Sobre todo desde el decreto Inter Mirifica del Concilio Vaticano II, la Iglesia no ha parado de repensar y de renovar su relación con el mundo de los MCS, tanto en su magisterio, como en su diálogo con la sociedad, en la innovación de sus modos de evangelizar, y en el trato pastoral a los profesionales y a los usuarios de la comunicación social. Y con ocasión de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el domingo de la Ascensión, nos pone al día en este empeño. Aún así, son muchos los errores en los que somos tentados a la hora de entender la relación entre evangelización y medios de comunicación. Sirva para corregirlos la descripción de seis de estos errores: los tres primeros desde fuera de la Iglesia y los tres últimos desde dentro de la Iglesia:
1.- “La Iglesia quiere usar la máximo los MCS para hacer proselitismo”.
La verdadera evangelización nunca es proselitista, tampoco a través de los MCS, sino que es testimonio y propuesta de un encuentro con alguien, con Jesucristo. El proselitismo mediático en cambio se da sobre todo en la publicidad. En la comercial que no presenta sólo productos y servicios, ni siquiera sólo marcas, sino que muchas vende también ideologías (de entrada, consumismo y materialismo), aunque por la asociación de ideas también valores y contravalores. Pero sobre todo en la publicidad ideológica (de partidos políticos o de iniciativas de la Sociedad Civil). En cambio, el mensaje evangelizador es siempre, e inexorablemente, conductor de humanismo, no de ideologías.
2.- “La comunicación religiosa supone un uso alternativo (cuando no fraudulento) de la comunicación social”.
El origen último de la comunicación social es inseparable de la dimensión religiosa del hombre, como el origen último de la comunicación interpersonal es inseparable de la sociabilidad humana. ¿De que la sirve la comunicación social (destinatario y/o también emisario indeterminados, desde las señales de humo a las redes sociales) sino es para comunicar algo que interese a todos más allá de sus círculos familiares, sociales y culturales propios? ¿No será fundamentalmente todo aquello que tenga que ver con las dimensión más universal del ser humano que es su religación (búsqueda de sentido de la vida, búsqueda de verdad, bondad y belleza supremas, búsqueda de Dios)? El “id por todo el mundo y predicad el Evangelio” (Mt 16,15) de Jesús no es sólo patrimonio de la evangelización, y menos aún de la evangelización mediática, sino que toca el corazón mismo del sentido de la comunicación social, porque su fin supremo es la comunión y el progreso entre los hombres y los pueblos. Y éstas sólo encuentran históricamente en el Evangelio la categoría de don, tarea y destino principales de la humanidad. No sólo los medios no se salen de su cometido cuando evangelizan, sino que cuando lo hacen responden mejor que de ningún otro modo a su ser natural, a lo más propio de su característica distintiva.
3.- “Hay que separar radicalmente comunicación de la fe e información religiosa”.
Un altísimo porcentaje del uso de los MCS no es periodístico, porque no se dedica a la información y el análisis de la actualidad. Es en cambio cultural, pues siempre o bien ofrece ideas o válvulas de escapa para no tener ideas (que es una apuesta contra-cultural), o bien ofrece valores ó contravalores, experiencias humanas y sociales ejemplarizantes o degradadoras de la dignidad humana, referentes estéticos elevados o denigrantes, así como “verdad” o “falsedad” sobre la realidad, sobre el hombre, y no sólo verdades o falsedades periodísticas. Por otro lado, toda información periodística esta atravesada por la mirada preconcebida de la realidad, y necesita para ser tal una opción en la percepción, ya sea ésta ideologizada o desidelogizada, esperanzadora o derrotista, profunda o superficial, que no es mera opinión aunque devenga en opiniones. Es más, en el momento en el que nos preguntamos no sólo el qué, el quien, el cuando, el donde, y el como, y nos preguntamos también el porqué y el paraqué de una noticia, necesarios para elaborar una información mínimamente satisfactoria, se requiere de una cosmovisión. Por eso toda información esta dotada de un trasfondo filosófico y religioso tanto en el modo de valorarla como en el modo de interpretarla, como por otra parte toda comunicación filosófica o religiosa tiene algo de información, pues narra la vida de los hombres, y la historia de los pueblos, desde sus anhelos, sus motivaciones, sus aspiraciones más hondas. Claro que son don géneros distintos, pero interrelacionados. Porque toda información tiene algo de religiosa, no sólo la que trata de la actualidad religiosa, y toda comunicación religiosa tiene algo de información.
