Infomadrid.- «Aunque no creo que haya recelo ante el Sínodo, sí diría que a veces existe un poco de confusión por la falta de concreción. Cuando lees el documento final hay teoría, pero faltan ideas para concretarlo. No obstante, hay pequeñas respuestas que se pueden ir dando, es una cosa en la que nos ha insistido el cardenal Cobo». Fernando Conde habla con franqueza absoluta nada más bajarse del autobús de vuelta a Madrid. Es uno de los 48 jóvenes que estuvieron la semana pasada en Aguadulce (Almería) para participar en Generación Esperanza, un encuentro en el que laicos como él, miembros de la Delegación de Jóvenes y unos 20 seminaristas combinaron la formación teológica con la vida comunitaria.
El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, lo resume de manera clara. Según sus palabras, este diálogo sirvió para «juntar a gente con implicaciones diocesanas» y generar «un espacio de reflexión y sueño conjunto en líneas nuevas que puedan generar esperanza y nuevas estructuras pastorales».
Conde, quien aparte de feligrés de la parroquia Virgen de la Fuensanta, en Usera, es miembro activo de LAB Madrid —propuesta de la Delegación de Jóvenes para formar evangelizadores— cuenta que durante esta experiencia del 1 al 6 de julio las jornadas giraban en torno a una formación por la mañana, un almuerzo juntos, tiempo en la playa, Eucaristía y cena. Pero lo realmente importante es que estos talleres «no se daban de manera unidireccional». Es decir, cada día «venía un ponente y trabajábamos de manera formal el contenido», pero el verdadero intercambio sucedía después.
Por ejemplo, «estuvo con nosotros María Lía Zervino» —quien fue presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas— y «aunque su charla estuvo muy bien, fue aún mejor que pasara la semana conviviendo con todos, porque dio pie a muchas conversaciones entre nosotros y con ella, que es alguien que viene del Vaticano y te cuenta las cosas de primera mano». Otros ponentes fueron Luis Marín de San Martín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo; Alex Visús, asesor estratégico de proyectos en innovación de centros escolares; Lucio Ruiz, secretario del Dicasterio para la Comunicación; Massimo Borghesi, catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Perugia; o el propio cardenal José Cobo.
Tras estas formaciones, Conde cuenta que Generación Esperanza terminó por todo lo alto. «El cardenal nos cogió el último día y nos dijo: “Habéis recibido esto, en la medida en que os haya llenado y hecho felices, si esto queréis vivirlo en vuestro día a día, está en vuestra mano llevarlo a vuestras realidades”». Y esa es ahora la tarea que se empieza. Según el laico madrileño, «si esto lo replicamos en los lugares particulares a los que estamos vinculados, vamos a poder generar una nueva manera de vivir la Iglesia».
Parroquias que caminan juntas
Almudena Porras, miembro de la pastoral de jóvenes en Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nos confía que vuelve de Generación Esperanza con deberes en la mochila. «Ahora queda hablar con el párroco, contar el proyecto que tiene el arzobispo y la experiencia que hemos vivido». Pero en su caso, transmitir este testigo tiene un punto más de dificultad porque «no puedo hacerlo a través de charlas, sino con el ejemplo concreto». Una primera tarea es «cambiar la mentalidad de las parroquias en apertura hacia la diócesis». No porque ninguna se autoexcluya, aclara; pero sí porque en un territorio tan extenso falta a menudo la idea de que «formamos parte de algo más grande y de que no es cuestión de quedarnos encerrados».
Lejos de abstracciones, esta vecina del barrio de Mirasierra ya fraguó en el bus de vuelta un plan con Fernando Conde para recalcar esta diocesanidad: «Vimos que nuestras parroquias, que son de perfiles muy distintos, podríamos hacer juntas un retiro o un voluntariado. Sería muy enriquecedor ver las otras realidades y formas que hay de ver la fe». Y crearía un puente entre una gran iglesia del norte con más de diez grupos de catequesis de confirmación o de matrimonios con otra más mediana en el sur.
Porras, quien ya conoció a algunos seminaristas durante la peregrinación a Taizé organizada por la Delegación de Jóvenes el verano pasado, se muestra también muy satisfecha con que hayan podido participar en Generación Esperanza porque «es gente muy formada que te amplía la visión y te ayuda a abrir horizontes». Por alusiones, Pablo Herrera explica que durante estos días en Aguadulce, al mezclarse con tantos jóvenes con responsabilidades parroquiales, ha podido vislumbrar «cómo será la diócesis de aquí a unos años». «Se me enciende el corazón al formar parte de ello», confiesa al tiempo que matiza que «no es que nos limitemos a que el cardenal Cobo tenga un plan y nosotros lo sigamos, sino que somos parte activa».
También nos revela uno de los proyectos que se están cimentando para el medio plazo y que se adelantaron en este encuentro: «Lo que más me ha llamado la atención es una escuela para todos los laicos que quieran involucrarse en la parroquia». Con el objetivo de superar la lógica de los compartimentos estancos e iniciar procesos homogéneos, «tendrán una formación central muy sólida y luego se especializarán según sus dones en la labor social, catequesis o grupos de jóvenes».
Conversión de vínculos
«Las respuestas que estamos percibiendo son entusiasmantes, de agradecimiento, sorpresa y asombro ante algo a lo que algunos llegaron sin ganas pero de lo que salieron con mucho interés», nos cuenta Antonio Secilla. Según el rector del Seminario Conciliar de Madrid, quien también participó en Generación Esperanza, durante el encuentro «pudimos visibilizar el trabajo conjunto de jóvenes de distintas procedencias». A su juicio, al mezclar realidades vocacionales «se trabajó el método que la Iglesia necesita ahora». Y reitera la importancia de que los seminaristas formen parte de estos procesos porque «a veces se hace una separación de los cristianos por el mero hecho de la formación», pero «el Espíritu Santo que recibimos a través del Bautismo nos hace a todos hijos de Dios».
Al igual que las parroquias tienen ahora la tarea pendiente de masticar el encuentro a través de los feligreses que participaron en él, Secilla explica que el Seminario Conciliar de Madrid tiene el mismo deber. «Ahora muchos seminaristas están en diferentes actividades y servicios, pero a la vuelta se compartirá todo lo que se ha vivido durante el verano», detalla.
Por su parte, Laura Moreno, delegada episcopal de Jóvenes, reivindica la conexión que Generación Esperanza tiene con el Sínodo y cómo anima a «la conversión de los vínculos y transformar los procesos».