Infomadrid.- Begoña Aragoneses

Hace 15 años, Elisabeth Chuquipiondo decidió ella misma poner en marcha un proyecto de catequesis para niños con discapacidades intelectuales muy acusadas. El objetivo era que ninguno se quedara sin conocer a Jesucristo y sin acceso a los sacramentos. En realidad, Proyecto NAIM se fundó por su hijo, con un autismo severo y en la actualidad once parroquias madrileñas imparten catequesis adaptada.

Hoy Giancarlo está a punto de cumplir los 18 años y ha sido uno de los catequistas que ha participado en el Jubileo de los Catequistas celebrado estos pasados cuatro días en Roma. «Sí, mi hijo es catequista», afirma su madre, «solo con su presencia y sus dificultades ya evangeliza». Elisabeth se dio cuenta de esto porque mucha gente en Misa se le acercaba para decirle que «qué bien que traes a tu hijo a la iglesia» o «voy a rezar por vosotros».

Madre e hijo volaron a Roma junto a otros 50 catequistas en una peregrinación organizada por la Delegación Episcopal de Catequesis de la diócesis de Madrid, con Manuel Bru, el delegado, a la cabeza. Un viaje al que también ha acudido el coordinador de la Comisión Diocesana de Atención a Personas con Discapacidad de la diócesis de Madrid, Javier Medina.

A pesar de ser italiana, Elisabeth no había ido a Roma desde el año 2000, cuando se celebró el último gran Año Santo en la Iglesia universal. Ha encontrado la ciudad «muy cambiada», reconoce, aunque para ella ha sido una experiencia imponente de eclesialidad. «Estar con catequistas de todo el mundo —20.000 según la organización— es algo que difícilmente se va a volver repetir».

Especialmente importante para ella fue el encuentro que tuvieron con obispos españoles, en el que «nos dieron claves» para catequizar al estilo de los primeros cristianos, alejándose «del modernismo imperante». «Con todo lo que hay ahora, se trata de volver a lo que es verdaderamente el cristianismo de Jesucristo» incidiendo en la persona. No tanto, aclara, con contenidos teóricos, sino atender realmente «qué necesita esa persona sin olvidar, sobre todo, rezar por ella».

Una atención que será no solo a los catecúmenos, sino también a sus familias: «Vienen ya heridas por la sociedad y en ocasiones, por la propia Iglesia». Hablaron de cómo, en una catequesis muy individualizada como ya lo es la de las personas con discapacidad —«aunque si es en grupo mejor»— se puede atender cada caso concreto de una mejor manera. «Se trata de rezar por ellos, ponernos en los zapatos de esas personas y ver qué quiere esa familia para su hijo».

Días muy vividos

La peregrinación de los catequistas madrileños se ha prolongado desde el jueves 25 de septiembre hasta el domingo 28 de septiembre. «Han sido días muy vividos», destaca Elisabeth, en los que «hemos dormido muy poco»; días «de penitencia», porque esto no ha sido una «peregrinación turística», porque ha habido que cargar con la cruz de cada uno, como muestra plásticamente la foto en la que Giancarlo y Elisabeth cogen la cruz jubilar.

Pero «este jubileo ha sido el de la esperanza y yo he vuelto también con esa motivación, en un mundo en que la juventud y la familia ha perdido la esperanza en muchas cosas». Además, «que la Iglesia se preocupe por las personas con discapacidad nos da alegría y esto, unido a la esperanza, me motiva para hacer muchas cosas».

Confiesa Elisabeth que ahora tiene que reposar y repensar lo vivido, sobre todo las palabras del Papa León XIV en la homilía de la Misa jubilar del domingo acerca de «transmitir el Evangelio a los más pequeños». «Tengo mucho deseo —expresa Elisabeth— de transmitir lo que he vivido». También tiene claro que, una vez más, «Giancarlo también ha dado su testimonio con su presencia». «No se perdió nada; para un autista, esto que ha hecho es impensable».