En la foto, entrada del Hogar Nazaret, en San Blas, creado por Teresa Rosingana
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI: LA DESPROPORCIÓN DE DIOS
Génesis 14,18-20; 1 Corintios 11,23-26; Lucas 9,11b-17
HABLA LA PALABRA: Memorial de la eucaristía
La Palabra de Dios que hoy nos trae la liturgia tiene un único nombre: memorial. Memorial de la Eucaristía:
- La lectura del Génesis nos retrotrae a una antigua ofrenda del Pueblo elegido: la ofrenda del sacerdote Melquisedec del pan y del vino al Dios Altísimo. El sacerdote era un “segregado” del pueblo para ser puente entre Dios y los hombres. Es la memoria de un culto y de un sacerdocio reasumido pero transformado completamente por Cristo.
- San Pablo en su primera carta a los Corintios, nos habla de otra tradición, la de la última cena, un memorial que actualiza cada vez que se repite el gesto sacramental de la consagración eucarística: la ofrenda de la vida de Cristo Redentor al Padre, siendo Él: el único sacerdote (mediador entre Dios y los hombres), el único altar (sus propias manos), y la única ofrenda sacrificial (la de su cuerpo y su sangre entregados en su pasión, y glorificados por su resurrección).
- El Evangelio nos hace recordar una de las escenas de la vida pública de Jesús que la tradición cristiana siempre ha relacionado con la eucaristía: repartiendo milagrosamente el alimento entre los que acuden a escuchar su palabra, anticipa el gesto eucarístico del cuidado de su pueblo alimentando con su vida el cuerpo y el alma de quienes le siguen.
HABLA EL CORAZÓN: El método de Dios
- El milagro de la multiplicación de los panes y de los peces nos enseña que Dios providente tiene un modo de actuar. Y aunque inesperado y sorprendente, nunca falla a su método. ¿Cuál es el método de Dios? El cardenal Carlos Osoro lo llama “la desproporción de Dios”
- El método de Dios consiste en que si nosotros ponemos nuestra parte para cambiar las cosas, por muy poco que podamos hacer, él pone la suya, evidentemente desproporcionada, y con la suya las cosas cambian de verdad. En el Evangelio que hemos escuchado es evidente:
- Jesús pide a sus discípulos que hagan su parte para que nadie quede fuera de la comunión de bienes. Les dice: “dadles vosotros de comer”. Ellos lo hacen, aunque tienen sólo cinco panes y dos peces, porque Jesús insiste. Se fían, reparten lo poco que tienen y…. ¡Todos quedan saciados!
- Los cristianos no somos cristianos: si primero nos aseguramos nosotros, si compartimos solo lo que nos sobra, y si además lo hacemos sin ninguna confianza en que lo poco que nosotros podemos hacer sirva para algo.
- Los cristianos somos cristianos si, al contrario: ponemos nuestras seguridades en la Providencia de Dios, compartimos generosamente nuestro tiempo, nuestros talentos, y una parte significativa de nuestros bienes, con los demás.
HABLA LA VIDA: A ver como te las apañas
En la crisis de los 80, Teresa, madre de cuatro hijos, esposa de un transportista que se había quedado sin trabajo, fue a los jesuitas de la calle Serrano, a pedir ayuda. La recibió el Padre Lorenzo Almellones, que dirigía la Congregación Mariana de los Kostkas. Y nos pidió a los jóvenes congregantes que incorporáramos a la familia de Teresa, que vivía en San Blas, al grupo de familias que atendíamos desde la acción social de la Congregación. Teresa siempre nos decía que en cuanto remontase, se uniría a nosotros para ayudar a otros.
A los pocos años el marido de Teresa encontró trabajo, y ella cumplió su promesa. Es más, la acción social de la Congregación se le quedó pequeña, y puso en marcha una iniciativa de ayuda a familias necesitadas que, entre otras cosas, con los años, hizo un comedor social en Sal Blas que daba de comer entre 60 y 80 personas al día. Un día Teresa se vio muy agobiada, pues desde unas semanas atrás, los suministros de alimentación de diversas instituciones habían dejado de llegar, y no tenía nada con que dar a comer a sus numerosos comensales. El Padre Almellones había fallecido pocos meses antes, y el comedor estaba presidido por una foto suya. Teresa se plantó muy temprano delante de la foto, y le dijo: “Tu me metiste en esto, tu me tienes que sacar de este apuro. Yo ya no se que hacer, pero hoy tengo que dar de comer a mucha gente. A ver como te las apañas”.
A los cinco minutos, empezó a sonar el teléfono, una llamada tras otra, y a llegar camiones y furgonetas. En dos horas llegaron alimentos para las necesidades del comedor social de varios meses.