Isaías 2,1-5; Romanos 13,11- 14a; Mateo 24,37-44
Comenzamos el Adviento sin paños calientes.
- Primero porque el Adviento no requiere preparación: el Adviento es preparación: Preparación para revivir la primera venida del Hijo de Dios en carne: la Navidad; Y preparación para esperar la segunda y definitiva venida del Hijo de Dios, el día de la Parusía.
- Segundo, porque la Palabra de Dios que nos toca este año, va directamente al objetivo espiritual del Adviento: la llamada a llevar, como cristianos, una vida vigilante.
- Isaías nos describe, poéticamente, el motivo de nuestra vigilancia: estamos a la espera del día grande de nuestra salvación. Cuando llegue ese día, nos ha dicho, vendrá el Señor como “arbitro de las naciones” y “juez de pueblos numerosos”. Y con Él vendrá la verdadera paz, en la que “las espadas forjarán arados, y las lanzas podaderas”; y en el que “no alzará la espada pueblo contra pueblo”.
- San Pablo en su Carta a los Romanos nos hace la invitación a la vigilancia más hermosa que nadie haya hecho: “la noche esta avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad”. La dignidad del hombre es un don, pero también una conquista. La conquista de quién no deja que la vida pase por él, sino que es él quien pasa por la vida.
- Jesús, tal y como nos cuenta el Evangelio de Mateo, nos confirma que “nadie sabe ni el día ni la hora”. Pero precisamente por eso, debemos ser vigilantes: “estad también vosotros vigilantes, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”.
¿Cómo vivir esta vigilancia? El Papa Francisco explicaba que hay dos tipos de vigilancia:
- Por un lado, está la vigilancia activa: “Se nos pide hacer unas cosas, y no hacer otras. De esta vigilancia activa nace la fidelidad”: Quien no vigila no es de verdad libre, pues vive atado a su propio yo.
- Y, por otro lado, está la vigilancia expectante: Es el paso siguiente. Vigilamos sólo cuando esperamos, cuando sabemos que lo más grande que nos sucede en la vida viene de Dios.
Decimos también que es vigilante quien vive el momento presente:
- No como el que propone el mundo (el Carpe Die), el de estar despreocupados de todo para sólo satisfacer nuestros deseos de hoy.
- Sino como nos lo propone la fe, viviendo cada momento como un Kairos, como un momento de Dios. Todos somos tentados a creer que somos como Dios, y arrebatarle el tiempo, que es suyo: queriendo volver al pasado (con el resentimiento, o el remordimiento), o adelantar el futuro. Pero el pasado y el futuro son sólo de Dios. También el presente, pero esté lo comparte con nosotros. Y es que, como decía la Sierva de Dios Chiara Lubich, “el pasado está en la misericordia de Dios, el futuro en su providencia, pero Dios nos regala el presente: el único instante que tenemos para amar”.
- Pablo Domínguez Prieto, sacerdote, murió en el año 2009 con 43 años. Se hacía querer fácilmente por todos; y aunque se decía que era “la mejor cabeza de la Iglesia española”, tenía una sabiduría impresionante y una humildad tremenda. Gran montañero, coronó cimas con más de 4.000 metros. Siempre que podía, celebraba la “misa cósmica” en la cumbre. Pablo fue hallado muerto al despeñarse cuando descendía de la cima del Moncayo. Sus últimas palabras, que dijo a su familia por teléfono, fueron estas: “He llegado a la cima”.
- Quien vigilia no tiene miedo a la muerte. No le preocupa no haber podido vislumbrar en vida que hay después de la muerte, sino perderse lo que hay antes, es decir, no vivir la vida intensamente.
- Y tú, y yo… ¿Vivimos la vida o la vemos pasar? ¿Dormimos o vigilamos?
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.





