Hechos 3,13-15.17-19; 1 Juan 2,1-5a; Lucas 24,46-48
HABLA LA PALABRA: El Resucitado nos abre el entendimiento
Si conocemos a Jesús es que le reconocemos resucitado presente en nuestra vida. En las lecturas de este domingo pascual lo vemos muy claro:
- Estamos llamados al arrepentimiento por no reconocerlo siempre que se nos presenta. Vale para nosotros también el imperativo de los apóstoles a los judíos: “matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos (…) Lo hicisteis por ignorancia (…) arrepentíos”.
- Estamos llamados a guardar los mandamientos porque, “quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”, como nos dice Juan en su primera carta.
- Y estamos llamados a dejar que, como hizo con sus apóstoles, el Resucitado “nos abra el entendimiento”. Él sigue presentándose, domingo tras domingo, en medio de nosotros para enseñarnos y alimentarnos.
HABLA EL CORAZÓN: Las presencias del Resucitado
¿Y cómo lo hace, como sale el Resucitado a nuestro encuentro? A través de sus cuatro principales presencias: en su palabra, en el hermano, en medio de nosotros, y en la eucaristía:
- Jesús Palabra: Cada vez que los cristianos escuchamos la Palabra de Dios, es Él quien se hace el encontradizo y, como con los discípulos de Emaús, sentimos: “No ardía nuestro corazón cuando mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras”.
- Jesús en el hermano: Cada vez que en la encrucijada de nuestra vida, y esto pasa todos los días, encontramos a alguien, sea quien sea, y nos pide algo, reconocemos a Jesús como con los discípulos de Emaús y queremos que se quede con nosotros: “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”.
- Jesús en medio: Cada vez que los cristianos estamos unidos entre nosotros, por el amor recíproco, Él se hace presente en medio de nosotros, tal y como nos lo prometió: “Donde dos o tres estén reunidos (unidos) en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt. 18, 20). En familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo… Él se hace presente y nos da su paz, su sabiduría, todos los dones del Espíritu Santo.
- Jesús Eucaristía: Y cada vez que cumplimos el “haced esto en memoria mía”, nos unimos a celebrar la Eucaristía, además de estar presente en su palabra, en el hermano que esta a nuestro lado, y en medio de nosotros, nos regala una presencia muy especial, como en Emaús, que suscita en nosotros el mismo testimonio: “lo reconocieron al partir el pan”.
HABLA LA VIDA: Jesús en medio de sus sacerdotes
De entre estas presencias, la presencia de Jesús en Medio es la menos conocida y reconocida para muchos cristianos que, herederos de una espiritualidad demasiado individualista, no han llegado a valorar, buscar y gozar el cumplimiento de la promesa de Jesús: “Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre…”. En el evangelio de hoy se nos dice que Jesús se presentó “en medio” de sus apóstoles. Hoy sigue haciéndolo. Basta que haya cristianos (de cualquier confesión cristiano, pues todos reconocemos exactamente igual esta presencia), reunidos (es decir, unidos: no reunidos para enfrentarse, ni siquiera sólo para planificar una acción, sino para vivir el mandamiento de amor mutuo), para que él se haga presente. La única diferencia es que ahora de modo invisible. Pero invisible no significa imperceptible.
Recién ordenado sacerdote, en mi primer destino parroquial en el barrio madrileño de San Blas, tuve la suerte de compartir la vida sacerdotal y pastoral con un grupo de sacerdotes que habían hecho de la unidad entre ellos el motor de su ministerio. Una tarde en el colegio donde daba clase de religión tuve que separar a dos niñas que se tiraban de los pelos, pero una de ellas enfadada por ello me acusó de haberla pegado. A la salida del colegio su hermano mayor por poco me mata, aunque para mi el sufrimiento más grande fue el abucheo de otros padres a los que les acaban de contar la calumnia. Yo fui a casa derrumbado. Me propuse esperar a mis hermanos sacerdotes que llegarían para cenar, pero no podía esperar. Sabía que estaban en una Iglesia en el centro de la ciudad y me fui allí para verlos cuanto antes.
A la salida me vieron preocupados y los abrace sollozando. En cuanto les conté lo que me había ocurrido fue tal la paz que entre todos me dieron que la preocupación se esfumo como el viento. Uno de ellos me dijo: cuando te acusaron, Jesús crucificado, el primer acusado, estaba a tu lado. Y ahora es Jesús Resucitado, en medio de nosotros, el que te da su paz y su alegría. Al día siguiente la niña confesó su mentira, y su familia me pidió disculpas. Mereció la pena aquel disgusto porque sirvió para que yo pudiese sentir, como nunca, la presencia de Jesús en Medio de sus discípulos.