DOMINGO III DE CUARESMA (B): LÍNEAS ROJAS

Éxodo 17,3-7; Romanos 5,1-2.5-8; Juan 4,5-42

HABLA LA PALABRA: Sea vuestro lenguaje si, si, no, no

En una ocasión Jesús nos dijo: “sea vuestro lenguaje si, si, no, no. Lo que pase de aquí, viene del maligno”.

  • El lenguaje de la Iglesia, que no puede ser otro que el de Jesús, es el lenguaje del “si”. La Iglesia esta llamada a evangelizar, y el Evangelio, buena noticia, es fundamentalmente un “sí”: un si a Dios, un sí al hombre, un si que bendice (dice bien) de Dios y del hombre.
  • Pero el anuncio de la Buena Noticia comporta indefectiblemente un “no”, es decir, una denuncia, la de la oscuridad del pecado del hombre que no deja ver la luz de la bondad de Dios.

2.- En las lecturas que la Iglesia proclama en este Domingo de Cuaresma:

  • Hemos escuchado un sí, primordialmente pronunciado por San Pablo en su carta a los Corintios: un “sí” al amor de Dios manifestado en el misterio pascual de Cristo, un sí a Cristo Crucificado, manifestación de la debilidad de Dios, que siendo amor, es más fuerte y sabia que cualquier fortaleza humana.
  • Pero también hemos escuchado, en el libro del Éxodo, muchos “no”: Los “noes”: “No te harás ídolos, no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás testimonio falso contra tu prójimo, no codiciaras”.
  • Y también en el Evangelio vemos un airado gesto del “no” de Cristo unido a su palabra: “no convirtáis en un mercado la casa de mi padre”.
  • la “revelación existencial de Dios”, única e irrepetible para cada uno de nosotros.

HABLA EL CORAZÓN: Los peores males, los encubiertos

Quisiera compartir con vosotros una reflexión sobre dos de estos “noes”, como líneas rojas morales de la Palabra de Dios de este domingo: el no a matar, que es un sí a la vida, y el no a no convertir en un mercado la casa de Dios, que a la postre es también un si a Dios y al valor sagrado del hombre. Empezamos por este último:

  • A lo largo de la historia de la Iglesia se ha convertido en un mercado la casa de Dios cuando se ha caído en el pecado de la simonía:
  • Cuando los clérigos han hecho uso de las fuentes de la salvación, para adquirir prebendas a su costa, como cuando se vendían las indulgencias en el siglo XVI, campo de cultivo de la reforma protestante.
  • Hoy en día esto, gracias a Dios, no se da. Pero hay otras formas encubiertas de simonía, y no sólo por parte de los clérigos, sino también de los laicos: siempre que, en función de un bien sagrado, se utilizan medios moralmente ilícitos, se está profanando el templo de Dios.
  • Esto ocurre cuando instituciones, directamente, o indirectamente vinculadas a la Iglesia, actúan como empresas, y lejos de seguir los criterios de su Doctrina Social, actúan con la única lógica del mercado, incurriendo en graves pecados contra la justicia y contra la solidaridad.
  • Ocurre también cuando en un hogar cristiano, y, por tanto, una “Iglesia doméstica”, se tiene a emigrantes como servicio doméstico sin contratos ni seguros, y encima se justifica como una obra de caridad.
  • Fijémonos ahora en el “no matar”. En un primer momento a todos nos viene a la mente el no al homicidio (el de los mafiosos, los terroristas, etc..). No todos, bajo la dictadura del relativismo, reconocerían también a los no nacidos. Tampoco todos reconocerían a los que están a la espera de la condena a muerte. Pero, eso si, a muy pocos, se les ocurriría que el “no matar” incluye a:
  • El que muere porque no cuenta o no aporta nada siendo enfermo o anciano y que según el capricho de otros no tiene calidad de vida.
  • El que pasa hambre y muere de desnutrición, o el enfermo que muere porque en su país no cuenta con una cobertura sanitaria suficiente.
  • El vagabundo que perdió el trabajo, la familia, la autoestima, y perdió la vida en una fría noche de invierno en la calle.

HABLA LA VIDA: La misa por los amigos abandonados por las calles

Todos los años en cuaresma nuestro obispo, acompañado por los miembros de la Comunidad de San Egidio, y por un buen grupo de hombres y mujeres abandonados a su suerte, que vagan por las calles sin muchas esperanzas, celebran una misa por los pobres como ellos fallecidos el año pasado. Para ellos sólo el saber que cuando se mueran alguien se acordará de ellos y rezará por ellos es ya un motivo de alegría. Si además ven como los cristianos, empezando por el obispo, los busca y los acoge sin prejuicios, los acompaña en su situación y los ayuda a salir de ella, y sobre todo los abraza y los ama sin medida, menguará su desesperanza.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Diócesis de Madrid