- En el libro del Deuteronomio se habla de los mandamientos de Dios como el gran tesoro de la sabiduría del Pueblo de Dios que el resto de los pueblos envidian: ¿cuál es la gran nación cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy? Se trata, ciertamente, de una ley eterna, pero que no conduce al fundamentalismo porque se trata de una ley viva, encomendada a un pueblo responsable que entiende el espíritu de la ley.
- El apóstol Santiago, a la luz del Evangelio, describe “la religión pura e intachable a los ojos de Dios”, que pone el acento en las tradiciones rituales, sino en “visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con el mundo”.
- Jesús corrige a los fariseos hipócritas que precisamente acusan a sus discípulos de no lavarse las manos antes de comer, tradición higiénica y saludable de la que hoy conocemos aún más su importancia para la salud corporal, pero que no hace al hombre más puro en su corazón. Porque “lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”, porque de su corazón salen sus malas intenciones y acciones.
- El desprecio de la vida interior en los fariseos se canalizaba por su fanatismo religioso centrado en el cumplimiento de preceptos cultuales externos. En nuestro tiempo y contexto cultural, se canaliza de otro modo muy distinto:
- Genaro Cicchese, misionero oblato de María, dice que “el hombre contemporáneo prefiere el aspecto exterior en detrimento del hombre interior, el mundo material antes que el trascendente, en una constante fuga de sí y del propio centro, hasta la mutación de su misma naturaleza, ligada a la pérdida del silencio como privación de interioridad e incapacidad de escucha”.
- Y se pregunta: “¿Cómo hace un ser humano, proyectado a vivir siempre fuera de sí, para descubrir su verdadero yo? Si no entra, si no vuelve a sus propias raíces, se encuentra continuamente comprometido. ¿Dónde y cómo encontrar una solución? ¿Cómo curar el virus de un individualismo envolvente y obstinado (…)? Es urgente volver a la vida interior y al encuentro con los demás de un modo universal y dialógico”, es decir, integrando bien las dos dimensiones.
- La mística del Siglo XX Chiara Lubich expresa este anhelo de esta integración con gran profundidad: “Queremos convertirnos, Señor. Hasta ahora hemos vivido fuera; de ahora en adelante debemos vivir dentro, como María. Porque también el vivir fuera, proyectados en el prójimo o en las obras –aun siendo por amor a Dios– si no es corregido por una fuerza espiritual que atrae continuamente el alma hacia lo profundo de su ser, puede ser motivo de divagaciones, de muchas conversaciones inútiles (…). Vivir dentro, crecer en el interior, desprenderse de todo, no para permanecer suspendidos entre Cielo y tierra, sino arraigados en el Cielo, fijos en el corazón de Cristo a través del Corazón de María, en una morada trinitaria, preludio de la vida eterna”.
Alberto Hurtado (1901-1952), jesuita chileno, es un testigo extraordinario de una mística abierta a lo social y fundamentada en una radical elección de Dios. En su intensa actividad, no perdió nunca de vista que la fuente de todo era su unión con Dios. Y cuando todas sus obras sociales corrían peligro, confesaba:
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- “También llegan las horas oscuras… Entonces, como en todos los momentos difíciles, recurro a Dios, le entrego todo mi ser y mi voluntad a su providencia de Padre, aunque no tenga fuerzas ni siquiera para hablarle. ¡Ah, cómo he comprendido su bondad en estos momentos! En mi trabajo de cada día, era a Él a quien buscaba, pero me parece que, si bien mi vida se la había dado a él, no vivía lo bastante para Él… Ahora sí…, en mis días de sufrimiento, no tengo más que a Él ante mis ojos, Él solo, en mi rendición y en mi impotencia (…)
- “Las obras por las cuales me he gastado totalmente están gravemente amenazadas. Mis colaboradores también están exhaustos a fuerza de trabajar. Además, las incomprensiones de los más cercanos, el abandono o el desánimo de los amigos, la falta de confianza de la gente, la victoria de los enemigos. La situación es casi desesperante. El materialismo triunfa, todos nuestros proyectos de trabajo por Cristo están en el suelo. ¿Nos habremos equivocado?… Rodeado de tinieblas, huyo totalmente hacia la luz. En Dios me siento lleno de una esperanza casi infinita. Mis preocupaciones se disipan. Las abandono en él. Yo me abandono todo entero en sus manos. Soy suyo, y Él cuida de todo y de mí mismo… Dios, la roca inmóvil, contra la cual rompen en vano todas las olas”.