SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI (A): EL REGALO DE LA COMUNIÓN
Deuteronomio 8,2-3.14b-16a. 1 Corintios 10,16-17; Juan 6,51-58
HABLA LA PALABRA: Don, alabanza, comunión y alimento
La Palabra de Dios de este Corpus Christi nos ha abierto la mente y el corazón al misterio de la Eucaristía como don, como alabanza, como comunión y como alimento:
- Como don: Hemos reconocido una de las frases que todo cristiano sabe de memoria, “no sólo de pan vive el hombre, sino de cuanto sale de la boca de Dios”, del libro del Deuteronomio, donde se nos invita, igual que a los israelitas, a hacer memoria del bien que nos ha hecho.
- Como alabanza: “Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios Sión”, hemos dicho con el salmo 147, con especial significado en la alabanza pública, la del nuevo pueblo de Dios, la de la nueva Jerusalén.
- Como comunión: con Cristo, con su cuerpo real, y con la Iglesia que es su cuerpo místico, nos dice Pablo en la primera carta a los Corintios: “el pan es uno y así nosotros, aunque seamos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos de un mismo pan”. Decimos que comulgando en cada uno de nosotros entra Cristo. Pero en realidad somos cada uno de nosotros quienes entramos, juntos, en el Cuerpo de Cristo.
- Como alimento: alimento real y alimento espiritual, prenda de vida eterna: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, nos ha dicho Jesús en el discurso del Pan de Vida, no como mágico talismán, sino como íntima comunión con él, porque “el que como mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
HABLA EL CORAZÓN: Dos comuniones en una única comunión
Que bien nos viene recordar hoy algunas cosas de las que el Papa Francisco nos ha dicho sobre la Eucaristía. Cosas muy concretas y sugerentes:
- Primero, sobre la celebración: basta con lo que vemos para entenderla:
- “En el centro se encuentra el altar, que es una mesa cubierta por un mantel y esto nos hace pensar en un banquete.
- Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre aquel altar se ofrece el sacrificio de Cristo: es Él el alimento espiritual que allí se recibe, bajo el signo del pan y del vino.
- Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra.
- Palabra y Pan en la Misa se hacen una misma cosa, como en la última Cena, cuando todas las palabras y signos de Jesús se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz”.
- En segundo lugar, las consecuencias de esta celebración:
- La primera, la comunión con Jesús, que “haciéndose pan partido para nosotros, vierte sobre nosotros toda su misericordia y su amor, tanto que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos”. Es por esto qué cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se recibe la Comunión y se hace la Comunión, que “es pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara a cara”.
- Y como segunda consecuencia, la comunión con los hermanos: Por la eucaristía “seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado”.
- Por esto, nos dice el Papa, es tan importante ir a misa el domingo no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre”.
HABLA LA VIDA: La última comunión de San Jerónimo
Los santos, de todo lugar y tiempo, no sólo los que están en los altares -que bien los sabemos los sacerdotes cuando llevamos la comunión a los enfermos y moribundos-, ¡como valoran en su vida este gran tesoro! El cuadro más grande que hay en Madrid se encuentra en la Parroquia de San Jerónimo el Real, y se titula “La última comunión de San Jerónimo”. Estremece ver esta imagen: Mirad su deseo del pan del cielo, mirad como se dobla, más allá de sus fuerzas, para arrodillarse a recibir el Viático. Mirad como los demás monjes le observan atónitos, como si nunca hubiesen visto a nadie comulgar, o como si nunca hubiesen comulgado ellos. Y mirad como desde el cielo el Resucitado lo esta esperando. Lo abrazó con una vida entregada a su Palabra, lo abrazó al final con el pan que es viático para la vida eterna.
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de Madrid