- “La Iglesia desvirtúa el mensaje cristiano si lo hace a través de los MCS, más aún de los NNMM (nuevos medios digitales)”.
En la historia de la Iglesia y de su evangelización se repiten desde le primer momento las tentaciones del repliegue inmovilista (el “siempre se ha hecho así” que denuncia el Papa Francisco en Evangelii Gaudium), nostálgico de pasados maquillados y temeroso a los cambios sociales y culturales. Y esto repercute en el uso de los medios, sobre todo porque nunca es sólo una cuestión de “uso”, sino una cuestión de inculturación. La Iglesia no sólo no tiene miedo a los MCS ni a los NNMM, sino que apuesta más que nadie por ellos, por tres razones: porque cree en un Dios que es comunicación en si mismo (comunicación trinitaria); porque cree en un hombre nuevo que además de abierto a la comunicación, al entendimiento y al diálogo aspira a la fraternidad universal y necesita para ellos una comunicación planetaria; y porque esta al servicio de la doble fidelidad de la evangelización: la fidelidad al don de la fe recibido que quiere compartir con los demás, y la fidelidad -tan importante como aquella- al destinatario de la comunicación evangelizadora, y por tanto a su lenguaje y a su cultura, que hoy son fundamentalmente lenguaje y cultura mediáticas.
5.- “La Iglesia deber usar como sea los medios para evangelizar”.
Como sea no. Porque debe hacerlo sólo bajo dos premisas: primero con respeto a la naturaleza y a los procesos históricos del desarrollo mediático, que configuran el modo de percepción mediática, lo que supone un mínimo de profesionalidad en el uso de los medios. Y segundo como parte integrante de la “Evangelización de la cultura mediática” (San Juan Pablo II en Redemptoris Missio), que es previa, y que a la vez orienta y engloba el uso de los medios para la evangelización, por la que tan importante para la evangelización son los formatos generalistas como temáticos de la comunicación social. Entre hacer un uso de pésima calidad y escasa profesionalidad de los medios y no hacerlo, en un contexto pastoral determinado, es mejor no hacer uso de ellos. Siendo así que -en frase tópica pero acertada de McLuhan-, en la cultura mediática “el medio es el mensaje”, el mensaje que se daría no es el de una “Buena Noticia”, sino el de una antipática, triste y anticuada noticia.
6.- “La Iglesia debe entrar en el espacio mediático en clave de confrontación cultural”
No es verdad: la Iglesia “es diálogo” (beato Pablo VI en Ecclesiam Suam), en sí misma, porque la Buena Noticia del evangelio es diálogo “hasta el extremo” entre Dios y los hombres y para los hombres entre si. El diálogo no es ni siquiera una estrategia, es una premisa, y un fin en si mismo. Y no es verdad porque la Iglesia entiende este diálogo desde la clave de la encarnación como inculturación. Es decir, no como asimilación acrítica, pero tampoco como confrontación con la cultura circundante (aunque a veces sea dominante). Debe ser diálogo critico, que sabe de “la lucha por el alma de este mundo” de la que hablaba San Juan Pablo II, pero diálogo siempre. Y esto condiciona completamente todas las dimensiones de la relación entre Iglesia y MCS, desde el modelo de los medios propios, a la relación con los profesionales y con los demás medios, pasando por la formación de nuevas generaciones de profesionales de la comunicación. La Iglesia “en salida” que quiere el Espíritu Santo y que nos reclama el Papa Francisco no tiene miedo a los medios, como no lo tiene a la cultura de hoy, sino que los ve como valiosos instrumentos para la cultura del encuentro, no como medios defensivos en una cultura del desencuentro.