QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B): ACOMPAÑAR LA FRAGILIDAD

Job 7,1-4.6-7; 1 Corintios 9,16-19.22-23; Marcos 1,29-39

HABLA LA PALABRA: La fragilidad humana

La Palabra de Dios nos habla de la fragilidad humana:

  • El libro de Job nos describe la fragilidad humana con notas universales que van más allá del espacio y del tiempo en las que fueron escritas, de modo que todos los atribulados de todo lugar y tiempo se identifican con él. ¿O acaso nadie ha pensado alguna vez que “mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza”?
  • Pablo en su primera carta a los Corinitos nos enseña que el cristiano no es ni el que supera ni el que huye de la fragilidad humana, sino el que encuentra en ella el lugar donde esperar la gracia de la fortaleza, así como el lugar donde encontrarse con todos los hombres, como hizo el Hijo de Dios, para anunciarles la Buena Noticia: “me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles…”.
  • Y Jesús, como nos cuenta el Evangelio de Marcos, se nos presenta como el médico del cuerpo y del alma, curando a los enfermos y expulsando a los demonios, es decir, como el cirujano que cambia nuestra fragilidad en fortaleza.

HABLA EL CORAZÓN: Acompañar, discernir e integrar

Como explica el diácono bibaino Gonzalo Eguía, en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos hablaba de la fragilidad humana (nº 209-216). Esa fragilidad que se muestra en nuevas formas de pobreza con rostros diversos: los sin hogar, los drogodependientes, los migrantes y refugiados, los desempleados, los ancianos solos, los que sufren diferentes formas de trata de personas, las mujeres maltratadas, los niños sin nacer, los niños esclavos o soldados, aquellas personas que se sienten excluidas de la vida de la Iglesia, o la degradación ecológica. Esta llamada sobre la fragilidad humana tiene como objetivo que “los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida”, a que “todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos”. Y en su Exhortación Amoris laetitia, el título del capítulo octavo resalta tres verbos para concretar la forma como debe actuarse ante esa fragilidad humana: “Acompañar, discernir e integrar”, activando en todo momento “la lógica de la misericordia pastoral»” (n. 307-312).

  • Acompañar. Llama la atención el significado etimológico de este verbo, tiene la misma raíz que los vocablos “compañía” y “compañero” (persona que tiene o corre una misma suerte o fortuna con otra) y viene a significar el “que comparte el pan con otro”. El Papa nos recuerda que para que este acompañamiento se pueda dar de forma evangélica es necesario “contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro, cuantas veces sea necesario… para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro”.
  • Discernir. Discernir con el objetivo de conocer la voluntad de Dios para cada persona, para la Iglesia y para el Mundo, teniendo como referencia última la persona y el mensaje de Jesús de Nazaret. En el discernimiento pastoral la Iglesia se juega su ser y su actuar. La responsabilidad que tenemos es la de interpretar los “signos de los tiempos” desde la óptica del discernimiento evangélico y del Espíritu que lo anima.
  • Integrar. Quien acompaña y discierne tiene siempre presente el corazón misericordioso y compasivo de Jesucristo. De esta forma, percibe como propio el dolor de cada marginado u olvidado, y se siente interpelado a actuar en favor de quien sufre cualquier tipo de marginación, con una firme voluntad de ayudar en su integración en la vida cotidiana. Como explica el Papa, “estas dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar… El camino de la Iglesia…es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración… acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar con determinación y valor las heridas del pecado; actuar decididamente y no quedarse mirando de forma pasiva el sufrimiento del mundo… el de salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las periferias esenciales de la existencia; es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro que dice: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

HABLA LA VIDA: Tres consejos para el confesor 

El Papa Francisco explica que la Iglesia es como un hospital de campaña donde se curar las heridas de los hombres. No basta con poner vendas en la herida, hay que curar. Pero tampoco hay que hurgar en la herida, agrandándola. Un compañero sacerdote me dio tres buenos consejos para confesar: nunca preguntar, porque las heridas del alma residen en la conciencia; cuando el peso moral de la fragilidad es grande, no forzar los consejos: basta un “haz lo que puedas”. Y siempre, siempre, porque aquí esta la cura, mirar a los ojos del penitente y decirle con convencimiento: “Dios te ama inmensamente, y te ama como eres”.  

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis.