¿Pueden los colegios dar catequesis?

RESPUESTA:

1º/ Los colegios privados no católicos no pueden proponer procesos de iniciación cristiana. Si lo hacen es sin permiso de la Iglesia. Tampoco los colegios públicos. Puede haber excepciones si la autoridad eclesiástica llega a la conclusión de que en algunos de estos colegios se dan las condiciones que se le piden a los colegios católicos. 

2ª/ Los colegios católicos (dependientes de una institución católica), ya sean privados o concertados, sólo pueden proponer procesos de iniciación cristiana bajo tres condiciones:

a) Que en ellos exista una actividad pastoral con las familias de los escolares, y que fruto de esta actividad haya una comunidad cristiana escolar;

b) Que la catequesis que se imparta sea una prolongación de la catequesis de la parroquia a la que el colegio geográficamente pertenezca, lo que supone que los equipos de catequistas de ambas parroquias estén integrados, y que se proponga el mismo itinerario y metodología, que por otra parte no pueden ser otros que los de la diócesis;

c) Que no se den en horario escolar, ni se presenten como una extra-escolar formativa (y por tanto entre otras cosas que sea gratuita), sino como actividad pastoral de la parroquia.

  • En todo caso, el arciprestazgo y la vicaría episcopal a la que pertenece discernirá en cada caso si estas condiciones se dan realmente y si existe una verdadera integración de la pastoral del colegio en la pastoral parroquial y diocesana.

ARGUMENTACIÓN DE LA RESPUESTA:

El nuevo Directorio Para la Catequesis (2020) propone respuestas a tres preguntas clave: qué es la enseñanza religiosa en la escuela, que es la catequesis en la escuela, y que relación hay entre ambas.

  • ¿Qué es la enseñanza religiosa en la escuela? Citando el Directorio General de la Catequesis (DGC, 73), deja claro que “lo que confiere a la enseñanza escolar su característica propia es el hecho de estar llamada a penetrar en el ámbito de la cultura de relacionarse con los demás saberes. Como forma original de ministerio de la Palara, en efecto, la enseñanza religiosa escolar hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de la cultura”. Añade el nuevo Directorio una consideración importante tomada de la Benedicto XVI (Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30 de noviembre de 2010), nº 111.), que “en el contexto actual esta representa en muchos casos para los estudiantes una ocasión única de contacto con el mensaje de la fe” (NDC, 313). Sobre la enseñanza religiosa escolar se apuntan también varios aspectos importantes: que es un derecho de los padres y de los alumnos, que forma parte de una verdadera educación integral de todos los aspectos de la existencia humana, que presta un gran servicio al desarrollo de la persona y de la sociedad, que conviene que se presente con el mismo rigor que las demás asignaturas escolares, que esté abierta al diálogo con las demás disciplinas, que sea confesional en el contexto de otras enseñanzas religiosas escolares también confesionales, que este regulada por las conferencias episcopales, que no olviden la dimensión ecuménica e interreligiosa de la presentación de la fe católica, y que los profesores de religión sean creyentes y pertenezcan a una comunidad cristiana, dispuestos a dar testimonio de su fe a través de sus competencias profesionales (DC, 315-317).
  • ¿Qué es la catequesis en la escuela? Pues es algo muy diferente a la enseñanza de religión en la escuela. Ya que “la catequesis promueve la adhesión personal a Cristo y la maduración de la vida cristiana”, mientras “la enseñanza escolar transmite a los alumnos los conocimientos sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana” (DC, 313).
  • ¿Qué relación hay entre ambas? “Su relación (la de la enseñanza académica de la religión católica) con la catequesis es de distinción en la complementariedad. Cuando la distinción no es clara, existe el peligro de que ambas pierdan su propia identidad” (DC, 313).

