Para los adolescentes, jóvenes o mayores de tu catequesis. No dejes de ponerles este testimonio estremecedor, el de Antonio Pampliega, un periodista que fue secuestrado por el ISIS y que en el sufrimiento descubrió junto a la tortura y el infortunio, la caricia del amor de Dios. Charly (Carlos González) en el Espejo de COPE del pasado fin de semana nos regaló este reportaje con el testimonio de Antonio:
Adjuntamos también una entrevista publicada en ABC:
Antonio Pampliega (Madrid, 1982) estuvo secuestrado 299 días por Al Qaida en Siria junto a otros dos periodistas españoles. Tras meses de silencio, en los que se ha negado a hablar de su tragedia personal -«no me sentía en condiciones»-, Pampliega publica un libro («En la oscuridad», Ed. Península) en el que relata los meses que estuvo retenido por los yihadistas: de julio a octubre de 2015 junto a los otros dos españoles, Ángel Sastre y José Manuel López, y los siete últimos en solitario. Sus captores le grabaron dos veces para vídeos propagandísticos del Frente al Nusra en Siria, pero sin apenas repercusión.
Cuando se cumple un año de su regreso a España, poco se sabe de las negociaciones y no se ha confirmado por el momento el pago de un rescate. Según un medio turco cercano al Gobierno de Erdogan, España pagó 10 millones de euros -de los 25 que pedían inicialmente- por la liberación de sus tres reporteros. El ex ministro de Exteriores Garcia-Margallo dijo no tener constancia de este hecho. Con mucha ilusión e ímpetu y pocos medios, en julio de 2015, Pampliega acudía a Siria por duodécima vez desde que estalló la guerra. «Más que cualquier otro periodista del mundo y eso, en parte, me enorgullece», presume en el libro. Lo que iba a ser una cobertura para concluir su reportaje sobre los Cascos Blancos terminó en un secuestro de casi 300 días después de que su traductor y guía en Siria (Usama), según sostiene, les «vendiera» al grupo terrorista Frente al Nusra, filial siria de Al Qaida.
«Rodean el coche, abren las puertas y nos encañonan para obligarnos a salir lo más rápido posible. Un miliciano le pone la mano a Usama y este cae desplomado. Ni Figo habría fingido tan bien el penalti(…) Entonces nos trasladan a la primera celda en la que estuvimos. El tipo se puso a leer el Corán. Ángel (Sastre) le decía: ‘Di algo. Diles quiénes somos, que tenemos salvoconductos’, y él dijo: ‘Ahora no es el momento'»», relata en el libro. Lo primero que pensó Pampliega fue que se trataban de milicianos de Estado Islámico, pero en Idlib, la provincia siria en la que se encontraban, era territorio Al Qaida.
Podría ser previsible -según cuenta- su traición en un momento en que grupos como Daesh pagaban a precio de oro la captura de un occidental y ustedes solo ofrecían 100 dólares al día.
El Estado Islámico ofrecía entre 20.000 y 30.000 dólares por cada blanco. Al Qaida no lo sé. Él (Usama, el fixer) prefirió el dinero a una supuesta amistad. Yo durante los meses previos había estado haciendo una campaña de recogida de material escolar con este muchacho, que trabajaba en colegios en Alepo, para enviárselo. Unos 4.000 kg de material que eran para él, para su ONG. ¿Cómo ibas a esperar que una persona a la que ayudas, que se preocupa por los críos y que en todo momento ofrece una buena disposición pudiera traicionarte?
Yo siempre lo he gestionado por mi cuenta para entrar en Siria porque soy el que más contactos tiene. Ellos (Ángel Sastre y José Manuel López) venían detrás de mí, un poco de comparsa por así decirlo. Yo lo gestionaba todo y ellos confiaban en mi decisión. Siempre lo había hecho así. Contactaba en Facebook o sobre el terreno con el fixer.
¿Cómo ve ahora lo que hizo?
Sé que me equivoqué. En ese momento entendí que valía más el reportaje de los Cascos Blancos que mi propia seguridad porque como había entrado antes pensaba que no me iba a pasar nada, que estaba por encima de lo divino y de lo humano.
