Hechos 1,1-11; Efesios 4,1-13; Marcos 16,15-20
HABLA LA PALABRA: Testigos de la Buena Noticia
Las lecturas de hoy nos ofrecen el misterio de la Ascensión del Señor a los Cielos, momento del cumplimiento de la misión de Cristo entre los hombres, promesa del envío del Espíritu Santo, e inicio de la andadura de la Iglesia con una nueva presencia suya: en su Palabra y en su gracia.
• En los Hechos de los Apóstoles además de describirnos la escena de la Ascensión, queda evidenciado el nuevo tiempo que inaugura la Iglesia, que no consiste en quedarse mirando al cielo, sino en ser, con la ayuda del Espíritu Santo, testigos de Cristo en la historia hasta que vuelva.
• En el salmo 46 encontramos cual debe ser el distintivo del cristiano: la aclamación jubilosa del que viven en la esperanza: la alegría cristiana.
• En la Carta de San Pablo a los Efesios ahondamos aún más en las virtudes cristianas: humildad, amabilidad, comprensión, amor mutuo, unidad, y paz. También que es lo que les une: un único Señor, una sola fe, un solo bautismo, un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo.
• Y en el Evangelio, Jesús describe la misión del cristiano, discípulo-misionero: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
HABLA EL CORAZÓN: ¿Qué noticia más bella que ésta?
• Decía San Juan Crisóstomo, uno de los grandes Padres de la Iglesia: “El perdón de los pecados, la justicia, la santificación, la redención, la adopción de hijos de Dios, la herencia del cielo, la familiaridad con el Hijo de Dios. ¿Qué noticia más bella que ésta? Dios en la tierra y el hombre en el cielo.
• El Directorio para la Catequesis (2020) explica que “del mandato misionero del Resucitado brotan los verbos de la evangelización, unidos estrechamente entre sí:
• proclamad (Mc 16,15),
• haced discípulos, bautizadles y enseñadles (Cf. Mt 28, 19-20),
• sed mis testigos (Hch 1,8),
• haced esto en memoria mía (Lc 22, 19),
• amaos los unos a los otros (Jn 15, 12).
• Así se configuran las líneas de una dinámica del anuncio, en la que se combinan estrechamente el reconocimiento de la acción de Dios en el interior de cada persona, el primado del Espíritu Santo y la apertura universal a todo hombre.
• Por lo tanto, la evangelización es una realidad “rica, compleja y dinámica”, y en su desarrollo incorpora diferentes posibilidades: testimonio y anuncio, palabra y sacramento, cambio interior y transformación social.
• Todas estas acciones se complementan y se enriquecen mutuamente. La Iglesia continúa realizando esta tarea con una inmensa variedad de experiencias de anuncio, siempre dócil al Espíritu Santo” (nº 16).
HABLA LA VIDA: El primer Papa mediático
En el Domingo de la Ascensión celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, instaurada en el mismo Concilio Vaticano II. Buena ocasión para recodar al primer papa mediático, San Juan Pablo II:
• San Juan Pablo II pasará a la historia como el primer Papa de las grandes concentraciones, como el primer Papa televisivo, y como el Papa de la globalización. Pero no fue hombre de multitudes, sino de personas.
• El siempre estaba entre personas, se dirigía a personas, provocaba la reacción y la respuesta de personas, y nunca de masas. Formaba parte de su capacidad de espontánea concentración: miraba a cada persona.
• Y es indiferente a otra mirada, como la mirada de las cámaras de fotos o de las cámaras de televisión, a las que nunca prestaba atención. Su telegenia era la telegenia de alguien que no se dejaba dominar por la cámara, que no se prestaba a la servidumbre de la imagen pública, y menos a la audiovisual. Él iba a lo suyo, y la cámara le seguía. Para él era mejor así, para la cámara, mucho mejor todavía: actuaba más libremente.
• En un estudio realizado en Estados Unidos sobre Juan Pablo II y la televisión, la primera conclusión fue ésta: “Juan Pablo II domina la televisión ignorándola”. Y es que la televisión y el resto de los medios de comunicación quedaban fascinados y atraídos por la peculiar “autenticidad semántica” de sus gestos.
• Ciertamente la telegenia de Juan Pablo II constituye un nuevo lenguaje religioso, una nueva expresión del mensaje cristiano, una concreción más, entre muchas otras, de que la “nueva evangelización” por el propiciada es nueva “en su ardor, en sus métodos, y en sus expresiones”, tal y como por vez primera la definió en Haití en 1983.
Manuel Mª Bru, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid