Publicamos la tribuna escrita por Gabriel Richi Alberti, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, para el periódico digital El Debate.

El sexagésimo aniversario de la promulgación de la declaración Gravissimum educationis, sobre la educación cristiana, ha sido aprovechada por el Santo Padre para ofrecer a la Iglesia la Carta Apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza sobre el mismo tema del documento conciliar. Se trata de una iniciativa muy significativa. No sólo por la «extrema importancia y actualidad de la educación en la vida de la persona humana» (n. 1.1), sino también porque el modo en el que se vive, se piensa y se propone la tarea educativa es especialmente reveladora de la visión que se tiene sobre la realidad.

La riqueza de la carta, a través de sus diez apartados, articulados a su vez en diferentes puntos, está llamada a ser objeto de estudio por parte de toda la comunidad cristiana y, en particular, por los protagonistas más directos de la tarea educativa, de manera que se acojan y vivan sus indicaciones. Vale la pena, sin embargo, subrayar «en caliente» una insistencia que el Papa nos ofrece y que ilumina el camino que tenemos ante nosotros.

El texto rezuma una visión unitaria tanto de la vida de la Iglesia como de la misma educación. Y no es extraño, ya que este es uno de los acentos que el pontificado actual nos está ofreciendo con mayor asiduidad: In illo uno unum.

El primer signo de esta visión profundamente unitaria lo encontramos en el hecho de que León XIV haya querido repetir las palabras del Papa Francisco, que ya había retomado en la exhortación apostólica Dilexit te (n. 68), al reconocer que «la educación es una de las expresiones más altas de la caridad cristiana» (n. 1.3). Se supera a la raíz cualquier tentación de oponer o, simplemente, yuxtaponer, en la vida de la Iglesia caridad y tarea educativa, conscientes de que el abandono de la responsabilidad de educar constituiría una gravísima falta de caridad.

Se evidencia, de este modo, la razón profunda por la que la Iglesia, a lo largo de toda su historia, no ha ahorrado medios ni personas para afrontar la tarea educativa. El Papa lo expresa, con otros términos, cuando afirma que «la educación no es una actividad accesoria, sino que forma la trama misma de la evangelización» (n. 1.1.). Una Iglesia que no educa, por tanto, ni manifiesta al mundo el amor de Dios (caridad) ni le anuncia la buena noticia del Resucitado (evangelización).

Un segundo rasgo de la visión unitaria del Papa lo encontramos en su insistencia sobre la naturaleza comunitaria del sujeto educativo: «La educación cristiana es una obra coral: nadie educa en solitario. La comunidad educativa es un ‘nosotros’» (n. 3.1). La insistencia retorna a lo largo de la carta a través de las referencias a la escuela católica como «ambiente» (n. 5.2), a la «coreografía» como expresión de la educación (n. 6.1), a la constelación educativa (n. 8) y al pacto educativo (n. 9). La polaridad persona-comunidad es constitutiva del camino humano y, por tanto, de la educación. Una polaridad que ayuda a mantener la ruta sin desviarnos ni hacia individualismos pretenciosos ni hacia colectivismos utópicos. Por esta razón, el Papa indica con claridad el mayor potencial de la Iglesia y sus instituciones en ámbito educativo: «la unidad es nuestra fuerza más profética» (n. 8.1).

Lee el texto completo aquí: https://www.eldebate.com/religion/20251028/educacion-unidad-nueva-carta-apostolica-papa-leon-xiv_349412.html

Lee la Carta Apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza del Papa León XIV: https://www.vatican.va/content/leo-xiv/it/apost_letters/documents/20251027-disegnare-nuove-mappe.html