Proverbios 9,1-6; Efesios 5,15-20; Juan 6,51-58
HABLA LA PALABRA: La Eucaristía como viático para la vida eterna
En la Palabra de Dios de este domingo, continuando a la escucha del discurso del Pan de Vida de Jesús, nos adentramos en el misterio de la Eucaristía como viático para la vida eterna:
  • El libro de los Proverbios, como veíamos los dos últimos domingos en el libro del Éxodo y en el primer libro de los Reyes, nos sigue hablando del alimento de Dios en el Antiguo Testamento como anticipo de la Eucaristía, que en este caso es a través de su sabiduría: “Venid a comed de mi pan y a beber de mi vino, que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”.  
  • Continuando con la Carta a los Efesios, Pablo nos pide estar vigilantes, porque el Señor puede llegar en cualquier momento, para lo que hay que cambiar el vino de la insensatez por el vino del Espíritu, recibido en la Acción de Gracias (la Eucaristía) con salmos, himnos y cánticos inspirados, rezando con “toda el alma”.
  • Y en el Evangelio continuamos escuchando como en los domingos precedentes el Discurso del Pan de Vida. En el texto de hoy vemos que Jesús repite tres veces las expresiones “vida para siempre” o “vida eterna” para referirse a si mismo como Pan de Vida: “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.
HABLA EL CORAZÓN: Fuerza para recorrer el último viaje
En el Catecismo “Testigos del Señor” de la Conferencia Episcopal Española se nos explica como: 
  • “Al terminar la santa misa, el sacerdote guarda en el sagrario el pan consagrado que es el Cuerpo de Cristo. La Iglesia lo custodia con especial veneración para hacerlo llegar a quienes no pueden asistir a la eucaristía, de modo especial a los cristianos enfermos y moribundos. Cuando esto sucede, el sacerdote u otro cristiano encargado de esta misión les lleva la comunión. 
  • Cuando algún cristiano se encuentra en trance de muerte y recibe el pan eucarístico, decimos que ha recibido el viático. Esta comunión le da fuerza para recorrer el último viaje, el camino que conduce a la Casa del Padre. 
  • Los cristianos creemos que Cristo resucitado está verdaderamente presente en el pan consagrado. Por eso, la Iglesia introdujo la costumbre de orar ante el Cuerpo de Cristo guardado en los sagrarios o tabernáculos de nuestros templos y adorarlo. 
  • La Iglesia tributa un culto de adoración a Cristo presente en el sacramento de la eucaristía de diversas formas, como, por ejemplo, la visita y oración ante el Santísimo, la adoración solemne o las procesiones del Corpus Christi”. 
HABLA LA VIDA: Desde los comienzos de la Iglesia
  • Desde los comienzos de la Iglesia, los cristianos se reunían el domingo para celebrar la eucaristía. Ya en el siglo II, la Didaché, un escrito anónimo, invita a participar en ella: “Reunidos cada domingo, partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro”.
  • Uno de los testimonios más antiguos de la irrupción de los cristianos en el Imperio Romano es el de Plinio el joven, nacido en el año 61, que le escribe al emperador Trajano: “Entretanto, he seguido el siguiente procedimiento con los que eran traídos ante mí como cristianos. Les pregunté si eran cristianos. A los que decían que sí, les pregunté una segunda y una tercera vez amenazándoles con el suplicio; los que insistían, ordené que fuesen ejecutados. No tenía, en efecto, la menor duda de que, con independencia de los que confesasen, ciertamente esa pertinacia e inflexible obstinación debía ser castigada”. 
  • Los primeros cristianos producían un inmenso escándalo entre los ciudadanos del Imperio Romano, por tres características que les parecían absurdas e incomprensibles: 
  • Por creer que Jesús de Nazaret es Dios (Tácito, historiador romano, año 116), 
  • Por reunirse un día a la semana antes del alba, cantar a coros alternativos himnos a Cristo, y “comer el cuerpo Jesús” (Plinio el joven, año 112) 
  • Y, sobre todo, por creer que todos son hermanos, liberar a sus esclavos, y acoger en sus casas a los enfermos y vagabundos.
  • Nos recuerda Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis (nº 95), como “a principios del siglo IV el cristianismo estaba todavía prohibido. Cristianos del norte de África desafiaron la prohibición. Fueron martirizados diciendo que no podían vivir sin la eucaristía. Nosotros tampoco podemos vivir sin participar en el sacramento de nuestra salvación y deseamos llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la eucaristía?”.
Manuel Mª Bru Alonso, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid