Entre los que acudieron a aquella reunión estaba Raquel López, coordinadora de la Comisión de la catequesis de personas con discapacidad de la diócesis, que es catequista de un grupo de once jóvenes de entre 17 y 21 años que se reúnen cada quince días en la Fundación Crónica Blanca. «Son chicos con discapacidades diferentes, autismo, síndrome de Down, o que les falta madurez y les cuesta comprender las cosas».
Junto con el delegado de Catequesis, Manuel Bru, y con la ayuda de los padres, adaptaron para ellos los materiales de la catequesis propuestos por la diócesis, en concreto los de junior, aunque en algunas ocasiones usan el infantil. Y «usamos casi siempre» las propuestas de la sección «Vemos», que son presentaciones en vídeo de películas, y que después «lo llevamos al camino de Jesús». «El último día, por ejemplo, vimos un fragmento de Cadena de favores», lo que permitió trabajar en el grupo «cómo creían ellos que se comportaría Jesús» en situaciones similares y se les animó a contar «a quiénes harían ellos un favor».
Es verdad que hay que contar con «lo receptivos que estén ese día», y por lo general «hay que repetir todo muchas veces, y el mismo concepto durante varios días». Más que de que aprendan, se trata de que interioricen. Por ejemplo, y haciendo referencia de nuevo a la película, «que interioricen el ayudar a los demás y cómo Jesús ayudó en su momento».
Con cada cuaderno hacen dos sesiones, y «hay que hacer siempre lo mismo, porque estos niños necesitan una estructura siempre igual». También les sucede con el oratorio, que realizan siempre con el padre Julio César, de la parroquia Santas Perpetua y Felicidad. «Si lo ven, ya saben que hay oratorio». Lo hacen en una capillita pequeña que hay en la fundación, en un ambiente de recogimiento. Hay veces que se emocionan, como la última vez, cuando rezaron el padrenuestro todos juntos y lo grabaron para pasárselo a un compañero al que habían operado. «Tienen que tener también esta conciencia de que son una familia».
Merienda y actividades fuera
En realidad, la catequesis comienza con una merienda que preparan los padres. En ella, los chavales comparten cómo les ha ido durante el tiempo que no se han visto —las reuniones se hacen dos viernes al mes, a las 17:15 horas, y se prolongan durante cerca de dos horas—. «Es bonito ver cómo tienen las mismas inquietudes que un joven de su edad», refiere Raquel. «¡Menos mal que vienes tú!», le dicen las dos únicas chicas del grupo a la catequista, porque el resto son todo varones.
El grupo lleva caminando tres años, preparándose para recibir el sacramento de la Confirmación. Han hecho mucha piña, porque para los catequistas es importante organizar también actividades fuera. El año pasado hicieron una fiesta de Navidad en la que estuvo invitado Toño Casado; de aquel encuentro surgió la posibilidad de ir a ver su musical Sueños, sobre la vida de Don Bosco, una experiencia que resultó todo un éxito.
«Intentamos también incorporarlos a otros jóvenes» acudiendo, por ejemplo, a la Vigilia de la Almudena en la catedral, a la que llevan asistiendo los dos últimos años, y «este domingo iremos a la basílica de la Concepción a la Misa» que retransmite TRECE a las 12:00 horas, y en la que participarán activamente personas con discapacidad. Y luego, «a tomar el aperitivo».
Este próximo curso comenzarán con un nuevo grupo, aunque la idea es no abandonar el actual. «Estamos en un camino de fe». Además, «estos chicos lo necesitan y lo reclaman: “¿cuándo volvemos a catequesis?”, nos preguntan siempre en vacaciones». También los echan de menos los catequistas, porque «estos niños» son muy cariñosos: «Siempre te ven guapa, te abrazan… Se preocupan mucho por nosotros».
«Regalo de esperanza»
La Iglesia se une el próximo 3 de diciembre al Día Internacional de las Personas con Discapacidad «con el fin de animar a la evangelización de este sector pastoral y avanzar en su inclusión en la sociedad y en la Iglesia», según una nota de la Conferencia Episcopal. Con el lema Todos juntos regalamos esperanza, la campaña —rodada, entre otros, en la Casa Santa Teresa de Madrid— «quiere ser un canto a la esperanza, un aliento fresco que permita descubrir que todos somos un regalo de esperanza para los demás».