Domingo 18 de septiembre de 2016. HOMILÍA DEL XXV TIEMPO ORDINARIO (CICLO C) 22-09-13
1.- La palabra de Dios es siempre una palabra que anuncia –Evangelio significa nueva noticia, nuevo anuncio-, y que, inseparable de ello, también denuncia: denuncia todo aquello que impide al hombre acoger ese anuncio:
- El profeta Amos anuncia que Dios no olvidará jamás las acciones del hombre (evidentemente, tanto las buenas y las malas), y denuncia a aquellos –son palabras muy duras- que exprimen al pobre y despojan al miserable. Raramente son los ricos los despojados, siempre son los pobres. Por eso la Doctrina Social de la Iglesia distingue entre “pobres” y “empobrecidos”.
- El Salmo 112 que hemos rezado anuncia que Dios “levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre”, y denuncia a aquellos que pretenden “elevarse en su trono” como si fueran dioses.
- San Pablo en su primera carta a Timoteo anuncia que “Dios quiere que todos los hombres se salven”, y denuncia a aquellos que no entienden que para agradar a Dios cualquier lugar es bueno.
- Y Jesús en el Evangelio, anuncia que el que es de fiar en lo menudo también es de fiar en lo importante, y denuncia en cambio a aquellos que pretenden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.
3.- Si tuviéramos que resumir el mensaje de Jesús de hoy bien podría ser: sin pobreza no hay humildad, sin humidad no hay pobreza, y sin pobreza y humildad uno no puede ni reconocer ni amar a Dios.
- Pero, ¿no son acaso pobreza y humildad don valores tabú para la cultura dominante de hoy? Lo son: en la sociedad de la opulencia y de la ostentación la pobreza y humildad son despreciadas. Tal vez tendríamos que proponerlas al hombre de hoy (y por tanto también a nosotros, cristianos, que estamos exactamente igual de expuestos a la cultura ambiente que todos los demás) como sinónimos de libertad y de autenticidad:
- En realidad, la pobreza no es sino el camino de la libertad, el único camino de la libertad interior del ser humano. Ser pobre evangélico (no empobrecido por la injusticia) es no estar atado a las cadenas del aspirar a tener y a poseer más. Las cosas, el dinero, el poder, son como las drogas, enganchan y esclavizan. Quienes las tienen cada vez quieren tener más.
- Para ser libre de las riquezas lo importante es el desapego. De todos modos si tener muchas riquezas y no estar apegados a ellas es harto difícil, tener muchas riquezas y no despreciar al pobre es más difícil aún. Como dicen los padres de la Iglesia: “lo que yo tenga que no necesito y otro necesita, no es ya mío, sino suyo”.
- Y la humildad no es otra cosa que estar en verdad, como decía Santa Teresa de Jesús. Buena conocedora del juego del ajedrez, decía, cuando se pierde la humildad, se ha pedido a la reina del juego, sólo queda perder.
4.- Pero, si una cosa es la virtud de la pobreza y de la humildad, y otra la situación de los empobrecidos, ¿Porque el Evangelio los une siempre: pobres de espíritu y empobrecidos por la injusticia? La razón es doble:
- En primer lugar, porque la causa de la pobreza material, de la miseria, de la injusticia social, con todas las complejas mediaciones socio-económicas que queramos, radica a la postre en el anisa de riqueza y de poder de unos pocos. Aunque al liberalismo ideológico no le guste, la Doctrina Social de la Iglesia en esto es tan clara como realista: si no hubiera avaricia y opulencia, no habría miseria e injusticia. Para ser pobre y humilde, hay que aprender a valorar la riqueza de los empobrecidos y de los humillados.
- En segundo lugar, porque los pobres nos llevarán al cielo.
- Como decía Bernanos, “los pobres salvarán al mundo. Y lo salvarán sin querer. Lo salvarán a pesar de ellos mismos. No pedirán nada a cambio, sencillamente porque no saben el precio del servicio que nos prestan”.
- Y como decía Santa Teresa de Calcuta: “A los ricos les falta de todo, porque siempre están insatisfechos y tratan de poseer cada vez más. Los pobres viven con serenidad. Cuando los ricos empiecen a compartir lo que tienen con los pobres, encontrarán la serenidad que andan buscando como locos, y que su dinero no les puede dar”.
5.- Que bien nos vendría repetir una y otra vez esta oración: Señor, que cada día sea más pobre y más humilde, para poder estar más cerca de los más pobres y los más humildes, tus predilectos, y con ellos, más cerca de ti.