¿Por qué lo primero que le dice a su familia es lo siento tras ser liberado?
Cuando llego a Turquía le digo lo siento a mi familia porque entiendo todo el sufrimiento que han pasado por esos 299 días de incertidumbre, miedo y sufrimiento. Me equivoqué, pero no entrando en Siria, sino escogiendo a una persona equivocada para ayudarme a entrar y que luego nos acabó traicionando. Pensaba mucho en mi familia cuando estaba secuestrado y sigo teniendo un sentimiento de culpa bastante grande.
Su padre le decía: «Tú no tienes una profesión, tienes un hobby muy caro». ¿Ha estado de acuerdo con él en algún momento?
Estando secuestrado lo pensé: «¿Vale la pena, Antonio, todo lo que estás pasando por tu profesión y cobrar entre 35 y 100 euros, en lo mejor de los casos, por una crónica?». A lo mejor estás haciendo el tonto y perdiendo tu vida… pero lo reflexionas y no, he nacido para esto aunque nunca pueda pagarme una casa ni tener una familia. No hay nada mejor que ir a Irak después del secuestro o al Mediterráneo Central a trabajar y ver que mi trabajo sirve para algo, dar visibilidad a refugiados iraquíes o a quienes mueren en el mar. Que mi trabajo sirve para algo. ¿Me gustaría que se pagara mejor y tener mejores condiciones? Sí, pero es lo que toca. Me gustaría impartir clases en la universidad para tener una estabilidad y seguir viajando. ¿Hasta cuando? Cuando se me acaben los ahorros, así de triste.
«Estoy ya harto de oír «Alá es grande»»
Y a los pocos meses de ser liberado, pese a su arrepentimiento, volvió a Irak… ¿Es un arrepentimiento sincero? ¿Ha cambiado algo?
El primer viaje a Irak fue complicado, era la primera vez que volvía a un país árabe después de lo que había pasado y sí que había un poco de distancia y no terminaba de fiarme de ellos. Estuve una segunda vez en Irak, con Proactiva en el Mediterráneo y he decidido no trabajar más en Oriente Medio, necesito distancia, he perdido muchísima empatía con ellos. Cuando un periodista pierde la empatía no siente que lo que hace lo hace de corazón, hay que cambiar, quiero centrarme un poco más en Ucrania o en América Latina. Desde 2008 solo he cubierto guerras y he escuchado «Alá es grande» todo el rato, y estoy muy cansado de gente que se mata por Alá. Se van a seguir matando, pues bueno, yo quiero tomarme un tiempo.
Cuenta en el libro que, a lo largo del secuestro, le quieren convertir al islam en todo momento, ¿se ha vuelto más religioso por reacción?
No hay musulmán que no te pregunte que por qué no quieres convertirte
No me he vuelto más religioso, lo que me he dado cuenta es que son unos intolerantes. Ya lo sabía, porque desde que empiezo a cubrir Oriente Medio no hay musulmán que no te pregunté por qué no quieres convertirte, pero bueno, al principio te lo tomas un poco a broma… pero estos eran todos los días insistiendo. Yo les respetaba y entendía que deberían hacer lo mismo. Lo que querían era machacarme y poner en duda mis creencias. No me han hecho más religioso, simplemente, lo que me he dado cuenta es de su intolerancia por lo menos de esos.
Como alguno de sus secuestradores, muchos sirios han renunciado a sus vidas como estudiante por la guerra, en la que han perdido a varios hermanos, padres, hijos… ¿la radicalización de los muchachos como los que le tuvieron retenido viene explicada por esa tragedia?
De esto me doy cuenta en 2014, cuando entro con López y Yusef (fixer) en Alepo. Yusef, que era una persona que fumaba, que le daba igual todo, nos pidió permiso para rezar en el último viaje. Y ya, cuando me lo pedía cinco veces al día, le pregunté: «Por qué rezas tanto si antes no rezabas?». Y me contestó: «Mira, Antonio, he perdido a todo el mundo y solo me queda Dios». En un momento te terminas aferrando a Dios como cuando estuve secuestrado, que pasé de no rezar a hacerlo cada día.
