En una abarrotada catedral de la Almudena, la Iglesia de Madrid se ha reunido a partir de las 19:00 horas para rezar por el alma del Papa Francisco que ya ha vuelto a la casa del Padre, como ha informado esta mañana el cardenal camarlengo, Kevil Farrel.
Más de 2.000 personas se han dado cita en el templo, que no podía albergar más fieles por lo que algunos de ellos han tenido que seguir la Eucaristía desde el exterior. En los primeros bancos se encontraba el delegado del Gobierno, la vicealcaldesa de Madrid e incluso el obispo auxiliar de la Habana. A todos ellos y al resto de autoridades y fieles, el arzobispo de Madrid ha dado las gracias «por estar con nosotros en este momento». También a los no creyentes «por la solidaridad y el cariño que manifestáis a la Iglesia en estos días», ha resaltado el cardenal Cobo.
Durante la homilía, el purpurado también ha asemejado a la Iglesia de Madrid a esa «familia con hijos» que «cuando pasa algo se reúnen —nos reunimos— en los buenos y en los malos momentos para celebrar la Eucaristía». Con esta, en concreto, «le pedimos al Señor que le abra las puertas del paraíso a aquel que siempre nos ha pedido que abramos las puertas» de la Iglesia.
No obstante, el Santo Padre «no querría que nos centráramos en él», ha aseverado el arzobispo de Madrid, «sino que al venir aquí nos fijáramos a donde toda su vida siempre ha apuntado». De esta forma, el cardenal ha desgranado el Evangelio de san Mateo, que «nos viene a dar varias pistas», concretadas por Cobo en tres verbos, «para afrontar este día de Pascua y esta despedida».
El primero de ellos es alegraos. «Sí, alegraos», una «sola palabra que le dirige el Señor a aquellas mujeres que salían precipitadamente a visitar el sepulcro». Iban, como nosotros hoy, «con miedo y alegría». Dos sentimientos que lejos de lo que pueda parecer no son contradictorios. De hecho «a nosotros se nos juntan las lágrimas con un corazón agradecido por el este Papa y con el gozo de la Pascua recién inaugurada».
En esta alegría tiene mucho que ver también el año de la esperanza convocado por el Santo Padre. «Nos ayuda a superar la tristeza» y a caer en la cuenta de que «el Señor resucitado está con nosotros y siempre da la mano a sus hijos». Como hacía el propio Papa con el cardenal Cobo: «Mis encuentros con él han sido de gran familiaridad y de gran hondura. Ha sido un maestro, el hermano mayor que siempre en cada encuentro dejaba ver su vinculación con el pescador de Galilea» y «que nos ayudó a todos a escuchar qué es lo que tenía Dios que decir en cada momento».
En segundo lugar, el prelado madrileño se ha fijado en el no temáis de Cristo. En este sentido, ha aseverado que «no hay temor en el amor. Ni siquiera la muerte causa temor», pero solo «a aquel que ha sabido ver lo fundamental de la vida, que es el amor». En este sentido, ha asegurado que «los creyentes, aun doloridos por la pérdida, no tenemos miedo», porque «la Pascua nos hace afrontar el miedo con la fuerza del amor».
Asimismo, el cardenal ha destacado el ejemplo de Francisco, que «siempre nos ha enseñado a mirar hacia adelante sin miedos». Él mismo «cargó sobre sus hombros la misión de la Iglesia para ver lo que Dios quería de ella», que no era según el arzobispo de Madrid fijarse «tanto en la institución, sino en que la gente pudiera estar en la Iglesia». En este punto, ha recordado el famoso: «Todos, todos todos» del Santo Padre y ha subrayado el hecho de que «la Iglesia sea esa madre que esté destinada a servir y a amar».
Por último, el arzobispo de Madrid se ha detenido en la indicación del Señor de volver a Galilea, que él entiende como un mandato por «volver a los orígenes». De hecho, «este Papa ha querido renovar nuestra Iglesia» y «nos ha hecho volver a las fuentes». En este sentido, ha añadido que ya «desde la exhortación Evangeli Gaudium,Francisco nos colocó en las bases de cuanto él ha intentado renovar en cada uno el encuentro personal con Jesucristo». Y cuando este no sea posible, ha recomendado «dejarse encontrar por Cristo, que siempre nos busca».