Ofrecemos a los catequistas estas reflexiones sobre el OFICIO DEL VIERNES SANTO: su sentido, y un mensaje del Evangelio de la Pasión:
¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué estamos dentro de este templo celebrando los oficios de la Pasión, en este viernes santo?
- Para la mayoría de la gente, la Semana Santa, aunque aún no la hayan cambiado de nombre, es una semana de vacaciones. La palabra “santa” es aceptada, cuando es aceptada, por rutina, porque en realidad es una palabra tabú, como lo es la palabra perdón, o la palabra cruz, o la palabra sacrificio, o las palabras pecado, dolor y muerte, que son precisamente los tres misteriosos males de la vida de los que el Salvador nos ha salvado.
- Para otros, la Semana Santa evoca un acontecimiento indescriptible, ocurrido en Jerusalén hace dos mil años, y que ha condicionado completamente la historia a partir de entonces, en todas las latitudes, en todas la culturas. Por eso reconocen en este semana una ocasión excepcional para asomarse a las huellas culturales de esta historia, como son las maravillosas procesiones. A través de ellas contemplan la imagen recreada por nuestra tradición de un misterio que provoca a la razón, que cautiva la respiración, que conmueve el corazón, que asombra a la vista, que trasciende la mirada del alma. Y aún así, lo único que hacen es ver algo frente a ellos, atrayente, pero aún distante.
- Por eso también los hay que quieren acabar con esta religiosidad popular, porque por unos días las calles evocan un misterio al que el corazón del hombre no puede sino rendirse o huir de él.
- En la austerísima celebración litúrgica de este oficio de la Pasión, en cambio, estamos llamados a revivir este misterio. Le estamos diciendo al Crucificado que forme parte de nuestras vidas, y él lo hace. En la liturgia de la Iglesia, de estos días y de todos los días, Dios realiza la salvación, la realiza realmente. Hacer memoria de la Pasión del Señor no sólo recordarla, sino vivirla,
En esta celebración el centro esta en la Cruz, no una cruz vacía, sino a Cristo colgado en una cruz:
- revivimos el misterio de la Cruz con el oído, oyendo el relato de la pasión;
- revivimos el misterio de la Cruz con la mirada, contemplándola en silencio;
- revivimos el misterio de la Cruz con nuestros labios, elevando nuestra oración al Crucificado, que nos esta salvando desde esa cruz, y besándole, porque queremos amar al amor por excelencia;
¿Qué tiene la cruz de Cristo? ¿Qué esconde? ¿Qué fuerza oculta?
- La portentosa imagen de la Cruz: ¿Por qué ahuyenta al maligno? ¿Porqué con ella lo ha vencido? ¿Porqué si mantiene su mirada en ella hasta él se desmoronaría? ¿Porqué con verla, cualquier ser humano, aún sin conocer el relato de la Pasión, queda sobrecogido? ¿Cuál es su poder? ¿Qué puede hacer la cruz que sólo ella pueda hacer?
- Cuando el dolor llama a la puerta, sólo la cruz cura las heridas del alma. Cuando murió mi hermano estuve días apretando la cruz que llevaba en el bolsillo. Sólo esa cruz apretada me consoló.
- El secreto de la cruz consiste, si podemos expresarlo de algún modo, en esto: que el Crucificado esta en todas nuestras cruces: Es decir, que cuando sufrimos: es él, que cuando nos vemos solos: es él, que cuando el amor al prójimo nos cuesta: es él, que cuando perdemos a alguien o se nos va para siempre: es él, que cuando somos incomprendidos: es él, que cuando un hermano sufre: es él, que cuando todo parece salir mal: es él, que cuando viene el desánimo: es él, que cuando viene la tentación de cualquier tipo: también él la sufrió.
- Y reconocer a Cristo en nuestras cruces es abrazarle, sonreírle, y resucitar con él, dando el salto de ponerse de nuevo a vivir su voluntad. Ya él nos dijo: “venid a mi todos los cansados y agobiados, y yo os aliviaré, cargar con mi yugo, y aprended de mí” (Mt 11, 28).
- Porque “Él resultaba ser: para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el hambriento, la saciedad; para el iluso, la realidad; para el traicionado, la fidelidad; para el fracasado, la victoria; para el miedoso, la valentía; para el vacilante, la seguridad; para el extraño, la normalidad; para el solo, el encuentro; para el separado, la unidad; para el inútil, lo único que es útil. El descartado se sentía elegido. Jesús Crucificado era para el inquieto, la paz; para el refugiado la casa; para el excluido, la compañía”.