Manuel Mª Bru – Alfa y Omega. El Papa Francisco impulsó a lo largo de su pontificado una verdadera conversión pastoral de la catequesis, que empieza por la identidad vocacional del catequista, pasa por retomar una y otra vez el primer anuncio del Evangelio, y lleva a procesos de acompañamiento para llevar de la mano al encuentro con Dios.

No «dar catequesis», sino «ser catequista»

Este fue el núcleo de su mensaje a los catequistas. Ya siendo arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio definió la catequesis como «la transmisión de la memoria de la fe de la Iglesia a través de la memoria de la fe del catequista». En esta sucinta definición están los fundamentos de su posterior magisterio pontificio sobre la catequesis.

Foto de Ignacio Arregui

En primer lugar, habla de transmisión «de la memoria de la fe», no de la «transmisión de la fe». Transmitir la fe es enseñanza religiosa, o catequesis «de la doctrina cristiana», que es como se la llamaba desde que san Pío XII «inventó» la catequesis parroquial, pero que la entendía como un complemento formativo para suplir el déficit doctrinal de la iniciación cristiana de los padres. Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia entiende la catequesis no como transmisión doctrinal de la fe sino como transmisión de la vida de la fe o, mejor dicho, como iniciación en la vida de la fe. No otra cosa es la «memoria de la fe» que la experiencia de la fe vivida por los hijos de la Iglesia, ejemplarmente por los santos. Y en segundo lugar habla de la transmisión de la fe de la Iglesia, y por tanto no de una comprensión subjetiva o parcial de la misma. Pero añade «a través» de «la fe del catequista», porque la objetividad de la experiencia de fe de la comunidad cristiana no excluye, sino que requiere el testimonio personal del catequista.

Desde aquí entendemos mejor su insistencia, ya como sucesor de Pedro, en dignificar la vocación del catequista, que no es uno que llega y ayuda al párroco en la catequesis, sino un bautizado que vive plenamente su vocación de discípulo-misionero a través de este ministerio de la Iglesia. Ministerio que, instituido o no, estable o temporal, compromete a la persona por completo, y hace que éste sea catequista todos los días y durante todo el día, en la familia, en el trabajo, con sus amigos, y no solo cuando está en la parroquia con el grupo de niños, adolescentes, jóvenes o adultos en catequesis. Por eso les repite una y otra vez a los catequistas: «¡sed catequistas!, no trabajéis de catequistas: ¡esto no sirve! (…) Ser catequista es una vocación: ser catequista, esta es la vocación, no trabajar de catequista. Prestad atención, no he dicho hacer de catequista, sino serlo, porque involucra la vida. Lleva al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio».

Y aquí encaja perfectamente la osadía del Papa Francisco de reinstaurar en la Iglesia el «ministerio de catequesis», como ministerio instituido y estable, que en África y en gran parte de América reciben los catequistas que son responsables de comunidades cristianas, y en Europa y los demás continentes lo reciben aquellos catequistas que además de ser enviados, como todos los demás, por el obispo, se ofrecen a trabajar con él en servicios catequéticos a nivel diocesano. Este ministerio, «antiguo ministerio», como reza el nombre de la bula de su institución en 2021, ya fue mencionado por san Pablo VI, en su recuperación de los ministerios laicales, pero por diversas razones había quedado en el olvido, hasta que Francisco lo instaurase 50 años después de haber sido propuesto.

Una catequesis más kerigmática y más mistagógica

En la hoja de ruta de la nueva evangelización del Papa Francisco, Evangelii Gaudium en el primer año de su pontificado, el Papa Francisco propone dos claves de la renovación de la catequesis: que esta sea más kerigmática y más mistagógica. Dos palabras ajenas al leguaje común, pero de gran calado teológico y pastoral.

Una catequesis más kerigmática supone para el Papa Francisco que no dé por hecho el primer anuncio del evangelio (en principio, paso previo a la iniciación cristiana), sino que se retome continuamente en todo el proceso catequético: «Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o kerigma, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial (….) En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte. Cuando a este primer anuncio se le llama primero, eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momento».

Una catequesis más mistagógica supone para el Papa Francisco que recupere el proceso por el que el catequista lleva al catecúmeno de la mano al encuentro con al Misterio, que en el catecumenado antiguo era una etapa de acompañamiento a los que, tras el proceso iniciático, ya habían recibido los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación, y eucaristía). El mistagogo en realidad sustituía al catequista en el acompañamiento a los nuevos cristianos. Pero Francisco vio en esta figura un modelo a recuperar para todo catequista, que debe tener algo de místico y algo de paciente acompañante, pues consiste en insertar el anuncio evangélico «en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta», unido al «arte del acompañamiento», dando «a nuestro caminar el ritmo sanador de proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana».

De hecho, si en 2020 el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, hoy Dicasterio para la Evangelización, promulgó un nuevo Directorio para la Catequesis (el tercero tras el Concilio Vaticano II), fue porque había que hacer una revisión completa de la catequesis a partir de estos acentos propuestos por el Papa Francisco, además de porque las nuevas generaciones, ya formadas por nativos digitales, reclamaban a su vez una revisión pedagógica y metodológica de la catequesis.

Una catequesis que incorpore la Doctrina Social de la Iglesia

Esta ha sido también una de las principales novedades del Directorio para la Catequesis promovido por el Papa Francisco. El primer directorio que dedica un capítulo entero al propósito que ya el Papa había manifestado en el prólogo del Docat (catecismo para jóvenes de la Doctrina Social de la Iglesia): «que las nuevas generaciones de cristianos sean la Doctrina Social de la Iglesia con pies». En los contenidos tradicionales de la catequesis ya existía la propuesta de las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales. El Papa Francisco impulso estas catequesis con ocasión del Año de la Misericordia.

Pero, además, el nuevo Directorio para la Catequesis, inspirándose en las categorías propuestas por Francisco en Evangelii gaudium al servicio de una evangelización que corrija el descarte eclesial y social, y que proyecte su mirada desde las periferias geográficas y existenciales de la miseria material y de la prescindencia religiosa, actualizó esta dimensión del evangelio social en todos los procesos catequéticos adaptados a todas las edades. Una actualización que propone afrontar la formación de la conciencia y la sensibilidad social de los catecúmenos en aspectos tan concretos de la vida personal y social como son los valores de la justicia, el perdón y la paz, o los principios como la dignidad de todos los hombres, sus derechos inalienables, la solidaridad y el bien común. Y aterrizarla a las situaciones reales como son las de la injusticia y marginación social, los conflictos bélicos, las relaciones económicas, la acogida y rechazo a los migrantes, o el cuidado de la creación.

En definitiva, el Papa Francisco propició a lo largo de su pontificado una catequesis en «salida misionera», la de una Iglesia «dispuesta a salir en busca de los reclamos de verdad que ya están presentes en las diferentes actividades humanas, con la certeza de que Dios actúa misteriosamente en el corazón del hombre, incluso antes de que sea explícitamente alcanzado por el Evangelio». Y sus catequesis al Pueblo de Dios de los miércoles dan buen testimonio de ello, porque antes de proponer las verdades de la fe, trató siempre de suscitar y despertar los más profundos anhelos humanos: la paz interior, la concordia con todos, la suplica humilde al Dios que nos ama, y una esperanza que no defraude.