5 DE JUNIO 2016: HOMILÍA DEL X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO /CICLO C

1.- Las lecturas de hoy son mucho más que un canto a la misericordia de Dios, A Dios que en la persona del Hijo, en Jesús, nos muestra en su humanidad, con su corazón humano, el amor infinito de Dios.

  • La primera lectura y el salmo nos hablan del valor de la súplica sincera a Dios: El profeta Elías se hecho tres veces sobre aquel niño para implorar por su vida. Fue insistente en su fe, fue insistente en su súplica.
  • En su carta a los Gálatas, San Pablo nos relata otro milagro de sanación, el de la sanación de su alma, el de su conversión, por el que pasó de ser perseguidor a ser discípulo de Cristo.
  • Y Jesús, en el Evangelio, nos revela la compasión de Dios. Está llegando a Naín, un poblado de Galilea, justo en el momento que tiene lugar un funeral: llevan a sepultar a un joven, hijo único de una mujer viuda. La mirada de Jesús se fija inmediatamente en la madre que llora. Dice el evangelista Lucas: Al verla el Señor, se compadeció de ella.

2.- El Papa Francisco explica maravillosamente esta escena:

  • Esta compasión es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, es decir, la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia.
  • El término bíblico compasión remite a las entrañas maternas: la madre, en efecto, experimenta una reacción que le es propia ante el dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.
  • Y ¿cuál es el fruto de este amor, de esta misericordia? ¡Es la vida! Jesús dijo a la viuda de Naín: No llores, y luego llamó al muchacho muerto y le despertó como de un sueño.
  • Pensemos esto, es hermoso: la misericordia de Dios da vida al hombre, le resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia; no lo olvidemos, nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. No tengamos miedo de acercarnos a Él. Tiene un corazón misericordioso. Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él siempre nos perdona. ¡Es todo misericordia! Vayamos a Jesús.

3.- Uno de los libros más interesantes que leí en mi juventud es el del Padre Werenfried van Straaten (apodado el Padre Tocino), que se titula “Dios llora en la tierra”. El religioso premonstratense contaba en este libro la experiencia de pobreza y de persecución de tantos cristianos en todo el mundo, en los años de la Guerra Fría.

  • Acabada la Segunda Guerra Mundial su vida dio un vuelco en 1947. Consciente de las penurias de los refugiados alemanes que habían huido de la zona oriental y que malvivían en búnkeres y antiguos cuarteles decidió salir en su ayuda. Cuando llegó la Navidad, profundamente conmovido, publicó un artículo titulado ¿La paz en la tierra? No hay lugar en la posada. Con 34 años se decidió a ayudar a los 14 millones de alemanes refugiados, de los que la mitad eran católicos.
  • Para los belgas era enormemente doloroso atender al pueblo que les había invadido seis años antes y que había llevado su país a la ruina. Para van Straaten lo importante no era la nacionalidad, sino que detrás de aquellas personas estaba Cristo. Con el propósito de ayudarles creó una asociación que coordinara sus esfuerzos, Ayuda a la Iglesia Necesitada, que hoy es una fundación pontificia de compasión entre los cristianos pobres y perseguidos de todo el mundo.
  • El comienzo de la asociación fue sencillo. El Padre Werenfried se acercaba a las granjas de los campesinos flamencos pidiendo tocino. Difícilmente los agricultores podían dar dinero para los alemanes, pero no les costaba nada desprenderse de una parte del tocino de sus cerdos. La campaña fue todo un éxito; se recogieron toneladas de tocino y el Padre Werenfried consiguió el apodo de “Padre Tocino”.
  • Contaba que ya desde el primero pueblo al que fue, una escena se repetiría incontables veces: en las casas nadie le daba nada. Pero iba a la Iglesia a confesar. Y al confesionario le entregaban en secreto el tocino solicitado. Cada persona creía ser la única en hacerlo, y no quería que su compasión fuera mal entendida por sus vecinos.
  • El Padre Werenfried conmovió a toda la Iglesia y despertó en ella la conmoción del llanto de Cristo por su Iglesia y por su mundo. La vida de este sacerdote tuvo siempre como norte el cumplimiento de una alta misión: dar testimonio vivo de que «Dios es amor», lo que unido a su lema personal «El hombre es mejor de lo que pensamos».