Título: Conversaciones con María.
Autor: Santiago Chivite Navascués.
Editorial: Paulinas.
Último jueves de mayo. No voy a dejar que se nos escape el mes de María para presentarles un libro fantástico sobre ella. Fantástico en su doble acepción: por que es mucho más que recomendable, y porque tiene la originalidad de una fantasía: imaginar las conversaciones entre María y Juan, que tiempo tuvieron para tenerlas, y que a buen reguardo las tendrían, y no serían muy distintas a estas, después de que Jesús les pidiese desde la cruz que se cuidaran el uno del otro. Lógicamente para imaginar estas conversaciones no vale cualquiera. Hace falta la pluma narrativa de un buen literato, y la profundidad del alma de un buen cristiano, contemplativo en el mundo y desde la vida, como María. Santiago Chivite cumple con creces ese doble requisito, pues lleva toda su vida tanto ejerciendo con maestría el periodismo con una mirada cristiana de la realidad, como comunicando con esa misma maestría el evangelio a través de los medios de comunicación social.
¡Que interesante, y sobre todo que reconfortante, resulta imaginar los recuerdos de María! En el prólogo, a cargo de Felicísimo Martínez, el teólogo español que más ha profundizado en la teología de la comunicación, habla entre otras cosas del “candor sin igual” del Apóstol Juan, “que bebió confidencias recostado en el pecho del Maestro. Y a Juan le ayuda María con sus preguntas y con recuerdos. Lo más impactante del relato son sin duda los recuerdos de María, evocando la convivencia hogareña con su hijo. ¡Cuánto amor el de María, incluso, como ella misma reconoce, a veces sin entender nada! Pasa siempre. Lo más impactante es el relato de la madre cuando babea hablando de su hijo. ¡Qué imagen tan humana de Jesús se va desvelando a lo largo del texto! Esto sí que es pura encarnación o humanización de Dios. Pero, a través de un Jesús tan humano se abre un horizonte enrome de trascendencia, de divinidad. Jesús nadaba en otra onda: había voces que solo Él podía oír”.
Pero “Conversaciones con María” no sólo tiene el mérito de imaginar una serie de conversaciones entre Juan y María que a la postre nos hacen recorrer todo el Evangelio, sino que facilita el que el lector entre, de algún modo, en conversación personal tanto con María como con Juan. Se convierte así en uno de esos libros que ayudan a hacer oración, a hablar con Dios que nos habla a través de su Palabra, y a hacerlo también con María y con los santos que están en su gloria, entre los que los apóstoles deberían ser privilegiados interlocutores de nuestra conversación (¡mucho mejor que devoción!) con los moradores del cielo. Más aún cuando una de las mejores aportaciones de este libro consiste en acercarnos a la personalidad de Juan el Zebedeo.
De hecho el libro va recorriendo, desde los recuerdos compartidos de María y de Juan, todo el Evangelio. Pero en la secuela de las mejores vidas de Jesús, en las que la fidelidad a la letra del Evangelio no sólo no es mermada, sino que queda envuelta por los elementos narrativos que le dan continuidad visual al relato, en este libro, usando un género literario distinto, resulta interesantísima la mirada de María hacía todos los personajes que aparecen en el Evangelio. Una mirada que parte de la mirada de Jesús hacía ellos, pero tocada por la gracia que sólo una madre tiene para entender a su hijo en relación con los demás, y para entender a los demás en su relación con su hijo. Desde los magos de Oriente hasta Juan Bautista; desde Nicodemo a la mujer que lava los pies de su hijo con un perfume, a sus amigos Lázaro, Marta y María; desde cada una de las mujeres que seguían a Jesús a cada uno los apóstoles, y por su puesto a Juan. En un momento determinado, en el que hablan del Evangelio que Juan está escribiendo, se cuenta que “María se acercó un poco más a Juan y le cogió las manos. En la chimenea se consumían unos troncos de higuera y su calor invitaba a las confidencias. – ¡Como te quería mi hijo, Juan!”.