La liturgia de la Palabra nos ofrece tres verdades de nuestra fe que son fuente de esperanza, en este día solmene del Bautismo del Señor:

  • La primera, que Dios nos libera de toda esclavitud. El Profeta Isaías lo refiere al prometido por Dios Padre sobre el que ha puesto su Espíritu:
  • No será un libertador violento: o gritará, no clamará, no voceará…
  • Será enormemente indulgente: La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.
  • Implantará el derecho en la tierra: siendo luz de las naciones.
  • Y traerá la libertad: abrirá los ojos de los ciegos, sacará a los cautivos de las prisiones, y de las mazmorras a los que habitan en tinieblas.
  • La segunda que el Señor nos mostró la gran bondad de Dios:
  • Bendiciendo a su pueblo con la paz, hemos contestado con el Salmo 28, y no haciendo distinción alguna entre personas, pueblos y naciones, como hemos escuchado de los Hechos de los Apóstoles.
  • A través de su amadísimo Hijo: Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien…
  • La tercera, que, para que no quedase ninguna duda de que Jesús era el Mesías esperado, dejándose bautizar por Juan, el último de los profetas, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma y una voz del cielo proclamó: Este es mi hijo, el amado, el predilecto.

El bautismo de Jesús nos hace valorar aún más nuestro bautismo (bautizados en él) y el día de nuestro bautismo, el “cumple-bautizo”.

  • El Papa Francisco ha explicado tres cosas muy interesantes para tener en cuenta respecto a nuestro bautismo:
  1. Que por el bautismo el hombre se sumerge en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús: «Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos». De tal modo que «no es lo mismo un niño bautizado, que uno que no lo está» porque «el bautismo ayuda a reconocer rostro del señor en los necesitados y ayuda a perdonar».
  2. Que «nadie se puede bautizar pos sí solo», que el bautizo requiere de una tercera persona que lo dé. «Es una cadena de gracia, un acto de fraternidad», por lo que también es bueno recordar quienes fueron nuestros padrinos, y quien fue el sacerdote que nos bautizo para los que somos más mayores, si han fallecido pedir por ellos. Si viven, agradecérselo. Hasta que falleció, el Papa Francisco siempre llamaba al sacerdote que lo bautizo el día de su “cumple-bautizo”
  3. Que «aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento (ahora intentamos que los padres conserven tanto la vela del bautismo como la vestidura blanca, como recuerdo que luego el bautizado puede guardar), estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos. Por ello, el Papa ha invitado a acoger cada día la gracia del bautismo para hacerlo fructificar y ser cada vez más «signos del amor de Dios para todos».

Ya en el Concilio Vaticano II, hace 50 años, se decía que el problema de la Iglesia de hoy es que hace dos mil años se bautizaba a los convertidos, y ahora hay que convertir a los bautizados. Estamos llamados a renovar la experiencia de quienes, dóciles al Espíritu, reconocemos en Cristo al Salvador.

  • La conversión sigue llamando a la puerta de tantos nacidos y educados en la increencia. El periodista y ensayista André Frossard fue uno de los dirigentes del Partido Comunista francés y un ateo convencido. Pero en 1935 se convirtió al catolicismo. Su vida cambió cuando entró en una iglesia y vio la exposición del Santísimo Sacramento en el altar. Relata así ese encuentro: «Habiendo entrado a las 5:10 en una capilla del barrio latino de París para buscar a un amigo, me encontré saliendo a las 5:15 en compañía de una amistad que no era de esta tierra». Su principal obra se titula: “Dios existe, yo me lo encontré”.
  • Entrevistando en una ocasión a Natividad, una misionera en Haiti, me decía que los ahítanos son los hombres y mujeres más pobres del mundo, pero que en realidad son los más ricos: la fe en ellos hace que nos pierdan ni la alegría ni la esperanza.
  • La fe es abrazada como el gran tesoro que cuando se encuentra, uno es capaz de perderlo todo para nunca más perderla. Que también lo sea para quienes la hemos recibido desde niños (y siendo niños fuimos bautizados en ella) ¡Porque si perdiéramos la fe, perderíamos la esperanza, y el motor de la caridad!

HOMILÍA DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (2018)