En las lecturas de este domingo hay un concepto central de nuestra fe: el Reino de Dios. De él sabemos, por estas lecturas, cinco características:
- El Reino de Dios es un reino social: el libro de Jonás nos habla de una ciudad en dispersión y pecado como Nínive. En contraste está la Nueva Jerusalén, símbolo del Reino de Dios prometido, una ciudad, una patria, donde reinaran la justicia, el amor y La Paz de Dios.
- El Reino de Dios es un reino en camino. Lo realiza Dios pero con la colaboración de los hombres, si estamos en el camino correcto. Por eso con el salmo 24 debemos siempre pedirle al Señor que nos enseñe sus caminos, confiados en que lo hará con una condición, que el mismo salmo explica: que seamos humildes. El soberbio puede estar muy bien intencionado, pero a la postre yerra, porque los planes de Dios no son nuestros planes. Es más, porque Dios se ríe de nuestros planes.
- El Reino de Dios es un Reino que no es de este mundo, porque es eterno, y como nos dice San Pablo en su primera carta a los colosenses «la representación de este mundo se acaba». Lo cual no significa que no empiece a edificarse en este mundo. Es mas, toda acción humana realizada desde la caridad toda conquista humana a favor de la justicia, y todo paso a favor de la paz, por pequeños y limitados que sean, son ladrillos para la edificación del Reino eterno de Dios, y permanecerán para siempre en él.
- El Reino de Dios esta cerca de nosotros: “Se ha cumplido el plazo. Está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”, hemos proclamado del texto del Evangelio de San Marcos. Tan cerca como qué Él mismo nos lo trae. Porque el Reino se identifica con su persona. Él es la justicia, el amor y la Paz de Dios que abraza a cada hombre y a toda la humanidad (por eso en él reside la Nueva Humanidad), y él es el Rey de Reyes, Cristo Rey. Su palabra, sus sacramentos, su amor derramado, desde hace dos mil años, es semilla segura que dará como fruto en el eterno Reino de Dios. Donde está Jesús, está el Reino de Dios, en ciernes, pero real. La historia de la humanidad es por él historia de salvación. Decía un gran filósofo español, Xabier Zubiri, que la historia del a humanidad es cristianismo en tanteo.
- El Reino de Dios que requiere la conversión. La única tierra fértil donde la semilla del Reino de Dios puede anidar y crecer es el corazón humano. En las estructuras sociales, técnicas, políticas o económicas, por si mismas, no puede crecer. Estas pueden servir sólo si forman parte de su desarrollo en el corazón de los hombres. Sólo en hombres y mujeres convertidos al Evangelio puede crecer el Reino de Dios. Como en Simón, en Andrés, en Santiago, en Juan, a los que Jesús llama en el relato que acabamos de escuchar, como en todos nosotros si nos convertimos a su amor, como en todos los santos, especialmente en aquellos que han construido con su vida un peldaño del Reino de Dios.
También de nuestro tiempo. El Papa Francisco dio hace ya tres años un importantísimo impulso en el proceso de canonización de monseñor Oscar Romero, ya declarado beato el año pasado. Y para estos procesos canónicos sirve el precepto evangélico: “lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo”.
- Durante más de veinte años la Iglesia ha recibido constantes presiones para que este camino no se iniciase jamás, porque Oscar Romero es el más preclaro símbolo del trabajo por el Reino de Dios de la Iglesia que peregrina en América con su valiente opción preferencial por los pobres y por ese tipo de teología de la liberación que tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI y el Papa Francisco apoyaron y defendieron siempre.
- Se trataría de un paso decisivo para quien fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía y que ya el pueblo aclama como santo. Precisamente cuando celebraba el funeral por un sacerdote asesinado, cuando acababa de explicar que “todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque el Señor no nos conceda este honor…Dar la vida no significa sólo ser asesinados; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en ese silencio de la vida cotidiana”.
- Ahora, la pregunta es: ¿Y tú? ¿Y cada uno de nosotros? ¿Buscamos la conversión del corazón, la buscamos para construir el Reino de Dios, estamos dispuestos a dar la vida (lo que somos y tenemos) por su Reino?
HOMILÍA PARA EL DOMINGO III DEL TO (CICLO B)