Además de hacer más accesible y seguro el uso de este oratorio, la intención de esta reforma era, además, dotarlo de una dignidad y belleza que ayudara a que oración y la liturgia puedan multiplicar sus frutos gracias esta belleza para los sentidos.
El recorrido pictórico de la capilla comienza con la figura de Adán en el paraíso (con el árbol de la Vida y árbol del Bien y el Mal representados como madroños), en una armonía con todo lo creado que se ve quebrantada por el pecado, representado en una vidriera (once cristales que rebasan el número del decálogo, y cuyos tonos fríos contrastan con los tonos cálidos de la pintura) que, al mismo tiempo, nos muestra la Salvación: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. La luz es Cristo.
Después, la tradición artística solía situar a Cristo rescatando a Adán y Eva del lugar de los muertos, pero aquí se ha puesto a Cristo rescatando a Pedro de las aguas, uniendo sus manos en una nueva alianza y dotando la escena de un profundo significado sacerdotal. A continuación vuelve a figurar Pedro pero esta vez ya como el santo apóstol sobre el que se edifica la Iglesia: con la mano abierta de quien habla y enseña, y con las llaves del ministerio recibido. Ahí mismo, junto a él, está la sede.
Justo en frente, en el lado del ambón, está san Juan de Ávila que, en el ejercicio de su ministerio, inspiró a numerosos santos, realizó una nueva reflexión y renovó por completo el ejercicio del sacerdocio diocesano, y acabó inspirando el nacimiento de nuestra Congregación de San Pedro.
En el arco que da paso al altar está pintada la Virgen María, como Inmaculada Concepción, pisando la serpiente, como nueva Eva, y con las manos en posición orante, como intercesora de la Iglesia. Y, finalmente, en la pared final está representado Cristo Sacerdote sentado en majestad (en el trono de gracia del apocalipsis, en la Jerusalén del cielo, con los tetramorfos, etc.), en un paramento curvo para hacer referencia al círculo, a lo que no termina, al reinado sin fin de Dios, y al lugar más santo de la capilla. Este lugar, además, está iluminado por una vidriera que, en contraste con la inicial, es de tonos cálidos y de 12 partes que representan al Pueblo de Dios, la Iglesia.
Por último, el altar, de piedra, en el centro, coronado por un crucificado que cuelga encima. Si la capilla empezó con Adán y el pecado representado en el fruto que colgaba del árbol prohibido, ahora termina con Cristo, el nuevo Adán como fruto que cuelga de la cruz, el árbol de la vida, y que comemos en la Eucaristía, en el altar.
A continuación te dejamos una pequeña galería de fotos, y aquí un documento con la catequesis que explica con todo detalle el significado de este nuevo marco litúrgico que aquí solo hemos resumido.