SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO Ciclo A: ALLANAD SUS SENDEROS

Isaías 11,1-10; Romanos 15,4-9; Mateo 3,1-12

HABLA LA PALABRA: Caminos de paz y unidad

En el corazón del Adviento se nos pide ya no sólo ser vigilantes, sino ser precursores, preparándonos y preparando este mundo para la venida de Jesús.

  • Isaías nos dice del Mesías esperado el mejor compendio de los evangelios que siglos antes vislumbró: que el Mesías tendría el Espíritu de Dios, que no juzgaría por apariencias, que traería la justicia a los oprimidos, que con su palabra derrotaría a los malvados, etc…. Pero no sólo eso, sino que nos dijo también algo que está por llegar: la plenitud de los cielos nuevos y la tierra nueva que Jesús nos regalará al final de los tiempos, donde el lobo habitará con el cordero, y el león con el buey. Es decir, entre los hombres y los pueblos reinará la paz.
  • Pablo en su Carta a los Romanos nos hace la invitación a la unidad, signo junto a la paz del Reino de Dios que Jesús nos ha traído. Los cristianos damos testimonio del cielo ya en la tierra si sembramos, buscamos, y construimos entre nosotros la unidad en la acogida mutual y en la concordia.
  • El Evangelio nos cuenta como Juan Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».

HABLA EL CORAZÓN: Caminos de conversión al amor

  • Juan el Bautista animaba a la gente diciendo: “El Señor va a llegar, tenéis que prepararos. Arreglad los caminos”. Se refería a que era necesario cambiar de vida, convertirse. Con sus palabras denunciaba también a aquellos que no estaban dispuestos a convertirse de verdad.
  • La conversión de la que habla supone tener preparado el corazón, allanados los obstáculos que pueden impedir escuchar la voz del Señor, que quiere hablarnos. Esto quiere decir que para acoger al Señor es necesario que nuestra vida sea clara y transparente, abierta al amor a Dios y a los demás.
  • Juan Bautista decía a la gente que no abandonara los caminos de Dios. Ellos, entonces, le preguntaban qué tenían que hacer y Juan les explicaba cómo prepararse para recibir al Mesías: “El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo” (Lc 3, 11),
  • En el Adviento cada domingo se enciende en las iglesias una corona con cuatro velas, para señalar el camino de la espera, como el que vivió San Juan en el desierto. Podríamos pensar en cuatro cosas que esperamos este año de la venida de Jesús en Navidad. En la corona de Adviento encendemos una a una cada domingo las cuatro velas pidiendo por cada un de las cosas que esperamos y diciendo: “En este desierto espero que… ¡Ven Señor Jesús!”.
  • Pero además, tenemos que pensar en que quiere Él de nosotros, como quiere que nos preparamos para su venida. Nosotros, cuando oramos a Dios, también le decimos como los justos le decían al Bautista: ¿Qué quieres de mí? ¿Qué tengo que hacer?. Entonces escuchamos a Dios, que nos habla en el fondo de nuestro corazón.

HABLA LA VIDA: Amigos de Jesús

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: “Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3, 1-11). San Juan Bautista es el precursor inmediato de Jesús, fue enviado para prepararle el camino. Se le llama profeta del Altísimo, es el último de los Profetas, sobrepasa a todos ellos e inaugura el Evangelio. Desde el seno de su madre fue testigo de la venida de Cristo y encontró su alegría en ser su amigo. Juan señala a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y, finalmente, con su martirio. Desde Juan Bautista son incontables los que, además de testigos del Señor, le preceden preparando los caminos de los hombres para que puedan encontrarle, y lo hacen como el bautista, siendo amigos de Jesús, dispuestos a dar la vida por tan importante misión.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.