La película “Resucitado” (Risen), de 2016, no plantea ninguna duda sobre la historicidad de la Resurrección de Cristo. Muchos espectadores, que no conocen los Evangelios, no sabían que, aparte del personaje del pretorio romano que sirve de hilo conductor de la trama, la resurrección de Cristo fue un hecho indiscutible. Estos son los datos del realismo de la Resurrección que nos ofrecen los Evangelios:
La tumba vacía
Nadie vio resucitar a Jesús; nadie fue testigo ocular de la resurrección. Pero sí hubo testigos que en la mañana de aquel día después del sábado, vieron que la tumba en la que había sido enterrado Jesús a toda prisa la tarde del viernes, estaba vacía (cfr. Mt 28,6). Se trataba de las mujeres que se acercaron en la madrugada de aquel primer día de la semana hasta la sepultura con ungüentos, y, al llegar allí, vieron que la losa que la cubría estaba corrida y que el cuerpo de Jesús no estaba. También vieron a unos ángeles que les dijeron que había resucitado (cfr. Mt 28,1-7; Mc 16,1-7; Lc 24,1-8).
Ellas transmitieron el anuncio a los apóstoles, pero éstos no dieron crédito a lo que les decían, aunque, se acercaron al lugar, y vieron las cosas tal y como las mujeres las habían descrito; pero a Jesús no le vieron (Lc 24,10-12; Jn 20,3-8).
Las apariciones
Según los evangelistas, Jesús se apareció primeramente a algunas mujeres (Mt 28,9-10), después se apareció a dos discípulos que iban a la aldea de Emaús (Lc 24,13-33), se le apareció también a Pedro (Lc 24,34) y a los Once reunidos en el cenáculo (Lc 24,36-49; Jn 20,19-22).
San Pablo nos dice que, además de a Pedro y a los Doce, Jesús se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, luego a Santiago y a todos los apóstoles; por último, se le apareció también a él [a Pablo] en el camino de Damasco (1 Co 15,5-8).
Jesús resucitado no quiso manifestarse abiertamente, como cuando estaba vivo en carne mortal, sino que se dejó ver por los que, en adelante, habrían de ser sus testigos hasta los confines de la tierra (cfr. Lc 24,48). Pero todos cuantos le vieron le reconocieron y tuvieron clara conciencia de que se trataba de Jesús.
Los evangelios no tienen ningún reparo, en su fidelidad a los hechos, en mostrarnos como los apóstoles se resistieron a creer que Jesús había resucitado:
- Los Once se resistieron a creer, y Jesús les tuvo que enseñar las marcas de los clavos (cfr. Lc 24,40; Jn 20,20).
- Tomás, uno de los Apóstoles, incluso pidió meter los dedos y la mano en los agujeros de los clavos y la lanza respectivamente; si no, no creería que era realmente Jesús quien había resucitado y estaba vivo (cfr. Jn 20,24-29).
- Los Apóstoles no quisieron dar fe a las Escrituras ni tampoco a las palabras que Jesús les había dicho mientras estaba con ellos (cfr. Mc 8,31; Mc 9,9-32; 10,32-34).
Por tanto, sólo cabe pensar que fueron las pruebas que Cristo mismo les dio de que estaba vivo, lo que les llevó al convencimiento de que realmente había resucitado.