Ante Jesús los había que le veían de lejos, le escuchaban, le preguntaban, le discutían, le aplaudían o le abucheaban. Pero también algunos pocos le seguían. “¿Y vosotros, quien decís que soy yo?” (Lc 9,20).
- El significado del concepto cristiano de seguimiento hay que encontrarlo en su origen evangélico, cuando Cristo Jesús se dirige a Simón, Andrés, Juan y Mateo con la breve y elocuente expresión “sígueme”, capaz de suscitar en ellos una adhesión exigente y radical (Cf. Mc. 1, 17-20; 2, 14): “Se levantó y lo siguió” (Mt. 9, 9), “Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas” (Mt. 8, 19), “hemos dejado todo para seguirte” (Mt. 19, 27).
- Este seguimiento exige la renuncia a las riquezas: “Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en los cielos. Luego ven y sígueme” (Mt. 19, 21), a las seguridades: “no andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros, o con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo” (Mt. 6, 25), a la propia familia: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt. 10, 37), y hasta a la vida: “el que quiera conservar la vida por mi la perderá, y el que la pierda por mí la salvará” (Mt. 10, 39).
- El seguimiento de Jesús consiste antes que nada en hacer la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: ¡Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7, 21). Voluntad que ha de vivirse en el momento presente, libres de la preocupación por el pasado, que está en la misericordia de Dios, y del futuro, que está en su providencia: “No andéis preocupados por el día de mañana, que el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su propio afán” (Mt. 6, 34).
- No es un seguimiento intelectual, sino real y vital. El seguimiento cristiano no se puede comparar con el seguimiento de un pensamiento o de una corriente intelectual, cultural, política, o ideológica. No es el seguimiento de un objetivo, de un programa de vida, de unas ideas, sino de una persona. Lo cual no quita que el seguimiento de Cristo suponga, indivisiblemente, el seguimiento de su Reino, con el que él mismo se identifica: “Buscad ante todo el Reino de Dios” (Mt. 5, 33).
- Por otro lado el seguimiento en tanto actitud cristiana básica, no se fundamenta en la iniciativa humana que comporta, sino en la gracia de la vocación que se recibe. Es la gracia por la cual “Dios nos ha bendecido por medio de Cristo” (Cf.: Ef.1,3-14).
- El seguimiento a la persona de Cristo adquiere incontables formas por la compleja y plural modalidad de su presencia en el misterio de la Iglesia, prometida “hasta el final de los tiempos” (Mt. 20, 18): “si alguien me sirve, sígame, y donde yo estoy, allí estará también mi servidor” (Jn. 12, 26).
- La pluralidad de formas del seguimiento esta estrechamente unida a la pluralidad de llamadas al seguimiento, es decir, de vocaciones específicas que parten de la única vocación cristiana. Él llamó primero a sus apóstoles, pero la llamada del seguimiento de Jesús, el seguirle sin “volver la cabeza hacia atrás” (Lc 9. 61), es universal.
Seguir a Cristo supone siempre búsqueda, encuentro, y continuo reencuentro. A veces, cuando rezamos, parece que queremos que sea Dios quien secunde nuestros planes, cuando la única oración llena de fe es la que le pide no entorpecer demasiado la divina aventura de nuestra vocación, del plan que Dios tiene para nuestra vida.