JUEVES SANTO: JESÚS AMANDO Y JESÚS AMADO

Éxodo 12,1-8.11-14; 1 Corintios 11,23-26; Juan 13,1-15

HABLA LA PALABRA: Memoria de liberación

La liturgia de la Palabra del Jueves Santo nos ofrece la síntesis memorial de la historia de la salvación como liberación, como paso de la esclavitud a la libertad:

  • De la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto a la liberación a mano de Moisés a través de la memoria ritual de la Cena de Pascua, descrita en el libro del Éxodo.
  • De la esclavitud del pecado de todo hombre a lo largo de la historia a la liberación de Cristo siervo y de su emulación haciéndose cada hombre siervo de los demás hombres, a través del gesto litúrgico del lavatorio de los pies, descrita en el Evangelio de Juan.
  • Y de la esclavitud de las ofrendas de las antiguas religiones para conseguir el favor de Dios a la liberación de la única ofrenda que el Padre acepta del hombre, la de su hijo en la cruz, realizada día a día en el memorial eucarístico de la última cena, tal y como lo describe san Pablo en su primera carta a los Corintios.

HABLA EL CORAZÓN: Eucaristía, amor, sacerdocio, es decir, entrega

  • Jueves Santo es el día del sacerdocio de Cristo, del Sacramento de la Eucaristía, y del amor fraterno. No son tres intenciones distintas, como en esos días en los que coincide el día internacional de los bosques quemados y día nacional de la independencia del país o día local de la recogida de la cosecha. No. El Jueves Santo es el día de la entrega de Jesús por nosotros, y eso es su sacerdocio, eso es la eucaristía, y eso es la caridad, el amor.
  • Por eso, la celebrar el “día del amor fraterno”, el “día de caridad”, bien deberíamos saber que el testimonio de la Iglesia comprometida con los pobres no consiste sólo en mostrarnos el drama de la pobreza en el mundo, y darnos la oportunidad de hacer algo por los demás. Sino la oportunidad de vernos también a nosotros mismos, pero sobre todo es ocasión para que veamos a Jesús. Porque los pobres no son sólo los pobres. Los pobres son la humanidad entera en su clamor de dignidad, amor, verdad, y comunión… son Jesús.
  • No están en juego sólo sus vidas. Están en juego las nuestras, nuestro ser personas, nuestro presente y nuestro futuro… hasta nuestra eternidad… Decía Bernanos que “los pobres salvarán al mundo. Y lo salvarán sin querer. Lo salvarán a pesar de ellos mismos. No pedirán nada a cambio, sencillamente porque no saben el precio del servicio que nos prestan”. Nos salvaran a través de la eucaristía, cuerpo y sangre entregados por ellos, y comunión de los cristianos, pan compartido para que todos los bienes sean compartido con ellos.
  • El sacerdocio de Cristo, que compartimos todos los bautizados (y el ministerial, que comparten por vocación los llamados a ser “otro Jesús”), es expresión de la auténtica gratuidad hasta el punto de no poder vivir de otro modo sino compartiendo con los demás –y especialmente con las pobrezas de los demás de toda índole- el tiempo, la escucha, el cariño, la compañía, los bienes, y sobre todo la fe, la esperanza, y el amor que es Jesús.

HABLA LA VIDA: Jesús abandonado en los pobres y en los sagrarios

El obispo san Manuel González (1887-1940) es conocido por su gran labor social, sobre todo con “los niños abandonados”, a quienes acogía y catequizaba. Y también porque se dolía por “los sagrarios abandonados”. Pero mucho más aún se alegraba por estos ríos y mares de bienes que comporta la Eucaristía: “La Sagrada Eucaristía no es un mero adorno de la iglesia, ni una de tantas cosas santas y hermosas de nuestra religión, ni aún toleramos que se la considere como mero objeto de una devoción, siquiera sea la principal. La Sagrada Eucaristía es el corazón de la Iglesia, es su esencia, su centro, su vida (…). Es Jesucristo tal y como quiere ser buscado, deseado, creído, amado, obsequiado, agradecido, y adorado en la tierra por los hombres (…) Es el Jesucristo de la gloria hecho alimento, luz, solución, redención, defensa, medicina y resurrección de los peregrinos”.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis del Arzobispado de Madrid.