Archimadrid.- José Antonio Álvarez y Vicente Martín ya son, a partir de este sábado, 6 de julio, nuevos obispos auxiliares de Madrid. Más de un millar de fieles llenaron este sábado la Catedral de la Almudena para ser testigos de su ordenación episcopal. Incluso una hora antes de la celebración, en la Catedral de la Almudena ya se respiraba un ambiente de solemnidad, emoción y gratitud, que se extendía entre todos los fieles presentes. Además, el coro de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena ha embellecido la celebración con los cantos.
En un ambiente cargado de cariño, emoción y agradecimiento, la ceremonia, marcada por una cuidada liturgia y la solemnidad propia del momento, congregó a más de 250 sacerdotes y cerca de 70 obispos que, junto a otras autoridades eclesiásticas y civiles, se han unido en esta significativa celebración. Han sido muchos los familiares y amigos que han acompañado a los nuevos prelados en este día tan especial para ambos. En el caso de don José Antonio, madrileños, y en el caso de don Vicente, llegados desde su tierra, Extremadura.
Tras la homilía del arzobispo de Madrid, la ceremonia ha continuado con la súplica litánica y la imposición de manos. El cardenal José Cobo, ordenante principal de la ceremonia, ha impuesto en silencio las manos sobre la cabeza de los nuevos prelados. Luego, también lo han hecho José Rodríguez Carballo, arzobispo de Mérida-Badajoz y Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid. Por último, todos los demás obispos les han impuesto las manos en un momento de absoluto silencio y emoción en la Catedral de la Almudena.
Seguidamente, el cardenal Cobo ha impuesto el libro de los Evangelios abierto sobre la cabeza de los nuevos obispos auxiliares en otro momento cargado de solemnidad: «Infunde ahora sobre estos tus elegidos, la fuerza que de ti procede: El espíritu de gobierno que diste a tu amado Hijo Jesucristo. Y él, a su vez, comunicó a los santos apóstoles, quienes establecieron la iglesia como santuario tuyo en cada lugar, para gloria y alabanza incesante de tu nombre». Tras la entrega del libro de los Evangelios, del anillo, de la mitra y del báculo, y después de un cálido y emotivo aplauso de los asistentes en la catedral, la celebración ha continuado con la Liturgia Eucarística.
Antes de finalizar la celebración, visiblemente emocionados, han recorrido la nave de la Catedral bendiciendo a los presentes. Durante su alocución final, José Antonio Álvarez y Vicente Martín, ya obispos auxiliares de Madrid, quisieron enviar su primer mensaje al Pueblo de Dios que deseaba escuchar sus primeras palabras. Un único discurso leído por ambos que bien expresó sus sentimientos en este día, uno de los más importantes de sus vidas. El discurso empezó citando unas palabras del apóstol San Pablo a su «fiel amigo y discípulo Timoteo»: “Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio” (1Tim. 1, 12).
Los nuevos obispos auxiliares de Madrid también se acordaron de todos aquellos «que han ido sembrando la semilla del Amor divino» en sus vidas y agradecieron el amor y el cariño de sus familias, «verdaderos hogares donde Vicente y yo fuimos aprendiendo a reconocer la obra de Dios que es siempre generosa, desmedida y paciente. Donde crecimos sintiéndonos queridos, acompañados y respetados». Asimismo, también se acordaron de la «entrega de tantos hombres y mujeres» que les acompañaron y enseñaron «la verdadera sabiduría de la vida, aquella que nos fue seduciendo y haciendo comprender que hay más alegría en dar que en recibir».
La diócesis de Mérida-Badajoz y la de Madrid también fueron protagonistas en su discurso, «iglesias particulares en las que fuimos creciendo y aprendiendo a reconocer a un Dios vivo y verdadero, que se interesa por los hombres y cuenta con ellos, para seguir haciendo presente su Reino en el mundo. Gracias porque en ellas recibimos la compañía y ayuda de muchos testigos de la fe: sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos, que nos enseñaron a fiarnos del Señor».
«Hoy también somos testigos, como el apóstol, de un Dios que se fió de nosotros. Sabiendo de nuestra pobreza, de nuestro barro y pequeñez, ha manifestado su gran bondad y misericordia al confiarnos este ministerio y poder así ser instrumentos suyos en medio de vosotros», subrayaron los nuevos obispos auxiliares de Madrid.
Al final de los agradecimientos, José Antonio Álvarez y Vicente Martín recordaron la confianza del Papa Francisco, la llamada del cardenal José Cobo, y el aprendizaje que ahora tendrán la posibilidad de experimentar con sus «hermanos mayores», Jesús Vidal y Juan Antonio Martínez Camino. Pero también tuvieron unas palabras para todos los obispos presentes, «de quienes tanto hemos recibido y a quienes necesitamos seguir mirando para ser dóciles a la obra del Espíritu» y para todas esas parroquias, instituciones y movimientos «en los que hemos servido intentando dar lo mejor de nosotros, como el Seminario, Cáritas, la Conferencia Episcopal Española, Manos Unidas, Encuentro Matrimonial y Cursillos de Cristiandad.
‘Dios es amor’ y ‘Sígueme’ son los dos lemas episcopales y José Antonio Álvarez recordó que el suyo – ‘Sígueme’ – es «una invitación a caminar junto a vosotros, reconociendo el Don de nuestra vocación bautismal y queriendo manifestarlo al mundo viviendo la alegría del Evangelio». Y es lo que le pedía también el Santo Padre hace unas semanas cuando tuvieron la oportunidad de saludarle: «No perdáis la alegría».
Con esa misma alegría, los dos nuevos obispos auxiliares vienen a sumar: «Nos incorporamos con ilusión y sueños en el proyecto evangelizador diocesano». «Soñamos poner, ante todo, en el centro de nuestra vida y ministerio al Dios que nos ha llamado para aprender a ver la humanidad, esta sociedad madrileña con su misericordia y abrazar el mundo con la esperanza del Evangelio. Ser Iglesia de la Pascua, abriendo caminos de esperanza, allí donde sea necesario», subrayaron los dos obispos.
El segundo sueño es caminar con toda la diócesis desde «la escucha, el diálogo y el discernimiento para descubrir juntos qué nos dice hoy el Espíritu y seguir llevando la luz del amor de Dios a todos los rincones y periferias, descubriendo entre todos el paso de Dios. Caminar juntos, soñar juntos y construir juntos es uno de nuestros retos. Ser Iglesia misionera y sinodal, Iglesia en camino, redescubriendo la vocación común bautismal y profundizando en nuestro ser comunidad cristiana en medio de una sociedad cada día más individualista y desvinculada».
Y, por último, el tercer sueño: «Soñamos con el Reino de la paz, la justicia y la fraternidad en un mundo lleno de sombras, donde la dignidad humana está en crisis a causa de las guerras y las crecientes polarizaciones, del drama de las migraciones forzadas, de la precariedad laboral, de la violencia por los abusos y el deterioro de la casa común».
Una hoja de ruta, para construir una fraternidad abierta y universal, que tiene que empezar por los pobres y los excluidos, preferidos del Señor: «La caridad cristiana no entiende de fronteras, solo de compasión y dignidad, tiende puentes y acorta distancias. Queremos escuchar el grito de los más pobres porque en ellos escuchamos los gritos del Dios que sigue viendo, escuchando y sintiendo el clamor de su pueblo. Ser Iglesia acogedora, samaritana y fraterna».