Testimonio de Teresa de Cavestany: “Tu Señor has sido mi esperanza desde mi juventud”

El pasado sábado 8 de abril el Cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, le entregaba en la clausura del Encuentro Diocesano de Catequistas un placa de homenaje a Teresa Cavestany Vargas-Zuñiga, en la que se leía: “en agradecimiento por toda una vida entregada a la evangelización y la catequesis en Madrid”.

En una carta de agradecimiento a la Delegación de Catequesis, Teresa Cavestany, que en su humildad no se considera merecedora de aquel homenaje sorpresa, cuenta el itinerario de su experiencia como catequista, que la habíamos pedido para conocer mejor como ha gastado 72 años de su vida en la catequesis. Recogemos aquí las etapas de aquel recorrido que no es pasado, pues sigue siendo catequista en el Pozo de Vallecas, en su parroquia, y visitadora de enfermos en un hospital, que para ella no deja de ser otra manera de ser catequista y hacer catequesis.

Los inicios (años 40) en los suburbios chabolistas de “Las Latas” y “Las Pulgas”: “Los dos últimos años de colegio, con 16 y 17 años (1945-1946) las monjas nos animaron para que fuéramos a lo que hoy es Moratalaz, que eran chabolas. Lo llamaban “Las Latas” porque las chabolas estaban hechas con latas. También a “Las Pulgas” que eran otro grupo de chabolas, debajo de Sainz de Baranda. Era pleno campo. Enseñábamos el Catecismo Ripalda. No recuerdo el tiempo que fuimos. Luego empezaron a demoler todo aquello para edificar (…) Me fui al dispensario en La Elipa. Pero las agujas y demás utensilios, para las curas, no eran lo mío”

Catequesis en los pueblos (años 50): “Me casé y entré en un grupo de matrimonios que acababa de organizar un santo y encantandor sacerdote jesuita: José Luis Gómez Acebo. El entonces Cardenal Tarancón me pidió a Gómez-Acebo que si podría mandar a unos matrimonios a los pueblos alrededor de Madrid, para dar charlas a los novios,  educación a los hijos, preparación a los padres y a los niños para su primera comunión. Miguel y yo nos encargamos de estos últimos y con otro matrimonio del grupo lo organizamos todo. Fue precioso, y trabajoso. Eso mereció la pena. Buscamos un marianista muy experto que durante varias semanas nos iba orientando por donde teníamos que ir, como sacar adelante el grupo que se comprometió”

Catequesis en la Parroquia de la Sagrada Familia (desde los años 50): “Por entonces construyeron mi parroquia, la Sagrada Familia, que estaba en una especie de local. Se empezaba a hablar de catequesis y de catequistas y me ofrecí a ser uno de ellos y ahí sigo. Nadie sabía como hacerlo. Comprendí que tenía que aprender y me fui varios años a los cursos de verano de la FERE que eran para religiosos pero aceptaban a seglares. Fueron novedosos”

Catequesis en el Pozo en Vallecas (desde los años 60 hasta hoy): “El Pozo del Tío Raimundo también apareció, porque los jesuitas se instalaron allí. Nombraron párroco a García Escudero, una de las personas más buenas que he conocido y, como era de cajón, llamó a Gómez-Acebo para ver si le podía mandar matrimonios para enseñar la doctrina, el catecismo… (no recuerdo como lo llamaban). Allí me apunte, y allí sigo ¡Más feliz que nadie! Estamos en el año 1060. Muchos gitanos. Había que aprender a estar en un barrio complicado, por lo que estudié asistente social. No me pude examinar, porque llegué a estar muy mailta, pero la verdad es que todo lo que estudié me ha servido mucho en la vida”.

 

Catequesis diversas capacidades y hospital (años 70):  A una amiga mía de siempre la nombraron directora del Centro Carmen Gayarre, de discapacitados (entonces los llamaban deficientes). Llamó a un marianista, para organizar la catequesis y a mi para que fuera su ayudante. Más tarde también hice teatro con ellos. Me llamó a unos cursos especiales para esos niños. Otro regalo de los muchos que el Señor me ha hecho en la vida. Y ahí sigo, sin dejar la parroquia de El Pozo, ni el hospital donde estoy de voluntaria, donde hay muchas ocasiones para ayudar y animar a los enfermos”.

Comentario sobre la formación: “Así, que cursos por todas partes. Y lo curioso es que cuantos más cursos, más libros, y cantidad de apuntes, cada día sé menos”.

Testimonio: “Mi motivación siempre ha sido la misma. No podía callar, todo lo muchísimo recibido y un deseo profundo de llevar a otros el gran amor que Dios nos tiene, y la enseñanza y forma de vivir el Evangelio. O como dice el Salmo: “Porque tu Señor fuiste mi confianza, y mi esperanza desde mi juventud. Mi boca cantará tu auxilio y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste, desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas… (…) Y le doy gracias infinitas a Dios por tantas personas buenas que he conocido”.