SEXTO DOMINGO DE PASCUA (B), DIOS ES AMOR
Hechos 10,25-26.34-35.44-48; 1 Juan 4,7-10; Juan 15,9-17
HABLA LA PALABRA: La Buena Noticia por antonomasia
Si tuviéramos que simplificar la Buena Noticia en una sola frase sencilla, con un sujeto, un verbo, y un predicado, tendríamos que tomarla del Apóstol San Juan cuando nos dice que “Dios es amor”. Dios es amor es la Buena Noticia por antonomasia.
- En primer lugar, decir que Dios es amor es decir que Dios ama a todos. Vemos en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles como explica que “Dios no hace distinciones: acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”.
- En segundo lugar, decir que Dios es amor es decir que Dios es misericordia. Hemos rezado con el salmo 97: “Se acordó de su misericordia y su fidelidad”. Es decir, Dios nunca olvida que su misericordia y su fidelidad al hombre son irreversibles.
- En tercer lugar, decir Dios es amor es decir que Dios es el primero en amar. San Juan, además de decirnos que Dios es amor en su primera carta, también nos dice que “en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó”.
HABLA EL CORAZÓN: El amor de Dios no tiene límites
- Dice el Papa Francisco que antes de que ningún hombre pudiera haber amado a Dios, “fue Él quien nos amó en primer lugar. Él es el primero en amar”. “Dios es así: siempre es el primero en actuar. Es el primero en esperarnos, el primero en amarnos, el primero en ayudarnos”.
- Este amor de Dios encierra un gran misterio: “Es un amor que no se puede comprender. Un amor que supera toda conciencia. Lo supera todo. Así de grande es el amor de Dios. Un poeta decía que era como el mar sin orillas, sin fondo…, un mar sin límites. Esto es el amor que debemos entender, el amor que recibimos”.
- Dios se fue revelando a la humanidad a lo largo de la historia, avanzando paso a paso para dar a entender la grandeza de su amor: “Ha sido un gran pedagogo”.
- “¿De qué forma manifiesta Dios su amor? ¿Con las cosas grandes? No: mediante las pequeñeces, con gestos de ternura, de bondad. Se hace pequeño. Se acerca. Con esa cercanía, con ese empequeñecerse, Él nos hace entender la grandeza del amor. El grande se hace entender por medio del pequeño”.
- Ese amor mostrado en lo pequeño se materializa en Jesucristo. “Cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser el comportamiento cristiano, nos dice pocas cosas. Nos hace ver aquel famoso protocolo según el cual todos seremos juzgados. ¿Y qué dice? No dice: Creo que Dios es así. He entendido el amor de Dios. No, no…, el amor de Dios se muestra en lo pequeño. He dado de comer al hambriento, he dado de beber al sediento, he visitado al enfermo, al encarcelado”.
- “Las obras de misericordia son el camino de amor que nos enseña Jesús en continuidad con el amor de Dios”. Las obras de misericordia “son la continuidad del amor de Dios que se empequeñece, llega a nosotros y nosotros lo llevamos adelante”.
HABLA LA VIDA: El cuento de Martín
- Martín era un humilde zapatero. Vivía solo. Cada noche, antes de ir a dormir, leía el Evangelio. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía: “Martín, mañana Dios vendrá a verte”….
- Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso delante de la ventana, para ver quién pasaba. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo descalzo. Compadecido, lo hizo entrar en su casa. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta para el camino, y le regaló unos zapatos.
- Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa riquísima que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Y fue a por unos abrigos para que no pasaran más frío.
- Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. Y entró dando tumbos el borracho del pueblo. Y Martín, acomodándolo en la mesa, le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía. Cuando el borracho marchó ya era muy tarde. Martín estaba triste. Dios no había venido.
- Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó: “Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber…”. Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo.
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.