En el libro rememora el momento en que usted se planteó el suicidio, ¿había pasado por algo así antes?
No, qué va. Nunca.
Y eso que parece que de fondo está ese «alivio» de que no era Daesh.
Sí, claro, si hubiera sido el Estado Islámico, sin duda que habría sido peor.
Un día sus secuestradores le mostraban vídeos de decapitaciones y al siguiente le regalaban un tablero de ajedrez…
Ellos lo que juegan es a machacarte psicológicamente, no sabes a quién tienes enfrente. Juegan a ser bipolares para dejarte aturdido. Durante los tres primeros meses la situación era mala porque estás secuestrado, pero no es una situación desesperada. Estaba con mis amigos, y podías apoyarte en ellos. Pero claro, eso lo metes en una habitación vacía con todos tus miedos. «Te metemos dentro y tiramos la llame y te quedas tú solo, sin nadie más». Sin saber qué está ocurriendo. Haciéndote tus paranoias, que sabes cuatro palabras de árabe y si esas las descolocas, te piensas que te van a vender al Estado Islámico por solo escuchar su nombre. La mente te juega una mala pasada. Hubo dos secuestros hasta el 15 de octubre y de ahí en adelante. Nunca se me había pasado por la cabeza quitarme la vida.
En el libro describe a los secuestradores como un poco chapuceros.
Sí, al principio eran chapuceros. Uno de mis compañeros decía: «Estos no han visto un secuestro ni por televisión». Nos dejaban jugar al ajedrez, el trato era bueno y nos hablaban de tú a tú. Eran unos chicos normales a los que les daban mucha pasta por tenernos ahí. Cuando nos separan y me llevan a otro lugar empiezan a retenerme unos profesionales, con estética yihadista, cámaras…
Según la historia que narra, parece como que usted es el más sensible y el eslabón más débil de los tres y que por eso los secuestradores le tratan de aturdir. Tanto Ángel como José Manuel se lo toman de otra manera.
No, el problema del secuestro es cuando el exmilitar español -identificado como L.M- aparece con esa carta. En ese momento el problema va conmigo y no con ellos. Ellos estaban convencidos de que se iban a ir, ¿cuándo? No lo sé. Yo sabía que a quien se iban a llevar por delante era yo, que el marrón me lo comía yo. Cuando me sacaron un día para interrogarme, recuerdo la frase de uno de ellos: «Tú no te metas que esto no va con nosotros». Te sacan y te señalan a ti y a los otros los dejan al lado.
¿El exmilitar español, L.M., quería perjudicarle?
No, no creo que quisiera joderme, lo hacía con buena intención. Hasta yo sé que tú no puedes ponerte en contacto con cualquier grupo terrorista, mandarle una carta a uno de los secuestrados con tu acreditación del Ministerio de Defensa y el encabezamiento «hola soy tu mejor amigo». A este señor yo le hice una entrevista en 2012 para France Press cuando le estaba dando instrucción militar a rebeldes sirios. Y es posible que alguno de nuestros captores pudiera haber recibido instrucción militar de él. También que cuando se enteró empezó a mover sus hilos. Pero claro, solo preguntaban por mí. «¿Por qué dice que es su mejor amigo? Este no es periodista, no me vendas la moto. ¿Quién eres tú? Agente del gobierno, traficantes de armas, mercenario»… El marrón va conmigo… ¿Mis amigos? Ángel dijo en las entrevistas que el secuestro fue bien, no les hicieron nada, me alegro de que fuera así porque tengo el sentimiento de culpa por haberlos llevado a Siria.
¿Le guarda rencor a sus compañeros?
¿A mis amigos? No, no les guardo rencor.
¿Les gustará el libro?
