Romanos 8,28-30; Mateo 1,18-23

HABLA LA PALABRA: La predestinación de María

Los textos bíblicos con los que la liturgia de la Iglesia celebra esta fiesta de María nos dicen algo de ella:

  • La explicación de san Pablo sobre los elegidos de Dios se cumple completamente en María desde su nacimiento: “A los que predestinó, los llamó, a los que llamó, los justificó, a los que justificó, los glorificó”.
  • En el Evangelio de Mateo José recibe en sueños el designio especial sobre María, su esposa: “Dará a luz un hijo, y el pondrá por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados”.

HABLA EL CORAZÓN: ¿Qué cree la Iglesia de María, la madre de Jesús?

  • La Iglesia cree que María es la llena de gracia: Como iba a ser la madre del Salvador, Dios la dotó con dones a la medida de tan importante misión y, por ello, estuvo totalmente habitada por la gracia de Dios.
  • La Iglesia cree que María es inmaculada en su concepción: Porque iba a ser la madre del Salvador, Dios la preservó limpia del pecado original desde el primer instante de su concepción. Y también permaneció siempre limpia de todo pecado personal.
  • La Iglesia cree que María es virgen al engendrar a Jesús y al darle a luz y permanecerá virgen siempre. María, la Virgen, la esclava del Señor, acogió con fe y amor el anuncio de que sería Madre de Jesús por obra del Espíritu Santo.
  • La Iglesia cree que María es la madre de Dios, al ser la madre de Jesús, el Hijo de Dios. En la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de María, para establecer con los hombres la Alianza nueva y definitiva. Quien llama a María Madre de Dios confiesa con ello que su hijo Jesús es Dios.
  • La Iglesia cree que María fue la primera que creyó en Jesús, su perfecta discípula. Acompañó a su hijo, silenciosa, durante su vida pública; escuchó la palabra de Dios y la guardó en su corazón con fidelidad; en la hora de la muerte de su hijo de pie, junto a la cruz, acogió como hijos a todos los hombres.
  • La Iglesia cree que María es madre y tipo de la Iglesia: María permaneció en oración junto a la primera comunidad cristiana aguardando la venida del Espíritu Santo y dio a la Iglesia el testimonio más vivo y elocuente de cómo el creyente ha de esperar el retorno glorioso del Señor.
  • La Iglesia cree en la Asunción de María a los cielos: Terminado el curso de su vida en la tierra, la Virgen María fue llevada a la gloria del cielo en cuerpo y alma.
  • La Iglesia cree que María es la Reina del cielo, y desde allí es madre para todos nosotros. Las buenas madres interceden siempre por sus hijos. Podemos estar seguros de que María ruega por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”, como dice la oración del avemaría.

HABLA LA VIDA: Ella es toda corazón y toda amor

San Antonio María Claret nació en Sallent (Barcelona) en 1807. En su juventud fue obrero textil y es considerado el patrón de los tejedores. Ordenado sacerdote, su deseo de ser misionero lo lleva a las Islas Canarias y luego a Cuba, donde fue Arzobispo de Santiago. Allí trabajó buscando sembrar el amor y la justicia contra la discriminación racial y la injusticia social.
A su vuelta la Reina Isabel II lo elige personalmente como su confesor en 1857 y se traslada a Madrid. Vive austera y pobremente. Pero no se queda en el Palacio: ejerce una intensa actividad en Madrid: predica y confiesa, escribe libros, visita cárceles y hospitales. Aprovecha los viajes con los Reyes por toda España para predicar. Promueve la Academia de San Miguel, donde aglutina a intelectuales y artistas al servicio de la fe. Fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, hoy llamados Misioneros Claretianos, y a las Misioneras Claretianas.
La Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de peligros y aun de la muerte muchas veces, por mar o por tierra. Decía el Santo: «Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía olvidarme de la figura maternal de María. Ella es toda corazón y toda amor (…) Yo me siento formado y modelado en la fragua de su amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús».

Manuel Maria Bru Alonso, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid