicar animados por la caridad.

  • Así, el Papa desea que “las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio”. Invita también a “descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades”.
  • Por otro lado, el Santo Padre pide que “el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos”. Precisa que las palabras y gestos duros y moralistas “corren el riesgo de hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa”. El Papa escribió este documento hace meses, pero en los últimos días son muchos los que se han escandalizado de que su exhortación apostólica Amoris Laetitia precisamente porque rompe la lógica que separa netamente a virtuosos y pecadores, y usa el lenguaje provocativo de la misericordia.
  • Asimismo explica lo fundamental que es escuchar: “La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores”.

4.- Como testimonio de santo periodista, tenemos en Espala al beato Manuel Lozano (“Lolo”, como era conocido en Jaén):

  • Su obligada postración por la enfermedad por el dolor no le impidió realizar este empeño, sino que lo reforzó con la credibilidad que para el anuncio cristiano aporta su vivencia personal de la identificación con Cristo sufriente.
  • Tenía una extraordinaria capacidad de vida contemplativa que hacía que en sus escritos periodísticos y libros siempre reflejara no sólo la verdad de los hechos, sino también la verdad del hombre, a imagen de Jesucristo.
  • En su famosa oración por los periodistas, encontramos hermosas sugerencias para la oración por nosotros, pues todos, de algún modo, somos comunicadores:

Señor: Pon en la frente de todos los que escriben, una proa que enfile el buen puerto que eres, y asegura a su nave un paisaje completo de obreros y operarios, estudiantes y madres, profesores y chicas.

Que su poso de ciencia tenga el espejo al fondo de tu sabiduría.

Que cuando las masas griten y suenen puñetazos en las cafeterías, él hable con un vaso en la palma y el agua esté serena como la faz de un lago.

Si un milagro hace falta sea en los teclados, se les vaya pintando la imagen de su hijo o la de los amigos.

Que si de pronto se hace en el mundo un silencio porque hacen falta normas, su corazón sea bravo para decir la palabra; que sea clara y rotunda y, sobre todo, justa.

Le negarás el sueño, como también la sal y el pan de cada día, si sólo él puede hablar y calla por cobarde.

Tendrá que poner «robo» o «compasión», o «hambre», y lo dirá sin tentarle la bolsa o el ascenso, el susto o la amenaza.

Que de sus labios broten consejos como fuente de pueblo, que mana día y noche.

Si alguna ración doble hay que dar de optimismo, de amor y de esperanza, escánciala sobre ellos. Mensajeros de fe y de alegría.

Y que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga.