San José fue un hombre justo y fiel a la Ley de Dios. Aceptó la voluntad divina y tomó consigo a María como esposa. Cumplió su papel de padre y junto con María educó a Jesús. Es patrono de la Iglesia universal, y es después de María a quien debemos mayor veneración (Docat, 147).
1.- San José, perspectiva bíblica
2.- San José, el hombre de los sueños
3.- San José, modelo para dar la vuelta al dolor
4.- San José, el santo del silencio
5.- San José obrero
6.- San José, patrono de la Iglesia, intercesor de su comunión
7.- El gran atractivo de nuestro tiempo
1.- San José, perspectiva bíblica
En los textos bíblicos con los que la liturgia de la Iglesia celebra a san José nos encontramos:
En el libro de Samuel la promesa de que en uno de los descendientes de David edificaría una casa para el Señor, en alusión a José, descendiente de David.
En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
– “Ve y dile a mi siervo David: Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre» (Samuel 7,4-5ª.12-14ª.16).
En la carta de san Pablo a los Romanos la referencia a Abraham, el padre y modelo universal de la fe, del que José sería el más preciado emulador.
Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: “Te hago padre de muchos pueblos”.
Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: “Así será tu descendencia” (Romanos 4,13.16-18.22).
En el Evangelio el sueño de José, en el que descubre el designio de Dios sobre él.
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
– “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor (Mateo 1,16.18-21.24ª).
2.- San José, el hombre de los sueños
Dice el Papa Francisco que San José era un hombre concreto, pero con el corazón abierto, “el hombre de los sueños”, no “un soñador”:
El sueño es un puesto privilegiado para buscar la verdad, porque allí no nos defendemos de la verdad. Vienen y… Y Dios también habla en los sueños. No siempre, porque generalmente es nuestro inconsciente que viene, pero Dios tantas veces eligió hablar en los sueños. Lo hizo tantas veces, en la Biblia se ve, ¿no? José era el hombre de los sueños, pero no era un soñador ¿eh? No era fantasioso. Un soñador es otra cosa: es aquel que cree…va… está en el aire, y no tiene los pies plantados en la tierra.
También el Papa Francisco pide que no se pierda la capacidad de soñar, la capacidad de abrirse al mañana con confianza, no obstante las dificultades que puedan surgir:
No perder la capacidad de soñar el futuro: cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros: soñar sobre nuestra familia, sobre nuestros hijos, sobre nuestros padres. Mirar como yo quisiera que anduviera su vida. También los sacerdotes: soñar sobre nuestros fieles, qué queremos para ellos. Soñar como sueñan los jóvenes, que son descarados en el soñar, y allí encuentran un camino. No perder la capacidad de soñar, porque soñar es abrir las puertas al futuro. Ser fecundos en el futuro.
Los sueños religiosos
Además de esta acepción de “soñar”, que hace referencia a vivir con proyectos, con ilusiones, con esperanzas, con la mirada puesta en el futuro y en la búsqueda de un futuro mejor para todos, esta el “valor religioso” del sueño, tan reiterado en la Sagrada Escritura como espacio de manifestación de Dios.
Del valor religioso del sueño nos habló, entre otros, Víctor Frankl, el padre de la logoterapia, la psicoterapia del sentido. Al igual que Freud, Frankl estaba convencido del valor revelador del sueño con respecto a las profundas experiencias, emociones e inquietudes humanas. También que en los sueños se manifiesta muchas veces el yo reprimido: el inconsciente expresa en el sueño lo que el subconsciente censura. Para Frankl esto ocurre sobre todo en nuestro tiempo en el que la presión anti-religiosa de la cultura dominante reprime la búsqueda de Dios. El sueño religioso vendría así a ser la válvula de escape de la “nostalgia de Dios” de la que hablaba Steiner, reprimida por el yo que se ha subido al “carro del vencedor” (Noelle Newman) de la cultura secularista dominante.
3.- San José, modelo para dar la vuelta al dolor
De San José podemos aprender al menos cuatro cosas: su confianza en Dios, su capacidad para sufrir y ver el “hilo de oro” del plan de Dios, su laboriosidad, y su silencio.
En los Evangelios encontramos también cinco grandes dolores de San José. Pero a cada dolor le corresponde una inmensa alegría:
- El primer dolor: Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y no lograr conseguir ni siquiera una casita pobre para el nacimiento. A este dolor correspondió la alegría de ver y oír a los ángeles pastores llegar a adorar al Divino Niño.
- El segundo dolor fue el día de la Presentación del Niño en el Templo, al oír al profeta Simeón anunciar que Jesús sería causa de división y que muchos irían en su contra y que por esa causa, un puñal de dolor atravesaría el corazón de María. A este sufrimiento correspondió la alegría de oír al profeta anunciar que Jesús sería la luz que iluminaría a todas las naciones.
