PRIMER DOMINGO DE CUARESMA: ¿MANIPULACIÓN? NO, GRACIAS

Deuteronomio 26,4-10; Romanos 10,8-13; Lucas 4,1-13

HABLA LA PALABRA: La fe como antídoto

Solemos ser muy sensibles, sobre todo en la sociedad de la información en la que vivimos, a la manipulación. Y hacemos bien en serlo. Aunque no solemos reparar en que además de la manipulación de la verdad que nos llega desde el exterior también existe un tipo de manipulación que viniendo de fuera lo hace pasando por nuestro interior. Es la tentación. La tentación es siempre una trampa, un engaño, una manipulación. Pero tenemos una potentísima arma contra esta manipulación, que es la fe en el Dios que es siempre fiel y sincero con nosotros, y que sólo quiere nuestro bien:

  • Es la fe de la memoria de la historia de la salvación, magníficamente sintetizada en el texto del Deuteronomio: la fe en el Dios que liberó al pueblo elegido de la opresión de Egipto y lo llevo a la promisión. Frente a la manipulación de las tentaciones, esta la confianza humilde en Dios del salmo 90: A tu amparo, bajo tu sombra, no temo ni al maligno manipulador, ni a mi pobre conciencia, manipulable. Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.
  • Es la fe magníficamente explicada en el texto de la carta de San Pablo a los Romanos: la fe que nos justifica ante él: no son nuestras disculpas, ni siquiera nuestro arrepentimiento, lo que nos justifica ante Dios, sino el amor manifestado por su Hijo, que se hizo pecado para librarnos del pecado: siendo libre se hace esclavo para liberarnos de la esclavitud.
  • Y el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto en el Evangelio de Lucas nos muestran como se ha hecho uno en todo con nosotros. No en el pecado, pero si en la experiencia de ser tentado, en el dejarse tentar por el maligno.

HABLA EL CORAZÓN: Quitarse el disfraz

Las tentaciones de Jesús son las tentaciones de todos los hombres:

  • El camino engañoso que el maligno pretende probar con Jesús, dada su naturaleza humana (hombre en todo, como nosotros) es el mismo que pretende con nosotros para confundirnos: nos muestra la mentira con forma de verdad, y la maldad con forma de bondad. Las tentaciones no son sólo insinuaciones al pecado, sino disfraces del pecado.
  • La primera es la tentación para arruinar nuestra relación con las cosas, la tentación de la avaricia frente a la virtud de la conformidad, pero desde el engaño. El maligno no nos pide, hasta que nos hayamos habituado a ser avaros, “tener por tener”, sino “tener por ser capaz de tener”: ¿Por qué contenernos con menos cuando podemos siempre aspirar a más?
  • La segunda es la tentación de arruinar nuestra relación con los demás, la tentación del poder frente a la virtud del servicio, también desde el engaño. El maligno no pretende que eligiendo de partida ser egoístas dominantes, sino haciéndonos creer que sólo imponiéndonos a los demás mejoraremos las cosas. Lo que nos hace agrios, antipáticos, distantes, e intransigentes.
  • La tercera es la tentación de arruinar nuestra relación con nosotros mismos, la tentación de la preocupación del aparentar frente al ser. El maligno no empezará por hacernos esclavos de nuestra imagen, pero si intentará que nos defendamos de los prejuicios o de las desconfianzas forzando una imagen ficticia, o varias imágenes, como diversos perfiles en las redes sociales.
  • Las tres tentaciones al final tienen como epicentro nuestra relación con Dios:
    • querré acumular riquezas sino tengo a Dios como riqueza,
    • querré dominar a los demás sino tengo claro que estoy aquí con un propósito divino: servir y confiar en los demás, hijos amados de Dios.
    • Y querré fundamentar mi identidad en la imagen que los demás tengan de mí, sino creo profundamente en que solo me importa como Dios me vea, y su mirada además de certera y justa, es siempre misericordiosa.

HABLA LA VIDA: Tú eres mi único bien

¿Es posible tomar decisiones libres venciendo estas tres tentaciones? Todos los días, una por una. Basta sonreír en los desiertos de la vida y decir: Tu eres Señor mi único bien. Así le ocurrió a Johanna, hace unos años. Sola, sin trabajo, sin seguridad alguna. Con dos hijos. Cuando espera al tercero su marido la abandona. Todos a su alrededor dan por hecho que con su lógica la han convencido: tiene que abortar. Pero Johanna oye en su interior una voz distinta a la del tentador. Ahora cada vez que su hijo la sonríe, llora y da gracias a Dios. Y recuerda las palabras de Jesús que tanta fortaleza le dieron en aquel momento: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

EN ESTE VIDEO ENCONTRARÁS EL TESTIMONIO DE JOHANNA: