TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A): CON TODO TU SER

Éxodo 22,20-26; 1 Tesalonicenses 1,5c-10; Mateo 22, 24-40

HABLA LA PALABRA: Shemà Israel

“Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”, es decir, toda la Sagrada Escritura. La que hoy hemos proclamado y la que escuchamos cada domingo en la Santa Misa del Día del Señor.

  • Ya en el libro del Éxodo la revelación genuina del Dios que libera a su pueblo es clara y extremadamente insistente: al Dios compasivo lo que más le importa es que los hombres seamos compasivos los unos para con los otros.
  • No hay amor al prójimo más hondo del que nace del amor a Dios, del que, como el salmista, exclama, “yo te amo Señor, tu eres mi fortaleza” (salmo 17),
  • Y no es posible amar a Dios, verdadera y sinceramente, “servir al Dios vivo y verdadero” como dice Pablo en su Carta a los Tesalonicenses, sino amando al prójimo.
  • Hasta los devotos judíos, que aún no han conocido la revelación máxima del amor de Dios manifestada en Cristo Jesús, tienen en el dintel de las puertas de sus casas la consigna que Jesús, interrogado por un fariseo, responde en el Evangelio que acabamos de escuchar: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser; y al prójimo, como a ti mismo”.

HABLA EL CORAZÓN: La triple dirección de la escucha y del amor

“Escucha Israel”, el Shemà, es para los cristianos (además de para los judíos, sus “hermanos mayores” como los llamaba San Juan Pablo II) una hoja de ruta para toda su vida, que por Jesús tomó en los dos verbos de la sentencia divina triple dirección:

  • Triple dirección en la Escucha: Dios nos pide que lo escuchemos, pero porque él nos escucha a nosotros primero (es siempre el primero en amar), y haciéndolo, nos enseña n sólo a escucharlo a Él, sino también a escuchar (atender, detener la mente y el tiempo, acoger, hacer el vacío, etc..) a los demás.
  • Triple dirección en el Amor: El Amarás al Señor con todo tu corazón, tu mente y tus fuerzas, es fruto de que Él primero, desde que nos soñó, nos ama con todo su corazón, su mente y sus fuerzas. Y a su vez, el mandato se trasforma, por manifiesta voluntad suya, en otro nuevo: “amarás al prójimo con todo tu corazón, toda tu mente, y todas tus fuerzas.

HABLA LA VIDA: El obispo amigo

Cuando el Cardenal Carlos Osoro llegó como obispo a Madrid (24 de octubre de 2014) se dirigió a esta comunidad diocesana hablándoles del amor de Dios: “os invito a todos a acoger el amor de Dios y a regalar el amor de Dios a todos los que nos encontremos por el camino de nuestra vida”. Y les mostró una especial inquietud: “No defraudemos a los hombres en este momento de la historia, que puedan encontrar las puertas abiertas de la Iglesia, para que puedan percibir que envuelve su vida la misericordia de Dios, que no están solos y abandonados a sí mismos, que tengan la gracia de descubrir en qué consiste el sentido de una existencia humana plena, iluminada por la fe y el amor del Dios vivo: Jesucristo nuestro Señor, muerto y resucitado, presente en su Iglesia”. Una Iglesia que “escucha a todos los hombres y siente una preocupación especial por quienes están más abandonados y excluidos, por lo más pobres, entre los que se encuentran también quienes no conocen a Dios”.

Cuentan del Cardenal Carlos Osoro que un día volviendo a pie de noche de una celebración parroquial a su casa, a la puerta se encontró a unos jóvenes un tanto ebrios haciendo un botellón que le increparon burlándose de él. Se acercó a ellos con gesto sereno y humilde y les dijo que no era su enemigo, sino su amigo, y que les invitaba a entrar en su casa. Se quedaron callados y aunque sorprendidos, no le hicieron caso. Pero uno de ellos volvió al día siguiente y preguntó por el obispo. Lo recibió y hablaron largo y tendido, y no una sola vez, sino muchas veces. Luego aquel joven entró en el Seminario.

Él siempre dice que nuestro único tesoro es el Evangelio, y que este es “claro, diáfano, contundente, firme, esperanzador, realista… y cambia el corazón”. Y también dice siempre que para el cristiano no existen los enemigos, porque para él todos son hermanos. Y a él, precisamente por su manera de ser, y por establecer diálogos fructíferos con todas las personas, sean cuales sean sus ideas o sus creencias, le han salido no pocos enemigos. Pero él no los considera y nos lo trata como tales, sino que ama a sus enemigos, convencido de que son hermanos suyos, hijos todos de un mismo Padre que quiere a sus hijos unidos, no enfrentados.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.