Por tanto, la catequesis en la escuela se distingue fundamentalmente por ser “iniciación cristiana”, por “formar parte de los procesos e itinerarios de la iniciación cristiana”, no sólo “formación cristiana”. Al responder a unos procesos propios, y sobre todo al responder a una finalidad distinta, es muy importante una clara distinción visible para no confundir ni a los padres ni a los alumnos: horarios distintos (en el caso de la catequesis, fuera del horario escolar), interlocutores distintos (las figuras del maestro y del catequista son bien distintas),unos recursos distintos (los recursos catequéticos deben ser muy diferentes de los materiales escolares en su contenido y en su presentación, aunque se puedan compartir algunos recursos complementarios, por ejemplo en el ámbito audiovisual), y en la medida de lo posible, unos espacios distintos.

Por otro lado, en toda escuela puede desarrollarse la enseñanza religiosa escolar, que le es propia. Entendemos, en los países donde los acuerdos con la Iglesia lo permiten, a través de diversas modalidades, y por tanto los proyectos educativos escolares lo permitan e integren, tanto en las escuelas públicas, como en las privadas y en las concertadas, sean estas católicas o no. Pero no en toda escuela pueden desarrollarse proyectos catequéticos. Es necesario que, como ocurre generalmente en la escuela católica, sea “sujeto eclesial, que hace visible la misión de la Iglesia”, tenga “como punto de referencia la Iglesia particular, para quien no es un cuerpo extraño”, y que, estructurada como sujeto eclesial, sea “lugar de auténtica y específica acción pastoral”, pues “comparte la misión evangelizadora de la Iglesia y es lugar privilegiado en el que se realiza la educación cristiana” (DC, 311).

Por eso, salvo puntuales excepciones, en realidad la catequesis sólo tiene cabida en la escuela católica, en tanto en cuanto “la escuela católica es una comunidad de fe, que se basa en un proyecto educativo caracterizado por los valores evangélicos. La dimensión comunitaria debe ser vivida concretamente, forjando un estilo de relaciones sensibles y respetuosas”. Para ello, el proyecto de toda escuela católica “conlleva la implicación de toda la comunidad escolar -incluidos los padres- que pone siempre en el centro a los alumnos, para que crezcan juntos en el respeto a los ritmos de cada uno” (DC, 310). Cabría indicar que uno de los “síntomas” visibles de identidad de la escuela católica como verdadera comunidad cristiana, y, por tanto, como adecuado ámbito de procesos catequéticos de iniciación cristiana, esta en la constatación de si, como tal, celebra la eucaristía dominical, como celebración de una verdadera comunidad formada por familias, maestros y demás participantes de la comunidad escolar. No sólo porque, como hemos visto en tantos criterios tanto básicos como metodológicos de la catequesis de iniciación cristiana, esta está unida inseparablemente la celebración del Día del Señor, sino porque además los colegios donde se vive esta celebración se supone que existe un buen entendimiento con la iglesia local (diócesis, arciprestazgo, parroquia), teniendo el visto bueno del obispo para que, en estrecha comunión con la parroquia a la que pertenece geográficamente, pueda celebrarse la misa dominical.

Dicha coordinación entre parroquia y escuela, de la que lógicamente no describe el Directorio, que plantea cuestiones comunes a contextos religiosos y sociales muy variados de la Iglesia universal, es fundamental. De hecho, lo óptimo es que la catequesis en los colegios católicos sea una extensión de la catequesis parroquial, en el sentido de que forme parte del proyecto catequético de la parroquia de pertenencia, que los catequistas estén integrados en los grupos de catequistas de la parroquia, que las diversas celebraciones tanto de las entregas como de los sacramentos de la iniciación cristiana estén también bajo una misma orientación y organización, y en la medida de los posible, sean comunes. Y, sobre todo, que los responsables de la pastoral de los colegios, y los párrocos correspondientes, estén bien coordinados y vivan su responsabilidad desde la lógica de una comunión eclesial afectiva y efectiva. Y para ello es imprescindible que ambos tengan bien claro que el colegio pastoralmente es parte integrante y depende de la parroquia, y que al mismo tiempo al colegio la parroquia le reconozca una identidad propia en virtud de su singular proyecto educativo y, en su caso, del carisma eclesial que lo inspira.