DOMINGO IV DE ADVIENTO: ANUNCIO DE ALEGRÍA

Isaías 7,2-14; Romanos 1,1-7; Mateo 1,18-24

HABLA LA PALABRA: Vislumbrando el misterio

La liturgia de este domingo de Adviento nos deja ya asomarnos al gran misterio desvelado desde toda la eternidad, el misterio de Dios hecho hombre:

  • Isaías nos habla de una gran señal, la señal que oriente nuestra mirada a soñar con una imagen, por el profeta contemplada ochocientos años antes de que ocurriese: la imagen de una virgen que está en cinta y da luz a un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”.
  • Pablo apremia a los Romanos a creer, junto a todos los gentiles, en Jesucristo, “nacido según la carne, de la estirpe de David; constituido, por el Espíritu Santo, Hijo de Dios”.
  • El Evangelio, a su vez, responde con suave austeridad a la pregunta de cómo ocurrió el acontecimiento más importante de la historia con un sencillo relato: “El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera…. “.

HABLA EL CORAZÓN: Ternura y esperanza

En su primer año de pontificado al Papa Francisco le preguntaron que puede significar la Navidad para el hombre de hoy. No necesito titubear para contestar enseguida:

  • “La Navidad nos habla de la ternura y de la esperanza”, porque “Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca”, y por eso nos dice: “no tengan miedo de la ternura”.
  • ¿Y que ocurre cuando los cristianos se olvidan de la esperanza?, se pregunta a si mismo el Papa: “Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia”. Y añade: “Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar”.
  • ¿Y que dice la Navidad a un mundo en el que también hay mucho sufrimiento y miseria? La respuesta del Papa es nítida y tremenda: “Lo que leemos en los Evangelios es un anuncio de alegría (….) No hacen consideraciones sobre el mundo injusto, sobre cómo pudo nacer Dios en un mundo así (…) La Navidad no fue una denuncia de la injusticia social, de la pobreza, sino un anuncio de alegría. Todo lo demás son conclusiones que sacamos nosotros. Algunas correctas, otras menos y otras más ideologizadas. La Navidad es alegría, alegría religiosa, alegría de Dios, interior, de luz, de paz”.
  • Pero donde el Papa desborda es cuando contesta a la pregunta por el sufrimiento de los niños, que para él es la pregunta religiosa por excelencia: “Me viene esta imagen: en cierto momento de su vida, el niño se despierta; no entiende muchas cosas, se siente amenazado, empieza a hacer preguntas a su papá o a su mamá. Es la edad del por qué. Pero cuando el hijo pregunta, luego no escucha todo lo que le tienes que decir y te acorrala con nuevos por qué. Lo que busca, más que una explicación, es la mirada del papá que le da seguridad. Frente a un niño que sufre, la única oración que me viene es la oración del por qué. ¿Señor, por qué? Él no me explica nada, pero siento que está viéndome. Entonces puedo decir: Tú sabes por qué, yo no lo sé y Tú no me lo dices, pero me ves y yo confío en Ti, Señor, confío en tu mirada.

HABLA LA VIDA: No os dejéis robar la alegría

El Papa no sólo nos habla de la ternura de Dios, y no sólo nos propone a acogerla y a transmitirla, sino que nos da ejemplo de cómo hacerlo. Cristina es una adolescente madrileña, del Barrio de Moratalaz. Alentada por sus compañeros de catequesis tras recibir la confirmación, escribió una carta al Papa Francisco en la que le contaba como estaba viviendo el cáncer que padece. Y el Papa la contestó con una larga carta llena de ternura, de afecto, de cercanía no sólo a ella, sino a sus padres, a sus médicos, a su párroco, a sus amigos… Estas son sólo algunas de sus palabras: “Por favor, no te vengas abajo. La enfermedad, si la miramos con espíritu de fe, es una escuela. En ella aprendemos a conocer en profundidad el Corazón de Dios, que rebosa ternura. Aprendes a conocer a los demás, pues cunado el viento sopla a favor todo son risas y parabienes. Es en medio del dolor cuando se descubre dónde están los auténticos amigos y las personas que te quieren de verdad… te asegura que cuentas con mi cercanía y oración. Pediré por ti y le diré al Señor que te siga ayudando y aumente ese entusiasmo y confianza que respira tu carta. Por tu parte no te olvides de rezar por mi: sola, pero también en tu familia y, como no, con los amigos que has conocido en la parroquia… No os dejéis robar la alegría”. Fue tal la alegría que le ha procurado esta carta, que hasta los médicos detectaron una significativa mejora. La ternura de Dios, y la ternura de los cristianos, no cura milagrosamente todas las heridas, pero siempre cura, con una incomparable potencia divina, todas las heridas del alma.