Sandeep Sadu Atala, un trabajador del distrito de Gadchiroli, explicaba a los jesuitas que sus empleadores lo habían abandonado en una estación de servicio con otros camaradas, tras el anuncio del comienzo de la cuarentena. Sin saber el idioma tamil local y sin saber cómo presentar un informe policial, se habrían muerto de hambre si un sacerdote no hubiera acudido en su ayuda. “Nuestro patrón nos dejó en la calle – dijo Atala – dormimos en el suelo durante dos semanas, hasta que este sacerdote totalmente desconocido vino a salvarnos”. La red jesuita, de hecho, transmitió la información al padre Sahaya Philomin Raj, que, después de ponerse en contacto con Atala, sus compañeros y la policía local, intervino para salvarlos. De esta forma, los jesuitas indios han logrado acudir en ayuda de estas personas, dado que los gobiernos y las administraciones locales no tienen un sistema para ayudar a los emigrantes entre estados de la India, dado que no tienen ningún documento que acredite su domicilio en el estado donde se han quedado bloqueados.
De igual forma que Atala, Niranjan Mohanty se quedó atónito cuando el primer ministro indio, Narendra Modi, avisó con solo cuatro horas de anticipación del inicio de un aislamiento nacional el pasado 24 de marzo. Para el primer ministro fue una medida para contener la propagación de Covid-19, pero para millones como Mohanty, significaba pobreza y hambre. Profesor de inglés en una escuela privada en la ciudad de Sehore, en el centro de India, no tenía dinero. No le han pagado su salario desde enero. Sus ahorros se gastaron en su esposa, que dio a luz a su primer hijo hace solo cuatro meses. “No me quedaba dinero. No sabía cómo cuidar a mi hijo y esposa de cuatro meses”, explicaba a UCA News, hasta que acudió en su ayuda la red de sacerdotes jesuitas. Mohanty, originario del estado de Odisha, no tenía parientes ni amigos cercanos en Sehore, en el estado de Madhya Pradesh. El único apoyo que tenía era la administración de su escuela, que le dijo que no tenía dinero para pagarle. Compartió su situación con un amigo con sede en Bangalore, la capital del estado de Karnataka. Este le pidió a Mohanty que se pusiera en contacto con un sacerdote jesuita con sede en Ranchi, capital del estado de Jharkhand. El sacerdote inmediatamente arregló enviar 5.000 rupias – unos 70 euros – “nos salvó de una posible inanición”, dijo Mohanty. Más tarde se enteró de que el sacerdote también había ayudado a otros cuatro maestros migrantes desconocidos que trabajaban en Madhya Pradesh. Hasta ahora han llegado a más de 4.000 personas en situación desesperada, a las que han podido ayudar.