- El tercer dolor fue la huida a Egipto. Tener que huir por entre esos desiertos, sin sombras ni agua, y con el Niño recién nacido. A este sufrimiento le correspondió el gozo de ver crecer al Divino Niño.
- El cuarto dolor fue la pérdida del Niño Jesús en el templo y la angustia de buscarlo por tres días. A este sufrimiento le siguió la alegría de encontrarlo sano y salvo y de tenerlo en su casa hasta los 30 años y verlo crecer ante Dios y ante los hombres.
- El quinto dolor fue la separación de Jesús y de María al llegarle la hora de morir. Pero a este sufrimiento le siguió la alegría, la paz y el consuelo de morir acompañado de los dos seres más santos de la tierra.
4.- San José, el santo del silencio
- Pero además de orante y paciente, San José es silencioso. Con María su esposa, hizo grandes cosas dejándose hacer por Dios. San José, el santo del Silencio.
- Es un caso excepcional en la Biblia: no se le escucha ni una sola palabra. No es que haya sido uno de esos seres que no hablaban nada, pero seguramente fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: «Sean pocas tus palabras».
- Quizás Dios ha permitido que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra, para enseñarnos a amar también nosotros en silencio. San José, Patrono de la Vida interior, enséñanos a confiar, a sufrir, y a callar amando.
5.- San José obrero
- El Concilio de Calcedonia, en el año 451, afirmó que “Jesús fue con respecto a nosotros semejante en todo menos en el pecado”. El mismo vivió junto a pescadores, campesinos y artesanos, recibió la formación en un oficio y hasta los treinta años trabajó como carpintero en el taller de San José.
- El trabajo remunerado es para la gran mayoría la fuente de ingresos más importante y, con frecuencia, la única. Y no sólo eso: el trabajo es además una dimensión esencial de la propia realización del hombre y de la participación social. Esta razón hace que desempleo suponga algo más que una mera pérdida material de los ingresos. El desempleo suele traducirse a menudo en aislamiento, en un dudar de sí mismo y en la exclusión social o la enfermedad. La Doctrina Social de la Iglesia habla por eso un derecho moral al trabajo. Todas las fuerzas sociales -empresas, sindicatos, grupos políticos- tienen la obligación de hacer realidad este derecho al trabajo y de perseguir el objetivo del pleno empleo.
- La Iglesia celebra dos días san José, el 19 de marzo, y el 1 de mayo, San José Obrero, haciéndolo coincidir el papa Pío XII con el día del trabajo. Él es el modelo del trabajador y el intercesor en la lucha por los derechos de los trabajadores.
- Un día preguntaron a tres canteros qué hacían. El primero dijo que labrar la piedra, el segundo construir un arco de medio punto, el tercero levantar una catedral. ¿Cuál de las tres respuestas habría dado San José?
6.- San José, patrono de la Iglesia, intercesor de su comunión
- San José es el patrono de la Iglesia. Razón por la cual, el Papa Francisco, que le tiene una gran devoción, quiso incluirle de modo explícito junto a la Virgen María en las intercesiones de todas las plegarías litúrgicas (“Por intercesión de la bienaventurada Virgen María, y de San José su esposo”).
- Si es patrono de la Iglesia, lo es de la Iglesia en su profundo misterio, la Iglesia comunión (sacramento de la comunión trinitaria), y de su misión (la Iglesia no vive para si misma, sino para su misión).
- Fijémonos en la Iglesia misterio de comunión. La primera y determinante Iglesia doméstica fue la familia de Nazaret, en la que cada uno de los tres miembros veía en los otros dos el punto de apoyo de la comunión en la relación entre ellos.
- San José es así el principal intercesor para pedir sin descanso que no caigamos en la tentación de la división, para que procuremos la unidad en la diversidad, para que no vuelvan los fantasmas de los cismas, porque sin comunión no hay misión.
7.- El atractivo del tiempo moderno (Chiara Lubich)
He aquí el gran atractivo
de nuestro tiempo:
abismarse en la más alta contemplación
y permanecer mezclado con todos,
hombre entre los hombres.
diría aún más:
perderse en la muchedumbre
para informarla de lo divino,
como se empapa
un trozo de pan en el vino.
Y diría más todavía:
hechos partícipes de los designios de Dios sobre la humanidad,
trazar sobre la multitud estelas de luz
y al mismo tiempo,
compartir con el prójimo
la deshonra, el hambre, los golpes,
las pequeñas alegrías.
Porque el atractivo
del nuestro,
como el de todos los tiempos
es lo más humano y lo más divino
que se puede pensar:
Jesús y María,
el Verbo de Dios, hijo de un carpintero.