Ante los sucesos acaecidos la pasada semana en Marruecos, donde 23 migrantes según fuentes oficiales –37 según las ONG– murieron al intentar saltar la valla de Melilla, la Delegación Episcopal de Movilidad Humana de la diócesis de Madrid ha hecho público un comunicado de sensibilización. En él se une al dolor por las personas fallecidas, encomendándolas al «abrazo del buen abba Dios», y lamenta las heridas sufridas por más de 300 personas (entre migrantes y agentes tanto españoles como marroquíes).
La diócesis de Madrid se une así «a lo ya dicho» por la Subcomisión para las Migraciones y la Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal y «otras muchas entidades cristianas y civiles». «El Pueblo de Dios en Madrid –indica–, estamos llamados a ser presencia viva del Evangelio del Reino». En este sentido, el comunicado, firmado por el delegado episcopal, Rufino García Antón, lamenta algunas actitudes de las que «no siempre» están libres los cristianos de Madrid: «aporafobia, racismo, falta de fraternidad ante las personas que migran» o planteamientos ideológicos «no acordes con el Dios que no quiere “que se pierda ni uno de estos pequeños”».
Construyendo la nueva Jerusalén
Ante esto, el delegado anima a acudir al mensaje del Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado y escuchar sus palabras «desde la inhumanidad de los sucesos de Meilla-Nador». Entre otras, el Pontífice afirma que «sin los habitantes de las periferias existenciales», el Reino de Dios no sería el que Él quiere.
También ve el fenómeno migratorio desde la profecía de Isaías, en la que «los extranjeros no figuran como invasores o destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la nueva Jerusalén», abierta a todos los pueblos. «La presencia de los migrantes y los refugiados –asegura el Papa– representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos».