Foto: El Papa Francisco en Mosul (Irak), marzo de 2021
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: CRISTO ES LA PLENITUD
Nehemías 8,2-4.5-6.8-10; 1 Corintios 12,13-20; Lucas 1,1-4.4,14-21
HABLA LA PALABRA: En Cristo todo se ha cumplido
Desde que Jesús, un día, tras leer la Palabra de Dios venerada por el pueblo de Israel, dijo “hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”, todos los domingos podríamos hacer en su nombre exactamente lo mismo: decir, al terminar de leer la Sagrada Escritura, que esta se cumple, por su presencia, hoy y aquí de modo eminente, cabal, completo, y para siempre.
- Al igual que Esdras, el sacerdote, también hoy podemos y debemos decir “hoy es un día consagrado a nuestro Dios”. Y también hoy, fiesta del triunfo de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, toda la liturgia nos está diciendo: “No hagáis duelo ni lloréis”, es decir: vivid con inmensa alegría la comunión entre vosotros, y hace fiesta a Jesucristo, que está en medio de nosotros y nos trae su paz.
- Y también se cumple en nosotros hoy, aquí y ahora, lo que nos dice san Pablo en la primera carta a los Corintios: que somos uno: que todos nosotros, todos los cristianos, también nuestros hermanos de diversas confesiones cristianas, somos uno. Que entre nosotros no hay tampoco distinción porque somos miembros diversos de un solo cuerpo. Y que si en los primeros años de la aventura cristiana esto significaba que en la Iglesia no había diferencia ente judíos y griegos, y entre libres y esclavos, tampoco hoy hay diferencia entre autóctonos y emigrantes, entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre los que, en lo que no concierne a la unidad de la fe, unos piensan de un modo y otros piensan de otro. Somos uno, porque todos somos hijos amadísimos de Dios y por tanto, todos somos hermanos, indefectiblemente unidos en Cristo en un mismo bautismo.
- Y por su puesto también hoy, cuando el sacerdote haya proclamado el Evangelio y nos hemos puesto de pie para escucharle, ni era él quien nos hable ni lo que hayamos escuchado habrá sido algo sólo del pasado.
HABLA EL CORAZÓN: Cristo es el enviado
Ha sido Cristo mismo presente en su Palabra quien nos ha vuelto a decir que también hoy, aquí y ahora, en ti y en mí, en nuestra sociedad y en nuestra cultura:
- Él es el enviado para anunciar la Buena Noticia a los pobres, porque siguen siendo sus favoritos, los que más necesitan el consuelo y la ternura del amor de Dios, la certeza de qué él les quiere y les valora, la esperanza de que con su ayuda y la nuestra podrán salir del hoy en el que están;
- Él es el enviado para anunciar a los cautivos la libertad, no sólo de la libertad exterior, cuando desde fuera nos opriman (y tantos sufren también hoy sufren esta opresión), sino también de nuestra libertad interior. La liberta de todos esos cercos que si nos descuidamos nos atan y nos paralizan: los de nuestros miedos y vergüenzas, apatías y comodidades, los de nuestros errores que no nos atrevemos a reconocer y a corregir, y los de nuestros pecados que no terminan de ser sumergidos ni en el llanto del arrepentimiento ni en el gozo del perdón.
- Él es el enviado para dar la vista a los ciegos, sobre todo a los ciegos del alma, que somos también tú y yo cuando nos tapamos los ojos para no ver la luz, por temor a que nos deslumbre y nos convierta, y por tanto, acabe con nuestros prejuicios, y nos no deje ver las cosas, como decía San Agustín, con la “pupila de los ojos de Dios”.
HABLA LA VIDA: Sin Cristo no tenemos nada
Cuando hace unos años estuvo en Madrid el obispo de Mosul, de Irak, tras el derrumbamiento de las iglesias y el martirio de familias enteras de su diócesis por parte del mal llamado Estado Islámico, nos decía: “estoy yo más preocupado por vosotros, los cristianos europeos, que por mí y por mi pueblo. Nosotros llevamos siglos sabiendo que no es este mundo el que nos hace libres, sino sólo Cristo, pues sufrimos persecución. Llevamos siglos abrazando la pobreza de ser los últimos de nuestro pueblo, pero también la riqueza de saber que somos los primeros para Dios. Vosotros, en cambio, creéis que lo tenéis todo, y lo que tenéis sin Cristo no vale nada; creéis que sois libres, y en realidad, sois esclavos de vuestro mundo aparente de felicidad efímera y de seguridad incierta”.
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.