No sé si les gustará. Uno de ellos no quiere que se hable de esto, no quiere saber nada y por eso no aparece su nombre. Yo le he respetado ese anonimato. No sé qué reacción tendrá, yo he seguido trabajando después con él. Tampoco pone nada malo sobre ellos y no les pone en mal lugar. A lo mejor tienen otra visión diferente. Imagino que a uno no le va a gustar y el otro no puede decirme nada porque también ha hablado del secuestro.
¿Qué guerra ha podido ver entrando con el Ejército Libre Sirio?
Cuando me enfado es en el momento en que ponen en duda el secuestro. Me fui 299 días de vacaciones a un campamento para gorditos, ¿no?
Es una visión parcial y sesgada, por supuesto. En la parte de los rebeldes ves los bombardeos del régimen, cómo se atacan panaderías, hospitales, campos de refugiados; cómo es la guerra en segunda línea de combate y donde el civil ha estado machacado por el régimen; donde se tiraban barriles bomba sin ton ni son, y que cuanto más civiles muertos, mejor. Pero yo no veía las consecuencias de los morteros que lanzaban los rebeldes porque no podía entrar. Me hubiera gustado estar en la otra parte, cómo hacían lo mismo a menor escala porque no tienen aviación pero era lo mismo. Al final te centras en lo más importante, que son los civiles y que son los mismos de un lado y de otro.
En el libro «Traficantes de personas», la escritora Loretta Napoleoni es muy crítica con los freelances. Para ella, la mayoría de los occidentales son secuestrados no por ser unos héroes sino por no comprender los riesgos están asumiendo. ¿Qué le parece?
Mi pregunta hacia Loretta sería: ¿qué sabes de Siria ahora?,¿qué está pasando a día de hoy? Respondería «nada» porque no hay periodistas. Los freelances han cubierto la guerra de Siria, sin ellos no se habría sabido nunca lo que ha pasado en Siria como pasa en Yemen, país al que es imposible entrar. Se ha contado mal, sí, lo siento mucho. No tengo los medios de CNN, no puedo pagar 600 dólares por el mejor fixer, pero con mis medios trato de hacerlo lo mejor posible. Muchos periodistas lo han hecho lo mejor posible desde allí y no Loretta Napoleoni desde su casa en Londres o Roma. Esta señora debería tener un poco más de respeto por sus compañeros.
Países como España sí pagan los rescates al contrario que Estados Unidos, que se niega a pagar para no alimentar este negocio. ¿Cree que pagando rescates se contribuye a que estos grupos terroristas continúen con los secuestros?
Mi única respuesta es que no sé si han pagado por mí, no tengo constancia, solo que estaba encerrado y un día me sacaron. Nadie se ha puesto en contacto conmigo. Me tomaron declaración una vez en los juzgados de Plaza de Castilla y me dijeron «ahora vas a ser víctima del terrorismo». Después nadie se ha puesto en contacto conmigo para ver si tengo X beneficios por ello. Solo una fiscal que lleva temas de yihadismo para ver si había algún español en la unidad que nos retenía y les dije que no.
Usted mantiene fuertes encontronazos con seguidores españoles de la extrema izquierda y derecha, admiradores de Assad y Putin. Llegan al insulto. ¿Por qué se mete en estas peleas?
Creo que debería dejar de responderles, sí. Saben cómo provocarme, durante un tiempo creía que era posible dialogar con ellos. Les intento enseñar el otro lado pero me doy cuenta de que no es posible. Cuando me enfado es en el momento en que ponen en duda el secuestro. Muchos ni siquiera aciertan con el grupo, dicen que es el Daesh. Que se ponga en duda que he estado secuestrado y eso lo leyó mi hermana. Se puso a llorar. Me llamó llorando. Qué hay que hacer? Coger a uno de estos por la calle y tomarme la justicia por mi mano. Me han dado muchas ganas. Desde fuera es lo normal, me lo dice mi madre… Pero llega un momento que ya está bien de aguantar. Me puedes decir que soy un sectario, mal periodista, pro Al Qaida pero no te metas con el sufrimiento de una familia… Que se ha ido su hijo 299 días de vacaciones a un campamento para gorditos, ¿no?