FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO: APÓSTOL DE LOS GENTILES

Hechos 22,3-16; Marcos 16,15-18

HABLA LA PALABRA: Por el mundo entero

En los textos de la Sagrada Escritura en esta fiesta de la conversión de San Pablo, nos encontramos con dos escenas del Nuevo Testamento interdependientes:

  • La primera nos muestra la llamada del Hijo de Dios particular a Pablo de Tarso, una llamada providencial para el inicio de la Iglesia, pues de ella dependió la evangelización de los gentiles, es decir, de todos los pueblos, y no sólo de los israelitas, herederos de la promesa del Antiguo Testamento.
  • La segunda nos muestra la llamada del Hijo de Dios general a todos los apóstoles, y en ellos, a todos los discípulos, a ir por el mundo entero y anunciar el evangelio, y la descripción de los signos que los acompañarían, los signos de la fe.

HABLA EL CORAZÓN: El amor de Cristo

Explicaba en una ocasión el Papa Francisco que “el encuentro con Jesús en el camino de Damasco transformó radicalmente la vida de Pablo”:

  • “A partir de entonces, el significado de su existencia no consiste ya en confiar en sus propias fuerzas para observar escrupulosamente la Ley, sino en la adhesión total de sí mismo al amor gratuito e inmerecido de Dios, a Jesucristo crucificado y resucitado. De esta manera, él advierte la irrupción de una nueva vida, la vida según el Espíritu, en la cual, por la fuerza del Señor Resucitado, experimenta el perdón, la confianza y el consuelo (…)
  • Para el Apóstol de los gentiles, la reconciliación del hombre con Dios, de la que se convirtió en embajador (cf. 2 Co 5,20), es un don que viene de Cristo (…) No se trata de nuestro amor por Cristo, sino del amor que Cristo tiene por nosotros. Del mismo modo, la reconciliación a la que somos urgidos no es simplemente una iniciativa nuestra, sino que es ante todo la reconciliación que Dios nos ofrece en Cristo”.

HABLA LA VIDA: Semana de oración por la unidad de los cristianos

La semana de oración por la unidad de los cristianos es una de las principales iniciativas ecuménicas preparadas cada año por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (de la Iglesia católica) y el Consejo Ecuménico de las Iglesias (ortodoxas y protestantes). Durante ocho días las Iglesias y comunidades de distintas partes del mundo rezan juntas y las unas por las otras. Los ocho días suelen situarse en el calendario entre la fiesta de San Pedro y San Pablo y la de la Conversión de San Pablo, que hoy celebramos.

Pedro y Pablo consiguieron frenar la primera tentación de división de la Iglesia, entre los cristianos provenientes del judaísmo y los provenientes de la gentilidad. Entendieron que la unidad se construye sobre la pluralidad, no sobre la uniformidad. Como bien sabemos, a lo largo de la historia se han producido varias divisiones entre los cristianos. Las más importantes son las causadas por el Cisma de Oriente, que produjo la división entre católicos y ortodoxos en el siglo XI, y la causada por la Reforma Luterana, que produjo la división entre católicos y protestantes en el siglo XVI. Aún así, es mucho más lo que nos une que lo que nos divide. De hecho, nos une: el bautismo por el que somos hijos de Dios Padre amoroso; la celebración de la Cena del Señor, como alimento para construir un mundo fraterno; la Palabra de Dios (en la Biblia), para transformar y dar Vida a nuestra vida; y la misión evangelizadora, para la construcción del Reino de Dios.

El empeño ecuménico nos involucra a todos, porque todos los cristianos queremos volver a estar unidos como en la comunidad de los apóstoles, convencidos de que pedirlo e intentarlo es voluntad de Dios, ya que el mismo Jesús en la oración del Huerto de los Olivos así lo pidió al Padre: “Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn. 17, 21). Decía Benedicto XVI que quien no tiene espíritu ecuménico es porque, en el fondo, no tiene espíritu de comunión, no tiene pasión por la comunión en la Iglesia.

Unámonos al Papa Francisco en esta oración por la unidad de los cristianos:

Padre, envíanos el Espíritu Santo que Jesús nos ha prometido.

Él nos guiará hacía la unidad, él es el que nos da el carisma, que hace las diferencias en la Iglesia, y también Él nos da la unidad.

Envíanos el Espíritu Santo. Que nos enseñe todo lo que Jesús nos ha enseñado. Que nos de la memoria de todo lo que Jesús ha dicho.

Jesús, Señor, Tú has pedido para todos nosotros la gracia de la unidad.

Señor, esta Iglesia es tuya, no es nuestra. La historia nos ha dividido.

Jesús ayúdanos a ir por el camino de la unidad, por el camino de esta unidad reconciliada.

Señor, Tú siempre has hecho todo lo que has prometido, danos la unidad de todos los cristianos. Amén.

Manuel Mª Bru Alonso, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid