CARTA PASTORAL DEL CARDENAL CARLOS OSORO, ARZOBISPO DE MADRID (SEMANA SANTA 2020)
Por la pandemia del coronavirus, todos vivimos de alguna manera situaciones de dolor. Pero este Domingo de Resurrección celebramos el día en el que se han roto todas las cadenas de la muerte, porque Cristo ha ascendido victorioso del abismo. Aun en medio de las dificultades y el sufrimiento de estos momentos, vivamos en la alegría de la Resurrección, del triunfo sobre todo mal, también del triunfo sobre la muerte. Vivamos en la alegría que nace de sabernos queridos y amados por Dios. Celebremos todos los que hemos sido injertados en el misterio pascual de Cristo que hemos muerto con Él y hemos resucitado con Él, para reinar siempre con Él.
Apaciguad todo lo que pueda acontecer o suceder en vuestra vida. Escuchad, haced silencio, contemplad lo sucedido: ¡Jesucristo ha resucitado! Es una noticia que cambia todo. La vida y la historia tienen nueva dirección. Leed vuestra vida, la de los demás y todo lo que existe de una manera diferente. Hacedlo con el aliento del Amor que nos entrega Jesucristo Resucitado. Colmad la vida de esperanza. De esa esperanza que viene de Él. Probad la dulzura de su benevolencia. Tomad posesión de la fuerza que el Señor nos ha entregado con su Vida. Aclarad la mirada sobre todas las cosas y sobre los hombres con la luz que viene de Jesucristo. ¡Qué claridad!
En este sentido, os hago una propuesta como la hicieron los apóstoles desde el principio: haced a todos los hombres el anuncio de la Resurrección. Hacedlo así: «¡Ha resucitado, está vivo!». No compliquéis el anuncio. Cuanto más sencillamente lo hagáis y más os acerquéis a hacerlo de aquella manea sencilla y originaria, tanto más eficaz y convincente será.
La Resurrección de Cristo es, para el universo del espíritu, lo que fue, según una teoría reciente, para el universo físico la gran explosión inicial, cuando un átomo de materia empezó a transformarse en energía, poniendo en marcha el universo. Sin la Resurrección de Cristo, el ser humano y esta historia permanecen a oscuras, como permaneció a oscuras lo que en el principio existía, hasta que Dios dijo: «Hágase la luz». Así ha permanecido en la oscuridad todo hasta la Resurrección de Cristo. Sabed que cuanto existe y se mueve dentro de la Iglesia, sacramentos, palabras e instituciones, saca su fuerza de la Resurrección de Cristo.
¿Qué compromiso os pediría a todos en esta Pascua del año 2020? El mismo que tuvieron los discípulos primeros del Señor: comenzar de nuevo el camino, pero ahora con la novedad absoluta que trae la Resurrección de Cristo, sabiendo que hemos renacido, que todo ha sido regenerado. Y esto trae tal capacidad de esperanza. Dejadme decir que la Iglesia nace de un movimiento de esperanza y, cuando este movimiento falta, es señal de que no se cree del todo en la Resurrección de Cristo. Hoy hay que despertar en la Iglesia este movimiento de esperanza si queremos dar un nuevo impulso a la fe y transformar mundo necesitado de esperanza.
Os voy a contar algo que lo describió mejor un poeta creyente: las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) son como tres hermanas. La fe y la caridad son las hermanas mayores. La esperanza es la hermana menor y va en medio de las otras dos, dándoles la mano. Pareciera que las dos mayores llevan a la menor. Sin embargo, es todo lo contrario: es la esperanza quien tira de la mano de la fe y la caridad. No hay ninguna propaganda que pueda hacer tanto como la esperanza. Cuando se ataca la esperanza de los cristianos, se ataca algo esencial. La esperanza mueve a los jóvenes, a los mayores, a las familias. Regalar la esperanza es lo más hermoso que podemos hacer. Por eso el grito «¡Ha resucitado!» quiere decir que todo es diferente.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, Cardenal Osoro